Crisis en la III Internacional. Constitución de la OPI
Durante los años 20 la política de la III Internacional se caracterizó por una serie de giros y zig-zags empíricos. Estos no eran sino la consecuencia de la aceptación de la teoría del “socialismo en un sólo país”, que había convertido progresivamente a la Komintern en una simple agencia para la defensa de la burocracia de la URSS. Después de haber preconizado, con desastrosas consecuencias, una política de supeditación a la burguesía colonial durante la revolución china de 1925-27, en el verano de 1928, tras una nueva pirueta política, el VI Congreso de la Internacional Comunista ponía sobre la mesa, la política sectaria del “Tercer Periodo” por la cual se había acabado la estabilidad capitalista, y la socialdemocracia se convertía en “socialfascismo”, pasando a ser el primer enemigo de la clase obrera.
Los sectores de oposición a este nuevo giro se agruparon a nivel internacional bajo la dirección política del único de los “viejos bolcheviques”, que mantiene viva la continuidad del leninismo y se ha opuesto sin vacilaciones a la política de la Internacional estalinizada: León Trotsky.
Trotsky, ya había constituido en la URSS la Oposición de Izquierda (OPI) para luchar consecuentemente contra la degeneración burocrática de la Revolución. Durante los últimos meses de 1927, los oposicionistas son expulsados del PCUS y de la Internacional: el XV Congreso celebrado en diciembre, supone el fin de la actuación legal de la OPI. En enero de 1928 Trotsky es deportado a Alma Ata y muchos de sus seguidores encarcelados. Finalmente, un año después, es desterrado de la URSS acusado de actividades contrarrevolucionarias.
A partir de este momento la lucha de la Oposición adquieren un carácter más claramente internacional, progresivamente se van constituyendo en todo el mundo más grupos oposicionistas de significado carácter trotskista.
Se crea la Liga Comunista Francesa (LCF) en abril de 1930. En Bélgica, Holanda, Grecia, Italia y Alemania surgen fracciones en los PCs. En USA y Canadá se da el mismo proceso. En Asia la oposición surge en China, Indonesia, Ceilán.
Ante esta situación, Trotsky plantea la necesidad de coordinar todos estos grupos, construir una sólida fracción internacional que intente el enderezamiento de la política soviética y la III Internacional. No se trata de crear nuevos partidos frente a los existentes, ni una nueva Internacional, sino ofrecer a las bases obreras de los partidos comunistas unas líneas estratégicas suficientemente claras, que sirviesen de alternativa al “Tercer Periodo”, actuando dentro de los partidos comunistas e intentando evitar la expulsión.
La primera forma concreta organizada de la Oposición Comunista de Izquierdas se dará en abril de 1930 cuando se forma en París el primer Secretariado Internacional (SI) de la OPI.
España. Los primeros núcleos de la oposición
España no fue una excepción en el marco internacional. Las disidencias en el seno del PCUS no se discutirían en el PCE hasta bien entrado 1926. Lo que en un principio fueron informes bastante objetivos en el órgano oficial del Partido, pronto, diciembre de 1927, se convirtieron en notas e informaciones totalmente deformadas. Hasta este momento no había partidarios explícitos de Trotsky en España; las críticas a la dirección del PCE se centraban en la falta de democracia interna y contra las arbitrariedades de Bullejos, Secretario General.
El primer grupo de comunistas españoles afines a Trotsky se organizó en el exilio, en torno a la Liga Comunista Francesa que editaba La Veritè y liderado por un antiguo dirigente del PCE de Vizcaya, Francisco García David (Henri Lacroix). Publicará un periódico en el exilio, Contra la Corriente, y recibirá pronto adhesiones, entre ellas la del dirigente comunista Gorkin, expulsado del PCE por haber publicado en España la obra de Trotsky, La Revolución Desfigurada. A primeros de 1930 se inicia el trabajo en España y en febrero de 1930 se celebra en Lieja (Bélgica) la primera Conferencia Nacional de la Oposición Comunista Española (OCE). Aunque en un primer momento la OCE encuentra eco en muchas federaciones del PCE, ninguna se adhiere de una forma clara y definitiva. Como explica el dirigente oposicionista García Palacios: “La razón (...) hay que buscarla en la sugestión, en el influjo, en el mito de la Internacional. Se reconoce por casi la totalidad del partido que la Oposición tiene motivos serios; se condena la política del Ejecutivo Staliniano; pero, no obstante, la burocracia internacional ordena y... todo el mundo boca abajo”.
