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ÍNDICE


Nota de los editores     

Prefacio del autor a la primera edición (1884)     

Prefacio del autor a la cuarta edición (1891)       

 

I. Estadios prehistóricos de cultura      
1. Salvajismo     
2. Barbarie     

II. La familia   
    1. La familia consanguínea    
    2. La familia punalúa   
    3. La familia sindiásmica    
    4. La familia monogámica     

III. La gens iroquesa    

IV. La gens griega     

V. La génesis del Estado ateniense    

VI. La gens y el Estado en Roma    

VII. La gens entre los celtas y los germanos   

VIII. La formación del Estado de los germanos       

IX. Barbarie y civilización    

 

Apéndice. Un caso recién descubierto de matrimonio por grupos (1892)      

 

Nota de los editores

 

En los últimos años hemos asistido a un espectáculo de pertinaz reacción oscurantista de la mano de la Iglesia católica y de los nuevos portavoces del integrismo religioso en el frente político. Nombres como el de Bush, Aznar y otros similares, han protagonizado una vuelta a los hediondos pozos de la ideología más conservadora, del misticismo y la superstición. En pleno siglo XXI, cuando la ciencia ha conquistado cumbres extraordinarias que podrían extender el bienestar al conjunto de la humanidad, los defensores de la economía de mercado se atrincheran en la nueva filosofía del dogma puritano para defender sus privilegios. Toda la metralla respecto a la familia, la religión, el origen divino del hombre, la ley sagrada de la propiedad y los tópicos más rancios, se dispara a discreción desde púlpitos, medios de comunicación y tribunas docentes gracias a estos nuevos inquisidores.

En el caso del Estado español, la jerarquía eclesiástica ha desempolvado la pancarta en defensa de “la familia” y sacado sus huestes a la calle. La historia, esa misma historia que tan cínicamente dicen “ha de ser superada”, se reproduce con los mismos actores. Toda la reacción de los años treinta, agazapada tras el bloque de aristócratas terratenientes, burgueses, mandos militares, periodistas a sueldo y, por supuesto, obispos y cardenales, ha reaparecido manoseando los mismos eslóganes.

Uno de los ejes de su discurso —aderezado ¡qué menos! por la Santa Madre Iglesia con la retahíla de tópicos apocalípticos de costumbre: la destrucción de la sociedad, el incesto entre padres e hijos, etc.— es que solamente hay un modelo de familia, el matrimonio cristiano, que además es inmutable porque se funda en la moral eterna que Dios dio al hombre cuando lo creó. Pero en contra de que lo que la derecha predica (y nunca mejor dicho), la familia no sólo está lejos de ser inmutable, sino que, como el resto de los fenómenos sociales, incluida la moral humana, evoluciona con el propio cambio de la sociedad. Es decir, el modelo de familia también depende, en última instancia, del desarrollo de las fuerzas productivas.

De este aspecto específico de la historia de la humanidad —junto con la aparición de la propiedad privada y la formación del Estado, como su título nos indica— se ocupa esta obra, escrita por Federico Engels entre marzo y junio de 1884.

 

La obra

 

Al revisar los manuscritos dejados por Marx, Engels descubrió un detallado guión del libro La sociedad primitiva de Lewis H. Morgan, un investigador norteamericano progresista. Elaborado en 1880-81, dicho guión contenía un gran número de notas críticas y opiniones. Convencido de que el libro de Morgan era una confirmación de la concepción materialista de la historia, Engels vio la necesidad de escribir una obra utilizando las notas de Marx, las conclusiones y datos de Morgan, y los resultados de sus propias investigaciones. Engels consideró que esto sería “en cierto modo, un cumplimiento del legado” de Marx.

Así nació El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que Lenin calificaría más tarde de “una de las obras fundamentales del socialismo moderno”. Este libro constituye un análisis científico de las etapas tempranas del desarrollo social de la humanidad, desde las comunidades comunistas primitivas a la formación de la sociedad de clases basada en la propiedad privada de los medios de producción. En él se exponen además, las características generales de la sociedad de clases desvelando a su vez las particularidades de la evolución de la familia en las diferentes formaciones socioeconómicas. Asimismo, también pone al desnudo el origen y la naturaleza clasista del Estado.

La primera edición del libro vio la luz en Zúrich en octubre de 1884 y fue reeditado en 1886 y 1889. Un año más tarde Engels preparó la cuarta edición del libro, que aparecería en Stuttgart en 1891. Poseyendo más datos sobre la historia de la sociedad primitiva, en particular los trabajos del científico ruso M. Kovalevski, Engels realizó numerosos cambios al texto inicial, tanto modificaciones como adiciones, sobre todo en el capítulo II (La familia), aunque ello no afectó a las conclusiones recogidas en las ediciones anteriores, que, por el contrario, se habían visto confirmadas por los nuevos conocimientos científicos. Previamente a la aparición de esta cuarta edición, su prefacio fue publicado en la revista Neue Zeit, n° 41, 1891, bajo el título Contribución a la historia de la familia primitiva (Bachofen, McLennan, Morgan).

