Hace unos días, Javier Cercas publicaba en El País un artículo titulado “La dignidad del PCE” en el que criticaba que el líder de IU, Alberto Garzón, dijera que el PCE de Carillo en la Transición era “izquierda domesticada”, cuando la izquierda y sobre todo el PCE fue quien trajo la democracia a España. Cercas, uno de los más firmes entusiastas defensores de la Transición como ese gran pacto entre izquierdas y derechas, donde todos renunciaron a cosas para tener lo esencial, donde la violencia política fue algo residual, donde todos renunciaron a su pasado, ahora sale en defensa de la “dignidad” del PCE.
Es verdad una cosa: que fue gracias a la movilización de la clase trabajadora y la juventud, gracias a la lucha de las organizaciones de izquierdas, y sobre todo del PCE gracias a la lucha clandestina de miles y miles de personas que se consiguió acabar con el franquismo y conseguir derechos democráticos. Las personas que se la jugaron durante la dictadura, que sufrieron el exilio, la cárcel, las torturas por conseguir la libertad son nuestros héroes. Y deben ser reconocidos como tales por el Estado. Pero no podemos dejar de lado que realmente hubo algunos (la izquierda) que renunciaron a muchos más cosas que otros (la derecha). Aquí vamos a hablar de las renuncias que hizo el que era el principal partido de la oposición en aquellos años, el PCE.
La cuestión de la República
Hace unos meses salió en la Sexta un documental en el que salió Adolfo Suárez diciendo que si en los años de la Transición, hubieran convocado un referéndum Monarquía o República, esta segunda opción hubiera ganado. Y que por ello no lo hicieron. Muchos periodistas intentaron minimizar estas declaraciones diciendo que de aquella (la entrevista es de principios de los 90) Suárez ya estaba con alzheimer, que no sabía lo que decía, etc.
El PCE ya en 1956, en su famoso documento “La reconciliación nacional” dice lo siguiente sobre esta cuestión:
“El Partido Comunista está dispuesto a colaborar con todas las fuerzas que mantengan una actitud favorable a propiciar todo lo que signifique un paso adelante en la democratización de España, en la supresión de la dictadura.”
Es decir, en ese documento lo que decía es que estaban dispuestos a colaborar con todas las fuerzas políticas, incluso con la Monarquía, para conseguir la democracia. Durante los años de la dictadura, y sobre todo al final de la misma, el PCE buscó alianzas con partidos demócrata-cristianos, nacionalistas, abiertamente monárquicos. Ese fue el caso de la Junta Democrática, donde por ejemplo estuvo el Partido Carlista.
El 9 de abril de 1977 fue legalizado el PCE. Pero a cambio, Suárez pidió a Carrillo que tenían que aceptar la monarquía y la bandera. En el famoso comité central del 14 de abril de 1977 (fecha simbólica cuanto menos) Carillo pidió a sus compañeros que debían aceptar dichas condiciones, por el “miedo a los militares”. Sólo hubo once abstenciones, la mayoría de dirigentes vascos y catalanes. La única voz abiertamente discrepante fue la de Joaquim Sempere, miembro de la ejecutiva del PSUC (partido hermanado con el PCE, pero formalmente autónomo), quien planteó que una decisión de aquella envergadura debía ser tomada con más tiempo y discusión. Pero no fue así. Después del Comité Central, hubo una rueda de prensa en la que Carillo dijo que “La opción hoy no está entre Monarquía o República, sino entre dictadura o democracia."
La cuestión de la bandera
Otra de las grandes renuncias fue la de la bandera republicana. Esta había presidido todos los actos del PCE en el exilio durante la dictadura franquista. La bandera que Suárez pedía que aceptara Carillo era la bandera que habían utilizado los franquistas durante la Guerra Civil y durante toda la dictadura.
Sin embargo, en aras de la “democracia”, Carrillo la acepto en los siguientes términos:
“El Partido Comunista de España ha decidido renunciar a la bandera republicana y aceptar la bandera nacional —roja y gualda—. Desde ahora esta bandera ´presidirá todos los actos del PCE junto a la del partido.”