En septiembre de 1930 llegó a Barcelona Andreu Nin, expulsado un mes antes de la URSS. Era uno de los pocos comunistas españoles de prestigio internacional, Secretario de la Internacional Sindical Roja durante su estancia en la URSS, había participado en la Oposición de Izquierda. Volvía para organizar la sección española de la Oposición Internacional junto con los pocos compañeros que se iban manifestando en el resto del Estado.
El regreso de Nin se producía en un momento extremo de las diferencias entre el PCE y la Federación Comunista Catalano-Balear del PCE (FCCB) dirigida por Maurín.
Las diferencias habían surgido previamente en torno a la cuestión sindical y catalana. La decisión del PCE, marzo de 1930, de crear sindicatos propios, en lugar de trabajar organizadamente en los existentes, provocó el justo rechazo de muchos militantes que no compartían esta táctica escisionista. En el terreno de la cuestión catalana, la FCCB se deslizaba hacia el separatismo. Sin embargo, la FCCB nunca puso en entredicho la política de la Internacional, porque buscaba el apoyo de ésta frente al grupo de Bullejos.
Ante esta disputa, Lacroix no dudaba en declarar que Maurín “no vacilaría en someterse incondicionalmente a la voluntad de Stalin a fin de apoderarse de la dirección del Partido”. Nin, ante su aislamiento en Cataluña, optó por colaborar con este grupo, provocando la primera de sus muchas discusiones con Trotsky, que insiste una y otra vez en que lo prioritario es crear un centro de la OCE en España que permita que ésta se presente con unos rasgos claros y definidos: “la entrada de los comunistas de izquierda en organizaciones más amplias y más informales se justifica en España con más razones que en otras partes, tanto por el estado en que se encuentran las filas comunistas como por el alcance de la situación revolucionaria. Pero esta táctica implica el riesgo de conducir a los miembros de la Oposición a desaparecer en el interior de otras corrientes y fracciones. Por eso, la creación de un centro de la Oposición de Izquierdas me parece la condición necesaria y urgente de la entrada de sus militantes en otras organizaciones. Son necesarios un periódico de la Oposición y un boletín interno” (31 enero 1931).
Durante los siguientes meses Trotsky insistirá una y otra vez en esta idea, también insiste en la necesidad de desenmascarar el confusionismo de Maurín: “Se ha perdido demasiado tiempo en este terreno y el tiempo es precioso para la revolución. Una nueva pérdida de tiempo sería un crimen (...) Un núcleo marxista pequeño pero firme (...) puede salvar la revolución española. Sólo es necesaria una condición: este núcleo debe avanzar con su programa, un programa claro y bajo su propia bandera” (22 abril 1931).
Nin continuará confiando en atraerse a Maurín, hasta que la realidad, siempre terca, le llevó a la ruptura. En marzo de 1931 la Federación se había constituido como partido independiente, Bloque Obrero y Campesino (BOC), con un programa, que asumía la política de supeditación a la burguesía que la Internacional Comunista había defendido en China. Además para el BOC la revolución pendiente en España no tenía carácter socialista, la relación entre la clase obrera y el campesinado se expresaba en términos de equilibrio y no sobre la base del papel político dirigente del proletariado. En la cuestión nacional se apostaba decididamente por el separatismo, “somos partidarios ardientes de la independencia de Catalunya, Vizcaya, Galicia, Andalucía, etc. (...) España debe ser disgregada”. En todos los aspectos fundamentales, la postura de Maurín divergía diametralmente de la de Trotsky y los oposicionistas.
Si nos hemos detenido tanto en esta primera polémica no es sólo por el retraso que supuso la postura de Nin para el desarrollo de la oposición española en unos momentos decisivos (proclamación II República) sino porque, como veremos más adelante, las posturas de Nin estaban expresando una clara tendencia hacia la conciliación y la búsqueda de acuerdos por arriba, que en el desarrollo de los acontecimientos se convertirían en una de las claves del trotskismo en España, con funestas consecuencias para la organización y la propia revolución española.
Finalmente, en mayo de 1931 aparecía el primer número de Comunismo, revista teórica mensual de la OCE y en junio se celebra en Madrid la II Conferencia Nacional que sentará las bases del desarrollo de la OCE.
