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Empuñando la bandera de la moral, los acusadores señalan que no todo vale, que hay fronteras que no se pueden cruzar y reglas que no se pueden romper. Así entonan la cantinela de los crímenes del comunismo, el terror rojo, la dictadura y todo lo demás.
En Su moral y la nuestra, Trotsky hace frente a todas estas acusaciones y deja las cosas claras: La moral, en la sociedad divida en clases, posee inevitablemente un carácter de clase. Así, queda al descubierto que no hay "valores morales universales" por encima de esta lucha y quien crea poseerlos está condenado a aplicar la moral de la clase dominante.

Su moral

Hay pues, distintas morales según los fines de clase que persigan. "Su moral", responde a los intereses de la burguesía, camuflada bajo el manto de la universalidad, como una emanación sobrehumana común a todos los hombres y con sus valores invariables. En realidad se persigue la confusión y la parálisis de la clase trabajadora, asegurando así un mecanismo de control ideológico de lo más contundente, ya que la lucha del proletariado por su emancipación no es aceptable según el esquema de esta supuesta "moral universal", moral burguesa en realidad.
Si rascamos un poco los falsos principios eternos de la moral burguesa se desbaratan a cada paso al intentar desenvolverse en la sociedad capitalista. Los intereses de clase de la propia burguesía son del todo incompatibles con la moral que predica, dando como resultado una repugnante hipocresía. Crímenes, terror, opresión y dictadura no son patrimonio del marxismo, sino la realidad cotidiana bajo el capitalismo. Los medios más injustificables para conseguir los fines más bajos: la defensa de los beneficios y el enriquecimiento de unos pocos a costa del sufrimiento de millones de seres humanos. Esta es la forma natural de actuación de la burguesía y sus compinches. La aceptación por parte de los dirigentes obreros del sistema capitalista, les ha llevado a la aceptación de su defensa y por supuesto les ha hecho entrar de lleno en el juego hipócrita de la moral burguesa, haciendo el engaño más eficaz y nocivo.

Moral revolucionaria

Frente a todo esto esta "nuestra moral", que desde la óptica de la lucha de clases y con el concepto de "valores morales universales" desterrado, se plantea las cosas de otra forma muy distinta. ¿El fin justifica los medios? Depende de qué carácter de clase tenga ese fin. Trotsky explica: "El medio sólo puede ser justificado por el fin. Pero éste, a su vez, debe ser justificado. (...) el fin está justificado si conduce al acrecentamiento del poder del hombre sobre la naturaleza y a la abolición del poder del hombre sobre el hombre. ¿Esto significa que para alcanzar tal fin todo esté permitido? (...) Está permitido, responderemos, todo lo que conduce realmente a la liberación de la humanidad. Y puesto que este fin sólo puede alcanzarse por caminos revolucionarios, la moral emancipadora del proletariado posee indispensablemente un carácter revolucionario. Se opone irreductiblemente no sólo a los dogmas de la religión, sino también a los fetiches idealistas de toda especie, gendarmes filosóficos de la clase dominante. Deduce las reglas de la conducta de las leyes del desarrollo de la humanidad, y, por consiguiente, ante todo de la lucha de clases, ley de leyes".
La moral burguesa y la moral revolucionaria del proletariado están tan enfrentadas y son tan irreconciliables como los intereses de clase que representan. La moral burguesa contamina la mente de amplios sectores de la clase trabajadora en momentos normales, pero salta en mil pedazos cuando la lucha pone de manifiesto la realidad del enfrentamiento entre las clases. En palabras de Trotsky: "(...) en todas las cuestiones decisivas, los hombres sienten su pertenencia a una clase, mucho más profunda e inmediatamente que su pertenencia a una ‘sociedad'. (...) La solidaridad obrera, sobre todo durante las huelgas o tras las barricadas, es infinitamente mas ‘categórica' que la solidaridad humana en general".
Es deber de todo revolucionario combatir la falsa moral burguesa en las filas del proletariado. Para hacerlo es imprescindible estudiar a fondo textos de la claridad y contundencia como este libro de León Trotsky.

 

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