Esta decisión, aunque fue aceptada a regañadientes por muchos militantes, otros tantos no la consintieron, siguiendo llevando la bandera tricolor a los mítines del PCE. La dirección del partido tuvo que realizar grandes esfuerzos para evitar que la bandera republicana saliera en sus actos. Por ejemplo, en el primer mitin legal del PCE, en Tordesillas, hubo incidentes por la exhibición de la bandera. Un fuerte dispositivo de orden había sido montado por los propio s militantes del PCE, los cuales en algunas ocasiones actuaron violentamente contra grupos que portaban una bandera republicana u otros distintivos ajenos a su organización. Algunos de estos miembros portaban incluso porras que utilizaron para "invitar" a Izquierdistas que abandonaran el local. El primer incidente tuvo lugar antes de dar comienzo el mitin, cuando en un lateral de la parte superior del Pabellón fue exhibida una bandera tricolor y una "ikurriña" y gran número de asistentes corearon "España, mañana será republicana", estos hechos motivaron la enérgica intervención del servicio encargado del orden", que arrebataron, tras largo forcejeo e intercambio de insulto y golpes la bandera y expulsaron a algunas personas del local. Sucesos similares se producirían a lo largo del acto, en el cual pudo verse a muchos militantes de otras organizaciones, incluida la UGT., con pegatinas con los tres colores. También fue reprimido un militante del PCE que portaba una bandera roja con una hoz y martillo con una corona y la inscripción: "T. B. O. Carrillo I de España y V de Alemania."
La cuestión de la impunidad franquista
Otro de los grandes temas (aunque se ha intentado minimizar por la historiografía hagiográfica sobre la Transición) es la cuestión de la recuperación de la Memoria Democrática de la represión franquista y la lucha antifranquista, y la lucha contra los elementos franquistas dentro del Estado. Durante estos años, en el ejército, en la judicatura, en la policía, la mayoría de sus altos mandos provenían de la dictadura. Y muchos de ellos habían participado de forma activa de la represión contra los que ahora iban a participar del juego democrático. Había muchas personas (en el ejército la Unión Militar Democrática, en la policía el Sindicato Unificado de Policía, en la judicatura Jueces para la Democracia, etc.) que estaban dispuestos a acabar con esos elementos reaccionarios dentro del aparato estatal democrático. Incluso hubo intentos de que se juzgaran los crímenes franquistas, con el Tribunal Cívico Internacional en 1978. También comenzó a haber exhumaciones de fosas, homenajes a represaliados republicanos, etc.
Sin embargo, el PCE cortó por lo sano dichas reivindicaciones de verdad, justicia y reparación. Ya en su famoso documento de la “Reconciliación Nacional” hablaba sobre este tema en clave de olvidar:
“En vísperas del XX aniversario del comienzo de la guerra civil, el Partido Comunista de España se dirige a todas las fuerzas políticas llamándolas a deponer los odios y el espíritu de venganza y a tenderse la mano para emprender la tarea de sacar a España de la difícil situación en que se halla.
Una parte de esas formaciones, por el peso que ejercen aún dentro de la actual situación –y nos referimos particularmente a demócratas cristianos y monárquicos– podrían impulsar grandemente la reconciliación de los españoles, tratando de conseguir una verdadera amnistía que cancele todas las causas judiciales de la guerra y del período posterior.”
Con la Ley de Amnistía de 1977, que perdonaba los crímenes de los franquistas a cambio de liberar a los presos políticos del franquismo, el PCE fue su más firme entusiasta defensor en aquellos años. Famosa es la intervención de Marcelino Camacho defendiendo dicha Ley:
“Para nosotros, tanto como reparación de injusticias cometidas a lo largo de estos cuarenta años de dictadura, la amnistía es una política nacional y democrática, la única consecuente que puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas. Queremos abrir la vía a la paz y a la libertad. Queremos cerrar una etapa; queremos abrir otra. Nosotros, precisamente, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores. Nosotros estamos resueltos a marchar hacia adelante en esa vía de la libertad, en esa vía de la paz y del progreso.”
El PCE, el principal partido de la oposición antifranquista, renunció a muchas cosas durante el período de la Transición. Quizás sea este uno de los motivos por los que consiguió resultados tan modestos en las primeras elecciones democráticas (el PSOE tenía un lenguaje mucho más radicalizado y un programa más a la “izquierda”, incluso defendían aún cierto republicanismo, aunque en la práctica aceptaran lo mismo que el PCE). Aquellas renuncias hicieron que muchos de los torturadores del franquismo, ministros franquistas que firmaron sentencias de muerte, militares que habían participado en el Golpe de Estado franquista, jueces que condenaron a muerte a militantes antifranquistas, se pasaron de la noche a la mañana a ser grandes demócratas, sin que se juzgara su pasado y sus crímenes.
Gracias a la lucha del PCE y de tantos otros durante el franquismo conseguimos tener libertades democráticas y derechos sociales. Debido a las renuncias del PCE en esos años, la impunidad del franquismo se ha mantenido hasta hoy. Es tarea nuestra acabar con el bonito relato que Cercas y tantos otros hacen sobre la Transición. Y mediante el estudio de la Historia, contar los lados oscuros de estos años. Porque sin verdad, jamás se acabará con la impunidad.