Primeros avances. Un programa para la revolución
La Conferencia ratificó el nombramiento de los Comités Ejecutivo y Central. De ellos formaban parte Lacroix, Juan Andrade, Enrique Fernández, Sendon (Fersen), Nin, Esteban Bilbao, etc. Veteranos luchadores que se habían forjado a través de sucesivos debates en el PCE, muchos de ellos fundadores de este partido.
La oposición existía con la intención de regenerar el PCE: “La OCE luchará: por la reorganización del PCE, por el restablecimiento de la democracia comunista en el interior del partido, por la reintegración al mismo de todos los camaradas excluidos por motivos de opinión; por la aplicación de una táctica sindical verdaderamente comunista (...) lucharemos contra la escisión de nuestra organización. Defenderemos la unidad del partido contra las exclusiones que los burócratas, sin contar con la base, pronuncien contra los mejores camaradas (...). La OCE no es otro partido más. Es la fracción más pura y consciente unida para salvar nuestra organización del caos a que ha sido conducida (...). Cuando nuestra obra esté terminada la OCE no tendrá razón de existir” (primer número de Comunismo, mayo 1931).
La crisis revolucionaria abierta el 14 de abril de 1931 hacía más necesario la elaboración de un programa y una estrategia clara con la que intervenir en los acontecimientos.
El análisis de Trotsky y la OCE coinciden: “La revolución democrática sólo puede ser obra de la clase obrera que, al frente de todas las masas explotadas y oprimidas del campo y de la ciudad (campesinos, pequeña burguesía), destruirá todas las supervivencias feudales e iniciará el camino de las realizaciones socialistas”. “No, la monarquía española no constituye un estado feudal. El fundamento del estado monárquico, no es la propiedad de la aristocracia, sino la propiedad del burgués capitalista (...). La fórmula para el campesino no es ya con la burguesía a la destrucción del estado feudal, sino esta otra: con el proletariado a la destrucción del Estado burgués”. (21 de enero de 1931).
Pero para hacer esto posible, frente al sectarismo de la dirección del PCE que saluda la llegada de la república con su “Abajo la República”, obviando las ilusiones que ésta ha generado en las masas, la OCE entiende la importancia histórica de la caída de la monarquía: “La caída de la monarquía representa una etapa importantísima en la historia de la revolución española, que se halla aún relativamente lejos de su etapa final. Para nosotros, los comunistas, la cuestión de la forma de gobierno no es indiferente”. La OCE sigue a Trotsky en su explicación de las deficiencias de la democracia burguesa y el programa necesario para que el proletariado alcance la hegemonía: “Este camino presupone una lucha decidida, audaz y enérgica de los comunistas en favor de las consignas de la democracia. No comprenderlo sería un grave error de sectarismo. En la etapa actual de la revolución, el proletariado se distingue de los grupos de izquierda de la pequeña burguesía, no por el hecho de rechazar la democracia, si no porque lucha por sus consignas de manera audaz, decidida y abnegada, denunciando implacablemente las medias tintas de la pequeña burguesía” (mayo 1930).
La defensa de consignas democráticas no supone crear ilusiones en la democracia burguesa, sino al contrario, poner sobre la mesa las contradicciones y límites de ésta y para ello Trotsky señala: “La vanguardia comunista (...) lleva una lucha irreconciliable contra la llamada burguesía republicana desenmascarando su falsedad (...) y combatiendo sus tentativas para someter a las masas trabajadoras a su influencia”.
En el panorama de las reivindicaciones democráticas destacaban la cuestión de la tierra y la de las nacionalidades, incluídas en el programa de la OCE, comprendía una serie de reivindicaciones inmediatas posibles: jornada de trabajo, salarios, igualdad del mismo para hombres y mujeres, subsidio de desempleo, enseñanza general obligatoria, etc.; las reivindicaciones de la revolución democrática: confiscación y distribución de los latifundios, separación de la Iglesia y el Estado y cesión de las riquezas de aquella al pueblo, plena libertad de palabra, asociación. manifestación, libre determinación nacional para nacionalidades oprimidas, etc.; reivindicaciones de carácter general contra la reacción, capaces de organizar a las masas para su propia defensa y aproximarlas a la toma del poder: frente único obrero contra la reacción, unidad sindical, comités en las fábricas, en el campo y en los cuarteles, armamento obrero y campesino..., y reivindicaciones de carácter transitorio, tales como nacionalización de los ferrocarriles, las riquezas del subsuelo, la banca y el control obrero de la industria.