En 1894 aparecen las primeras ediciones en castellano y en ruso (fue la primera obra de Engels editada legalmente en Rusia), a partir de la cuarta edición alemana, la misma que la Fundación Federico Engels ofrece ahora.

Hemos querido enriquecer nuestra edición incorporándole el apéndice que Engels escribió sobre la cuestión, que, aunque muy breve, tiene todo el valor de ser del puño y letra del autor. Este apéndice —que no está incluido en las anteriores ediciones de la obra en castellano— lleva por título Un caso recién descubierto de matrimonio por grupos y fue publicado en 1892 en la Neue Zeit. La fuente del artículo de Engels fue el informe del etnógrafo ruso Lev Yakovlevich Sternberg sobre la sociedad de los gilyakos, publicado en el periódico Russkiye Vyedomosti. Engels reproduce dicho informe en su casi totalidad, con algún cambio poco significativo, en aras de una mayor claridad.

También hemos añadido toda una serie de notas a pie de página, para ayudar a una mejor comprensión de los hechos y personajes históricos reseñados en el texto. En las notas que se deben a Engels, hacemos constar su autoría.

Asimismo, nos pareció mejor traducir los títulos de todos los libros que Engels cita en su texto. Si existen en la base de datos de la Agencia Española del ISBN, lógicamente optamos por el título que en ella figura; en caso contrario, es traducción propia. En cualquier caso, en la bibliografía mantenemos las referencias originales e indicamos cuáles fueron editados en castellano.

 

Diciembre de 2006

 

CRÍTICA PUBLICADA EN EL MILITANTE EL 9 DE NOVIEMBRE DE 2014

 

Esta obra, publicada por Engels tras la muerte de Marx, es uno de los mayores hitos del materialismo histórico, probablemente el más importante junto a El Manifiesto Comunista. Frente al enfoque idealista que nos presenta la historia como un reflejo de la lucha entre las ideas de los grandes hombres, el materialismo histórico considera que es al revés, que las ideas son un reflejo de las condiciones materiales de vida y, en concreto, descubre que el verdadero motor de la historia es la lucha de clases. Desde este punto de vista, que sigue siendo revolucionario a día de hoy, la historia se hace realmente comprensible.

Como se explica en el prólogo de la edición de la Fundación Federico Engels este libro es “un análisis científico de las etapas tempranas del desarrollo social de la humanidad, desde las comunidades comunistas primitivas a la formación de la sociedad de clases basada en la propiedad privada de los medios de producción. En él se exponen, además, las características generales de la sociedad de clases desvelando a su vez las particularidades de la evolución de la familia en las diferentes formaciones socioeconómicas (…) el origen y la naturaleza clasista del Estado”.

Hasta los años 60 del siglo XIX se consideraba a la familia una institución monolítica, ajena a cualquier evolución histórica ya que emanaba de la moral que el dios cristiano nos había transmitido, y que se fundamentaba en el modelo patriarcal tan bien reflejado en la Biblia. Fue Lewis H. Morgan el primero en elaborar una teoría satisfactoria del origen y la evolución de la familia. Engels se basa en los estudios de Morgan, punto de partida de El origen de la familia… y de paso rinde un merecido tributo a un científico al que debería situarse a la altura de gigantes como Newton, Darwin o Mendel.
En el prólogo de 1884 a la primera edición, Engels señala que según la teoría materialista “el factor decisivo en la historia es, en última instancia, la producción y reproducción de la vida inmediata” y que este proceso es de dos tipos: la producción de los medios de existencia y la reproducción del ser humano como tal. Así, el orden social en que viven las personas en una época determinada está condicionado por el grado de desarrollo del trabajo (la productividad) y por el tipo de familia y ambos se relacionan de forma dialéctica y contradictoria. Como un principio general Engels establece que “cuanto menos desarrollado está el trabajo y más restringida es la cantidad de sus productos (…) con tanta mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social. Sin embargo, en el marco de esta sociedad basada en los lazos de parentesco, la productividad del trabajo aumenta sin cesar, y con ella se desarrollan la propiedad privada y el intercambio, las diferencias de fortuna, la posibilidad del emplear la fuerza de trabajo ajena y, por consiguiente, la base de los antagonismos de clase”. Finalmente se llega a un punto crítico en el que la sociedad antigua (basada en uniones gentilicias) “salta por los aires” como consecuencia del choque entre las clases recién formadas. Es en este momento en que el Estado juega un papel central en la organización social. Las unidades inferiores de la sociedad (como las diferentes gens de una misma tribu) ya no se establecen por los vínculos sanguíneos sino por el territorio que ocupan. “Se trata de una sociedad en la que el régimen familiar está totalmente sometido a las relaciones de propiedad y en la que se desarrollan libremente las contradicciones de clase (…)”.
Es particularmente interesante la relación que Engels establece entre los cambios que se producen en el papel social de la mujer y la irrupción de la lucha de clases y la propiedad privada. En los estadios más tempranos de la sociedad humana, en los que la obtención de alimentos se basaba en la recolección casual, no había una separación de tareas especialmente remarcable entre el hombre y la mujer. De algún modo, todos tenían que hacer de todo para sobrevivir. En esta etapa la mortalidad es elevadísima, por lo que el matrimonio por grupos (en el que una mujer puede mantener relaciones sexuales con todos o parte de los hombres del grupo) juega un papel esencial en la reproducción y protección del clan. En este modelo de familia (gens) la mujer tiene la máxima autoridad ya que, entre otras cosas, la descendencia sólo se puede establecer por línea materna.

