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Lenin escribió este texto en 1920, con el objetivo de dar a conocer en mayor detalle cuál había sido el método y la táctica seguida durante décadas por los marxistas rusos para ganar el apoyo mayoritario de los trabajadores y del campesinado pobre y lograr que la revolución finalmente triunfase en 1917.

El enorme impacto que la Revolución Rusa tuvo en todo el mundo hizo que en los partidos socialdemócratas de toda Europa (cuyas direcciones habían sufrido un proceso de derechización muy acusado, apoyando los intereses de sus respectivas burguesías nacionales al iniciarse la Primera Guerra Mundial) comenzasen a surgir agrupaciones o fracciones de izquierdas que se reprodujeron con rapidez por todo el continente. En poco tiempo muchas de ellas acabaron convirtiéndose en los diferentes partidos comunistas, atrayendo e influyendo a miles y centenares de miles de personas en todo el planeta.
Para millones de campesinos, jóvenes y trabajadores la posibilidad de construir un mundo mejor; alejado de la pobreza, la necesidad y las carencias del día a día, aparecía de repente al alcance de la mano. Sin embargo, esta tarea que parecía tan sencilla se encontraba con una enorme contradicción. Si bien el impacto de la Revolución era abrumador, el conocimiento sobre la historia, polémicas y desarrollo del Partido Bolchevique, no dejaban de ser, en realidad, muy limitados.
Aunque el bolchevismo se basaba en principios muy sólidos, una política de independencia de clase y aparecía claramente diferenciado de las tendencias reformistas del movimiento, representadas en Rusia por los dirigentes mencheviques y socialrevolucionarios, eso no agotaba la cuestión. Su táctica no era un recetario cerrado y rígido sobre cómo actuar en todo momento. Aunque siempre supeditada al objetivo de la revolución socialista y a elevar el nivel de conciencia y organización de la clase obrera, la táctica variaba en función de las situaciones y acontecimientos que se iban desarrollando a cada momento, y de las propias fuerzas e influencia de los bolcheviques en el movimiento. Debido a la falta de experiencia muchos de los nuevos y jóvenes dirigentes comunistas en todo el mundo abrazaban, sin ser conscientes, una política en ocasiones sectaria y ultraizquierdista, alejándose tanto de las masas a las que apelaban, como de las tradiciones bolcheviques que decían defender. Para tratar de corregir esta situación y contribuir a la generalización de toda la experiencia bolchevique, Lenin elaboró esta obra.

El mito del antiparlamentarismo

Aunque Lenin tenía perfectamente claro que el parlamento burgués es parte de la maquinaria estatal de dominación de los capitalistas no se deriva de ello que se negara a utilizarlo como tribuna para ganar audiencia ante capas de la sociedad a las que no podría llegar de otra manera, y a la vez reforzar su influencia sobre las que ya les apoyaban. El trabajo parlamentario no era un fin en sí mismo sino una manera de elevar el nivel de comprensión de las masas y la confianza en sus propias fuerzas. Lenin criticaba el “cretinismo parlamentario” de los reformistas, que se impregnaban hasta la médula de la superficialidad y la hipocresía de la rutina institucional, alejada de las condiciones de vida de las masas. Para los reformistas el parlamento burgués es algo “sagrado”, cuando resulta que no lo es ni siquiera para la burguesía, para quien el centro de decisiones real no es el parlamento, sino los consejos de dirección de la banca y de los grandes monopolios, desde donde se elaboran y se encaminan realmente todas las leyes y medidas que afectan a la vida de la gente. Además, si en algún momento es necesario suprimir el parlamento para garantizar mejor su dominio, pues lo hacen, o lo intentan… como hemos visto en el Estado español en 1936, en Chile en 1973 o en Venezuela en 2002.
Por tanto, sí, Lenin era absolutamente contrario a la complacencia, al amoldamiento a las instituciones burguesas, pero a la vez defendía como el que más no dejar de utilizar con perfil marcadamente revolucionario cualquier medio a su alcance. Ejemplos como el histórico discurso que pronunció Che Guevara en la ONU en 1964, denunciando los intereses imperialistas, o más recientemente y en el Estado español, la intervención que representantes de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han hecho en el Parlamento denunciando a la gran banca, o la de los representantes del Sindicato de Estudiantes contra la ley Wert, son ejemplos de cómo utilizar una posición parlamentaria para reforzar la lucha y la causa de la mayoría oprimida de la sociedad. Solo en circunstancias muy especiales los bolcheviques llamaron al boicot parlamentario.