Para que estas consignas tuvieran viabilidad eran necesarios, los factores subjetivos de la revolución: el partido y los soviets, a los que se dio el nombre de Juntas Obreras ya que este término según Trotsky “expresa de modo insuperable esta idea”. Los comunistas deben impulsarlas puesto que “el proletariado necesita ya de una organización que pase por encima de toda la dispersión política nacional, provincial y profesional que existe en sus filas, necesita de una organización que corresponda a la actual dimensión de la lucha”. El objetivo inmediato para los comunistas españoles “No es la lucha por el poder, sino la lucha por las masas”.
Ante la Reforma Agraria del gobierno republicano-socialista la Oposición denunciará sus insuficiencias “No es más que un presupuesto anual de compra de tierras, una fuente de negocios y amaños, que se harán entre políticos y propietarios” (El Soviet, mayo 1932).
En la táctica sindical se declaró por la unidad sindical y el trabajo en las organizaciones de masas defendiendo un programa revolucionario: “En la CNT hay que luchar contra el monopolio de los anarquistas y por la libertad de tendencias en su interior. En UGT, defender los principios revolucionarios y cuando se originen expulsiones ingresar en CNT. Dentro de la CGTU (creada por el PCE) hay que preconizar el ingreso en CNT y la disolución de esta central sindical de creación burocrática que es un crimen contra los intereses del proletario español” (Comunismo diciembre 1932).
En la cuestión internacional asume la política troskista de defensa de la URSS, defendiendo las conquistas de la economía planificada a la vez que denuncia el peligro que para ésta supone el control burocrático y la falta de democracia obrera. Así declaraba “luchar por el triunfo del Socialismo en la URSS, obliga a luchar sin tregua por el triunfo de la revolución mundial (...). Defensa de la URSS y revolución internacional son una sola cosa” (abril 1932).
Estas fueron las líneas maestras del programa de los trotskistas españoles. Armados con él, pronto empezaron a extender su influencia. La OCE se organiza con grupos consolidados en Madrid, Zamora, León (Riaño), Palencia, Salamanca. En Catalunya trabaja un grupo importante en el Bloque Obrero y Campesino (BOC), hasta que son expulsados, en noviembre de 1931, acusados de “Trotskistas”. En Asturias, sus miembros ocupan puestos destacados en el movimiento sindical, como se verá en su participación en Octubre del 34. Sin embargo, carecían de un comité local y sus vínculos con Madrid eran individuales. También se crearon grupos en Vizcaya, Navarra, Alava y Astillero (Santander), y mantuvo influencia en zonas de Galicia. Mayor desarrollo orgánico alcanzó en Extremadura, especialmente en el sur de Badajoz —Llerena— donde fue la dirección de varios movimientos jornaleros durante la República. Asimismo en Sevilla, Algeciras y Cádiz mantuvieron grupos. En el Levante, la presencia fue escasa.
Parece fuera de toda duda que extendió su influencia por todo el Estado y como veremos más adelante fue un punto de referencia para los sectores del movimiento obrero que con el avance de la política republicana se radicalizaban. Numéricamente, la Oposición llegaría a contar con unos mil militantes y editaría mensualmente la revista Comunismo con una tirada de 1500 ejemplares. En Catalunya editaría el semanario El Soviet hasta julio de 1932.
Las relaciones con el SI y Trotsky
Pese a estos avances, la relaciones con el Secretariado Internacional de la Oposición Internacional y con Trotsky estuvieron sometidas a continuos desencuentros. Fueron unos años jalonados de agrias polémicas que no expresaban sino la dificultad de construir una genuina dirección revolucionaria, no sólo en España, sino en todo el mundo.
Efectivamente, al calor de la lucha contra Stalin, se habían acercado a la Oposición una serie de elementos que realmente tenían poco que ver con el bolchevismo. Durante los primeros años de su existencia, Trotsky y la OPI no sólo se dedicaron a clarificar y profundizar la teoría en los diversos países sino también “a depurar la organización de los elementos bohemios, extraños, sectarios y aventureros, carentes de posiciones principistas, de una verdadera devoción a la causa, de una vinculación con las masas, sin ningún sentido de la responsabilidad y la disciplina y, por ello, mucho más propensos a escuchar la voz del arribismo Landau, Mill, Graef, Well, y demás variedades de la especie” (Tareas y Métodos de la OPI, diciembre de 1932).
