Este lunes 10 de julio, la Fundación Federico Engels (FFE) presentó en la Carpa A Quemarropa, en la Semana Negra de Gijón, el libro Los últimos zarpazos. Presos políticos al final del franquismo, escrito por Julio Gomariz, militante del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y del PCE (m-l), detenido por Billy el Niño y otros sociales en 1975, torturado en la Dirección General de Seguridad y encarcelado junto a sus camaradas tras ser falsamente acusado de participar en la muerte de un guardia civil.
Los últimos zarpazos. Presos políticos al final del franquismo, es un amplio y documentado estudio de la represión, que contiene más de once mil referencias de los activistas y militantes de la izquierda que fueron juzgados y condenados por el Tribunal de Orden Público (TOP) o los militares. A través de este trabajo se pretende evitar que las miles de víctimas de la represión franquista en los últimos años de la dictadura caigan en el olvido.
El acto, presentado por Pablo Alcántara, historiador, militante de Izquierda Revolucionaria y colaborador de la FFE, tuvo una gran asistencia, con más de 50 personas que llenaron la sala. En su intervención Julio explicó las duras condiciones de vida impuestas por la dictadura, basadas en la represión más salvaje e indiscriminada. El autor explicó como al finalizar la Guerra Mundial la represión se hizo más selectiva y sofisticada. Sin embargo, esa respuesta perdió eficacia, los trabajadores, los movimientos vecinales, estudiantiles, nacionalistas no solo no retrocedieron, sino que intensificaron sus reivindicaciones y radicalizaron sus luchas. Los conflictos se multiplicaron y el trabajo del Tribunal de Orden Público se incrementó espectacularmente los últimos años de su existencia. La dictadura había fracasado.
A lo largo de la presentación, de una forma dinámica y muy cercana Pablo y Julio desgranaron la herencia que nos dejó el franquismo, y analizaron la Ley de Memoria Democrática y sus grandes insuficiencias, por ejemplo al no derogar la Ley de Amnistía. Precisamente esta ley actuó como clave de bóveda de la Transición, y fue la que permitió un punto y final para evitar cualquier tipo de depuración ni juicio contra un aparato estatal lleno de torturadores, asesinos, y represores.
Una etapa de la Historia, la Transición, que nos la han vendido como modélica, pacífica y de consenso, pero para la clase trabajadora y la juventud fueron años de lucha revolucionaria, respondida desde el Estado con una violencia policial y de extrema derecha salvaje.
Trabajos como este y la lucha de historiadores comprometidos con la memoria histórica que se apoyan en los testimonios de las víctimas son los que sirven para desenmascarar a los verdugos del franquismo y reivindican la lucha antifranquista para transformar el presente.
Esto es especialmente necesario ahora, en un momento donde la naturaleza de clase y reaccionaria del aparato del Estado, completamente vinculado a los grandes poderes económicos y mediáticos, es cada vez más evidente, mostrándose de forma clara que esto no es algo lejano ni exclusivo de la dictadura franquista, sino de rabiosa actualidad.
Tenemos que aprovechar todas las oportunidades que se nos presentan para realmente conseguir justicia y reparación para las víctimas del franquismo. Para ello es necesaria la investigación histórica, imprescindible para mantener viva la lucha por la verdad.
Está claro, la historia de combate de la clase obrera que consiguió derrocar a la dictadura sí interesa.