Abraham León nació en Varsovia en 1918. El odio antisemita alentado por la clase dominante tras la Primera Guerra Mundial empuja a su familia, como a muchas otras familias judías que vivían en Polonia, a la emigración y a la búsqueda de un nuevo hogar. Tras vivir un año en Palestina, se establece finalmente, en 1928, en Bélgica.
La crisis capitalista mundial de 1929, el ascenso de Hitler, la represión y las tremendas injusticias sociales llevan al jovencísimo Abraham a afiliarse a Hashomer Hatzair (La Joven Guardia, organización juvenil de Poalé Sion). Poalé Sion tiene sus orígenes en el Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), fundado en 1898. Dentro del Bund cristalizaron dos corrientes, una abiertamente hostil al marxismo y otra situada a la izquierda, que trataba de conciliar el socialismo con el sionismo. La corriente de izquierdas llevó, en 1905, a la creación del partido Poalé Sion. A su vez, ante el impacto de la Revolución Rusa de 1917, Poalé Sion se dividió en un ala de derechas y otra de izquierdas. Hashomer Hatzair, que se había fundado en Polonia y en Austria en 1913, se mantuvo ligada a esta última corriente.
Por su entrega, capacidad y cualidades de dirigente natural, Abraham asume muy pronto responsabilidades de dirección, llegando a ser, durante un año, presidente de la Federación Juvenil Sionista de Bélgica. Los acontecimientos y su propia experiencia le llevan a abrazar el marxismo revolucionario. A partir de 1936 se siente atraído por las ideas de León Trotsky, el dirigente más importante de la Revolución Rusa después de Lenin, y se une a la sección belga de la IV Internacional. Convencido del carácter utópico y reaccionario del sionismo, en el último congreso mundial de Hashomer Hatzair, celebrado en vísperas de la invasión de Bélgica por parte de Hitler, combatió con todas sus energías las ilusiones en que la solución a la cuestión judía pudiera venir de la mano del imperialismo inglés.
La concepción materialista de la cuestión judía es una ampliación de las tesis que defendió en aquel congreso. Decidido a rebatir los planteamientos sionistas en el terreno teórico, histórico, político y práctico, Abraham León elabora un estudio profundo de la cuestión judía a lo largo de la historia, basándose en una amplia documentación y en el método marxista del materialismo histórico. El texto abarca la historia del pueblo judío desde la Antigüedad hasta el ascenso del fascismo en los años 30 del siglo XX. Una tesis central de Abraham León es que la explicación de la persistencia del judaísmo durante dos milenios hay que encontrarla, en primer lugar, en la función social que los judíos desempeñaron en diferentes sistemas económicos a lo largo de la historia, no en el apego a una religión o a un sentimiento nacional. Otra idea clave es que el agravamiento extremo de la cuestión judía a principios del siglo XX responde a la entrada del sistema capitalista en una fase de decadencia, reflejada en la guerra imperialista, el nacionalismo económico y el fascismo.
“El capitalismo ha planteado el problema judío, es decir, ha destruido las bases sociales sobre las cuales el judaísmo se mantuvo secularmente. Pero no ha podido resolverlo, pues no logró absorber al judío liberado de su corteza social. La decadencia del capitalismo ha dejado al judío suspendido entre el cielo y la tierra. El mercader judío precapitalista ha desaparecido en gran parte, pero su hijo no ha encontrado ubicación en el engranaje de la producción moderna. La base social del judaísmo ha naufragado; el judaísmo ha venido a ser, en gran parte, un elemento desclasado. El capitalismo no ha condenado solo la función social de los judíos, también ha condenado a los propios judíos”.
Su conclusión fundamental es que la solución a la cuestión judía está absolutamente fundida con la lucha por la revolución socialista mundial:
“Y la explosión social más formidable que verá el mundo prepara por fin la liberación de los parias más perseguidos de nuestro planeta. Cuando el pueblo de las fábricas y de los campos se haya sacudido, finalmente, la tutela de los capitalistas, cuando ante la humanidad liberada se inaugure un porvenir de ilimitado desarrollo, las masas judías podrán aportar una contribución, que no será despreciable, a la elaboración de un mundo nuevo”.
En el apartado sobre el sionismo explica como la creación de un pequeño Estado judío sobre bases capitalistas no puede ser la solución al problema de la opresión de los judíos. Abraham León denuncia cómo el imperialismo británico utiliza las colonias judías palestinas de contrapeso al “peligro árabe”; explica cómo la hostilidad de la población árabe hacia los colonos, a los que ve como conquistadores, hace a estos últimos cada vez más dependientes del imperialismo británico. La creación del Estado de Israel, en 1948, pocos años después de haberse escrito este libro, y su consolidación sobre la base de la más salvaje opresión nacional y social contra los palestinos, es la prueba más rotunda del carácter reaccionario del sionismo.
Aunque centrada en una explicación a fondo de la cuestión judía La concepción materialista de la cuestión judía es también una obra sobre marxismo, economía política, materialismo histórico y la cuestión nacional. Es un texto de combate político, pero también teórico, repleto de inteligencia y sabiduría.
Es verdaderamente asombroso que un trabajo tan profundo y tan amplio se escribiera por un joven de 24 años en un país aplastado por el terror nazi. En la más absoluta clandestinidad Abraham siguió entregado a la construcción del partido revolucionario, no solo en el plano ideológico, sino también práctico. En 1944 se traslada a la ciudad de Charleroi con el fin de colaborar con los obreros revolucionarios de la región en la organización de un movimiento ilegal entre los mineros. En la primera noche tras su llegada la policía nazi lo detiene y lo traslada a la cárcel. Sufre torturas físicas y psicológicas, y es deportado al campo de concentración de Auschwitz, en el que fueron exterminados cinco millones de judíos. Muere en una cámara de gas en septiembre de ese año.
Su obra y su vida es una gran inspiración para todos aquellos que luchamos por acabar con la barbarie capitalista. Sus ideas socialistas, internacionalistas, enemigas de toda opresión social y nacional, perduran con fuerza, y vencerán.
Madrid, 26 de mayo de 2015