Lo que para algunos historiadores llamados “marxistas” no eran sino disputas personales, provocadas por la egolatría y sectarismo de Trotsky, realmente expresaban una lucha principista, necesaria para la inmensa tarea que los Oposicionistas tenían por delante: reconstruir las fuerzas de la Revolución Mundial.
Cuando los primeros núcleo iniciales de propaganda se estaban convirtiendo en organizaciones obreras, el debate franco y abierto en todos los niveles de la organización de las disputas internacionales era imprescindible. Las relaciones organizativas sistemáticas debían reemplazar las reuniones donde un pequeño grupo de dirigentes tomaban las decisiones de forma informal. Trotsky insistió una y otra vez en que: "la democracia partidaria reside en facilitar a todos los miembros de la organización una información oportuna y completa que recoja los problemas importantes de su vida y sus luchas". La disciplina sólo podía construirse sobre una comprensión consciente por todos los militantes de la política de la organización y sobre la confianza política en la dirección.
Sin embargo, en las disputas internacionales la dirección española no siguió estos métodos. En la mayoría de los conflictos Nin se posicionó con los elementos anteriormente citados. Trotsky le acusó en numerosas ocasiones de subordinar lo político a lo personal y de no informar con claridad de las disputas, más allá de la dirección, al conjunto de la organización. De hecho, cuando las diferentes secciones nacionales habían clarificado sus relaciones con este tipo de grupos, la Oposición española en vísperas de la Conferencia Internacional de la OPI de 1933 reclamaba que participasen en ella. Lo que para Trotsky: “refleja un intento de hacer retroceder la rueca y demuestra una total falta de comprensión de las condiciones y leyes del desarrollo de una organización revolucionaria y de los métodos de selección y educación de sus cuadros. La preconferencia no sólo rechaza sino que condena tal actitud por estar en aguda contradicción con la política organizativa del marxismo”.
Es más, la crisis que la dirección de la sección española atravesó tras la celebración de su III Conferencia Nacional en marzo de 1932 no era para Trotsky sino una consecuencia práctica de los métodos utilizados.
En cualquier caso, la III Conferencia había tomado unas decisiones importantes ya que se propuso el principio de intervención en las elecciones y se cambiaba el nombre por el de Izquierda Comunista (ICE) apostando, con cierta ambigüedad, por un trabajo más abierto, sin llegar a convertirse en un nuevo partido, ante la imposibilidad de la vía del “enderezamiento” de la III Internacional.
Para Trotsky esta decisión era precipitada: “En algunas circunstancias se pueden y deben presentar candidatos propios (...) no debe ser el resultado de seguir ciegamente el principio de ‘independencia’, sino la correlación real de fuerzas (...) se trata de desplegar la bandera del comunismo, allá donde el partido comunista (oficial) no esté en condiciones de hacerlo. En la actual situación, las candidaturas independientes deben constituir la excepción y no la regl”. Lo peor de todo era que este giro táctico no se sometió a discusión en la Internacional.
Aunque nunca la ICE llegó a presentar candidatos propios, no sería demasiado arriesgado afirmar, en vista de la evolución posterior, que esta decisión encerraba una cierta subestimación de las posibilidades que el comunismo “oficial” tenía de crecer arropado por aparecer ante las masas como el heredero genuino del Octubre Ruso. De hecho, Trotsky advirtió en numerosas ocasiones de esto: “Ignorar al partido oficial, negarle un valor real, volverle la espalda, constituiría en mi opinión un grave error” (septiembre de 1931).
Hacia la IV Internacional
En estas circunstancias la evolución de los acontecimientos en España y en el resto de Europa ayudaron a ir suavizando la relaciones entre Trotsky y la Izquierda Comunista.
En efecto, en agosto de 1933 se celebraba el pleno de la Oposición Internacional. En él se ratificaba un giro que había sido planteado en los meses anteriores. Se abandonaba la vía del enderezamiento de la III internacional, se proclamaba la necesidad de luchar por una nueva Internacional, la IV, y se cambiaba el nombre de la Oposición, a partir de ahora Liga Comunista Internacional (Bolchevique-Leninista), LCI (B-L).