La primera división social
del trabajo

Con el desarrollo de instrumentos que permiten cazar y pescar se produce la primera división social del trabajo: los hombres se dedican fundamentalmente a la obtención de recursos y las mujeres, conservando aún su prestigio social, se especializan en las tareas del hogar.
A esta división de tareas seguirán otras (el surgimiento de la ganadería y la agricultura, seguido por los oficios y finalmente el comercio, que cambiaron el mundo por completo) que elevaron la productividad del trabajo llegando a un punto crítico, de enorme trascendencia en el desarrollo social: “la fuerza de trabajo humana iba haciéndose capaz de crear más productos que los necesarios para su sostenimiento”. Esta fue una condición necesaria para el surgimiento, por primera vez, de la división social en clases y la explotación del hombre por el hombre. La esclavitud dejó de ser esporádica para convertirse en el elemento central de la producción. El incremento de la productividad conllevó un aumento de la riqueza, pero bajo la forma de riqueza individual (no social). Ese proceso propició un cambio en el papel del hombre en el ámbito social y familiar. Por su vieja condición de encargado de la obtención de los recursos fue el hombre el que pudo decidir sobre el excedente social y finalmente convertirlo en su propiedad. Así, el papel de la mujer en el hogar pierde importancia en relación al hombre. Con la acumulación de riqueza individual controlada por el hombre se crea la necesidad de transmitir esa riqueza a un descendiente. Es en este momento cuando se establece la descendencia por línea paterna, transformando las gens basadas en el matrimonio por grupos en las familias basadas en el matrimonio sindiásmico*, primero, y monógamo, después. En este modelo de familia la mujer termina por ser una posesión más del hombre. Es en esta fase de la historia en la que surge la prostitución y no antes, como pretenden hacernos creer cuando nos dicen que la prostitución es el oficio más viejo del mundo.

 

El surgimiento del Estado

 

Asentar y arraigar este derecho a la propiedad privada no fue ni rápido ni sencillo, pues chocaba frontalmente con una mentalidad basada en la propiedad colectiva de los recursos. Con la consolidación de la propiedad privada surgieron los intereses enfrentados entre individuos de la propia gens: los poseedores de los recursos y los que carecían de esos recursos. Es decir, los explotadores y los explotados. Así es como surge una nueva necesidad: ¿cómo evitar que los explotados se rebelen contra los explotadores?
Es aquí donde hace su aparición el Estado para sustituir a las sociedades gentilicias. El Estado surge como una herramienta de dominación de la clase explotadora, como una herramienta para reprimir a los explotados. En el libro se explica el surgimiento del Estado, apoyándose en el análisis de tres modelos diferentes (el Estado ateniense, el romano y el germano), como un desarrollo a partir de las sociedades gentilicias. En palabras del propio Engels: “El Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es la realidad de la idea moral… como afirma Hegel. Es más bien el producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del orden. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se eleva por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”.
La lectura de este libro nos permite entender que la naturaleza del Estado y otras instituciones no es absoluta ni eterna sino que responde a un tipo de sociedad determinada y que, en concreto, para una sociedad en donde existen clases sociales estas instituciones cumplen una función de dominación de la clase opresora hacia las clases oprimidas. Sabemos que la inercia es muy poderosa, que puede pasar mucho tiempo hasta que la conciencia se adapte a una nueva realidad, que la clase dominante no va a ceder sus privilegios sin pelear o tratar de engañarnos. Pero tenemos la obligación de luchar por liberar a las futuras generaciones de un sistema económico y político que, además de injusto, está obsoleto porque ya no responde a las necesidades actuales. Un sistema basado en “la democracia en la administración, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y la instrucción general que inaugurará la próxima etapa superior de la sociedad, para la cual laboran constantemente la experiencia, la razón y la ciencia”. Y con el que alcanzaremos “un renacimiento de la libertad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gens, pero bajo una forma superior”. Con estas palabras termina Engels su libro, pero no son suyas, son de Lewis H. Morgan. Engels habría terminado poniendo un nombre a ese sistema: socialismo.

*  Un tipo de matrimonio monógamo en el que la mujer tenía más derechos que en el actual modelo.

 

 

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