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El primer artículo se denomina La concepción materialista de Marx. En él, explica que el cambio en el pensamiento humano se produce a causa del desarrollo de la producción material. Este planteamiento se opone al idealismo, el cual expone que la materia es la consecuencia de la evolución del espíritu. Los dos sistemas filosóficos tienen una perspectiva monista, pues atribuyen el desarrollo histórico de la humanidad a un único principio, la materia para el primero y el espíritu para el segundo. El dualismo, en cambio, plantea que la materia y el pensamiento son dos sustancias independientes. Esta última perspectiva posee una gran contradicción, ya que no es capaz de explicar la interacción existente entre los dos aspectos.

Materialismo dialéctico frente a mecanicismo

El materialismo marxista poco tiene que ver con aquel que propugnaron los filósofos franceses del siglo XVIII. Precisamente, el artículo El materialismo francés del siglo XVIII se centra en analizar esas diferencias. Mientras que para los materialistas metafísicos la materia era estática, Marx considera que ésta se encuentra en continuo movimiento. Para ello, aplica las leyes de la dialéctica del idealista Hegel, pero, en vez de reducir su aplicación al espíritu, lo hace a todos los procesos de la naturaleza y de la historia. Se pueden resumir en tres: la negación de la negación, la transformación de la cantidad en calidad y la unidad y lucha de contrarios.
El trabajo del ser humano permite transformar el medio natural, producción que se lleva a cabo a través de las herramientas obtenidas de ese mismo medio. De este modo, la adaptación del ser humano al medio natural se realiza mediante la evolución de los medios de trabajo, en contraposición con la evolución biológica que sufren los animales. El desarrollo del cerebro está íntimamente ligado al complejo proceso de relación social, al trabajo y al desarrollo del lenguaje que ha acompañado la evolución humana.
El materialismo histórico es una aplicación del materialismo dialéctico. A la hora de estudiar una época, Plejánov fija el punto de partida en atender el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, el cual corresponderá con unas relaciones sociales de producción acordes a dicho grado. El conjunto de las relaciones establecidas entre los humanos para la producción conforman la sociedad, aquella que posee unas ideas y valores propios. El materialismo histórico, en definitiva, analiza tanto los aspectos psíquicos como físicos de la sociedad, pero enfatiza que el origen de la estructura social proviene de las condiciones materiales del ser humano.
La ley del desarrollo desigual y combinado en la sociedad, la cual más tarde sería formulada por Trotsky, aparece ya recogida en el libro. Pese a que no la menciona como tal, Plejánov apunta que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas depende de las relaciones económicas internacionales, junto a la influencia del medio natural.

Lucha de clases, el motor de la historia

La mayor aportación del marxismo al análisis de la historia es comprender que el motor de ésta es la lucha de clases. Esta afirmación se presenta en el tercer artículo, Bernstein y el materialismo. El desarrollo de las fuerzas productivas acarrea que, llegados a un punto, éstas entren en contradicción con las relaciones sociales de producción, por lo que la revolución permite establecer unas nuevas relaciones productivas entre los humanos, más acordes con el nuevo grado de desarrollo de las fuerzas de producción. Por lo tanto, se produce un salto cualitativo en la evolución de la humanidad, una ruptura con el régimen socioeconómico anterior. Durante los últimos siglos, el capitalismo ha desarrollado las fuerzas productivas más que ningún otro sistema anterior, tanto como para poder cubrir las necesidades de la población mundial. Esto convierte en innecesarias a las clases antagónicas. Asimismo, el carácter dinamizador del sistema capitalista terminó hace tiempo, como lo demuestra la enorme  destrucción de fuerzas productivas que se viene realizando tras el inicio de la crisis actual. La clase obrera tiene la tarea histórica de conseguir que la apropiación, al igual que la producción, sea social, y no privada como lo es ahora. En este sentido, el libro que os proponemos ayuda a los trabajadores y la juventud a tomar conciencia de la necesidad de la transformación socialista de la sociedad.

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