Lenin y los sindicatos

Una idea que recorre todo el texto es la de la necesidad de encontrar el camino adecuado para conectar con las masas. Y sin duda el espacio dedicado a su posición sobre el trabajo de los marxistas en los sindicatos es algo destacado. Sobre todo por las polémicas abiertas en torno a la validez, o no, de militar en un sindicato cuya dirección tenga un carácter reformista o incluso abiertamente reaccionario.
Para Lenin la pregunta que uno debe hacerse es dónde se encuentran los trabajadores organizados. Si la respuesta es que mayoritariamente se encuentran en un sindicato, aunque sea de estas características, entonces con más razón la tarea de los marxistas es estar organizados a su lado para, a través de la experiencia y del trabajo paciente, ir desenmascarando a esa dirección sumamente perniciosa para los intereses de clase del propio trabajador y ganarles para las ideas revolucionarias.
Para Lenin abandonar el sindicato y abandonar a los trabajadores ante la influencia de una dirección reformista es un enorme error. Ante las quejas sobre las maniobras de la burocracia para hacer la vida imposible o incluso expulsar a los revolucionarios de estos sindicatos, Lenin es muy claro: “no hay que temer las dificultades, las quisquillas, las zancadillas, los insultos y las persecuciones de los “jefes” […] se debe trabajar sin falta allí donde estén las masas”. “No dudamos que los señores ‘jefes’ del oportunismo recurrirán a todos los artificios […] para impedir la entrada de los comunistas en los sindicatos, para expulsarles de ellos por todos los medios y hacer lo más desagradable posible su labor en los mismos, para ofenderles, acosarles y perseguirles. Hay que saber hacer frente a todo eso […] con tal de penetrar en los sindicatos, permanecer en ellos y realizar allí, cueste lo que cueste, una labor comunista”.

El frente único

Lenin también aborda la cuestión del frente único, de la relación entre las organizaciones revolucionarias y el resto de organizaciones existentes en el campo de la izquierda. En esta ocasión tiene que hacer frente a los prejuicios sectarios que plantean que llegar a un acuerdo de unidad de acción con organizaciones reformistas equivale a entregarles su autoridad revolucionaria y darles un barniz de izquierdas que no se merecen, contribuyendo además a confundir a las masas.
Sin embargo, la táctica de frente único que defienden los bolcheviques logra precisamente todo lo contrario. La esencia del frente único es “golpear juntos, marchar separados”. Por supuesto, se parte de un objetivo común de lucha (echar atrás una medida del gobierno, por ejemplo) pero, al mismo tiempo, todas las organizaciones implicadas en esta alianza conservan su total libertad de crítica y de opinión ante el movimiento. Lo que decantará a las masas hacia una posición revolucionaria será la propia experiencia, una experiencia que es fundamental para el avance de la conciencia y que el frente único facilita. El frente único permite que las masas puedan apreciar y contrastar los programas y los métodos de cada una de las organizaciones y por tanto favorecerá, necesariamente, a los que actúan de forma más consecuente y resuelta en defensa del movimiento obrero, contribuyendo así a desenmascarar el límite previo que en toda lucha los reformistas tratan de imponer.
Esta obra, escrita hace casi cien años, que aborda más temas que  no podemos tratar aquí, puede ser considerada como uno de los más importantes textos de orientación marxista para la construcción y desarrollo de las fuerzas revolucionarias en la actualidad. Permite comprender cómo los bolcheviques, que comenzaron siendo un reducido grupo de unos centenares de hombres y mujeres dispersos por el imperio zarista y el exilio, lograron encontrar el camino a las masas y conectar profundamente con sus aspiraciones, derrotando ideológicamente a las demás tendencias del movimiento obrero.

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