En realidad, este giro no invalidaba la opinión anterior de Trotsky sobre el giro español. En la declaración que sirvió de base para la preconferencia internacional de marzo de 1933 podemos leer: “Una catástrofe histórica de inmensas proporciones, como el derrumbe del Estado soviético, arrastraría en su caída a la III Internacional. Asimismo, la victoria del fascismo en Alemania y la derrota del proletariado alemán difícilmente permitirían a la Komintern sobrevivir a las consecuencias de su política desastrosa. Pero, ¿qué sector del campo revolucionario osará afirmar hoy que el derrumbe del poder soviético o la victoria del fascismo en Alemania no pueden ser impedidos ni evitados?”.
La victoria del fascismo en Alemania ante la nefasta política del KPD sería un hecho decisivo, para justificar este cambio estratégico. Para Trotsky, los que llevaban años defendiendo este giro medían los procesos no con la vara de la objetividad histórica sino con de los intereses de sus propios grupos. Pero ahora, la situación había cambiado radicalmente, la victoria del fascismo era un hecho trágico y la incomprensión, y la falta de autocrítica del PC alemán y del resto de la Internacional también.
De igual forma, en toda Europa se empieza a ver el desarrollo de corrientes y organizaciones centristas, hacia las cuales la LCI debe orientarse para desarrollar un trabajo de explicación paciente, para atraer a las filas del marxismo revolucionario a los mejores elementos de estas organizaciones. Trotsky recuerda que “la Internacional Comunista se formó con estos elementos centristas que ayer se volcaron a la revolución”.
En agosto de 1933 se convoca en París una reunión internacional de estos grupos en la que participan el ILP británico, SAP alemán, RSP holandés, OSP holandés, PCS sueco, NAP noruego, el BOC catalán, el PUP francés y otros partidos de Italia, Rumanía y Alemania.
La LCI participa y presenta una proclama sobre la necesidad de construir una nueva internacional que apoyaron el SAP, el RSP y el OSP. Significativamente el BOC se manifestó planteando que la cuestión de la nueva internacional no tenía sentido en esos momentos.
El desarrollo del centrismo
Como señala Trotsky, el centrismo no es una descripción geométrica o topográfica. Para los marxistas el centrismo es una etapa transitoria entre el reformismo y el marxismo. En los años 30, en momentos de profunda crisis del capitalismo, sectores importantes de la clase obrera experimentaron la incapacidad del reformismo para solucionar sus problemas. En esta situación surgieron tendencias centristas en el seno de los partidos de masas, especialmente en los partidos socialistas europeos, como el PSOE, el SFIO francés o el Partido Socialdemócrata noruego. Incluso durante este período se desarrollaron organizaciones de carácter centrista que aumentaron rápidamente sus efectivos, como el Partido Laborista Independiente (ILP) de Gran Bretaña, el SAP alemán y el RSP holandés.
La transición entre el reformismo y el marxismo es complicada y sólo es posible en situaciones profundamente revolucionarias. Por estas dificultades el proceso de transición puede ser más o menos largo: de hecho, el centrismo se podría definir como un estado de ánimo entre grandes sectores de trabajadores que han abandonado el reformismo y buscan inconscientemente el programa del marxismo. Trotsky diferenciaba claramente entre este estado de ánimo, muy positivo, y los dirigentes centristas que en una gran mayoría explotan estas tendencias para impedir la formación de un fuerte partido marxista de masas. Sólo una pequeña minoría son honrados y capaces de hacer la transformación hacia el marxismo.
Para algunos, Largo Caballero podría haber hecho esa evolución si hubiera habido una corriente marxista en el PSOE. Una de las características es su eclecticismo, y su desprecio por la teoría. Largo Caballero era capaz de hacer grandes discursos sobre la necesidad de la Dictadura del Proletariado para apoyar después la coalición con la burguesía en el Frente Popular (FP). Asimismo, estas tendencias suelen ser reacias a aceptar organizaciones internacionales disciplinadas, invocando siempre las “particularidades nacionales”. De esta forma sustituyen los principios del internacionalismo proletario por las relaciones diplomáticas. El Buró de Londres-Amsterdam que surgió sobre la base de la conferencia antes citada, de agosto de 1933, es caso típico de esto. Así, mientras el ILP británico estaba en contra de la Sociedad de Naciones, los dirigentes del POUM (como veremos más adelante afiliados a este organismo) firmaban algo tan contradictorio como el documento del Frente Popular donde se hacía de la Sociedad de Naciones eje de su política internacional, sin provocar en el seno del Buró el más mínimo debate.
Las relaciones personales prevalecían sobre los principios políticos. Con la victoria del fascismo, el surgimiento de grupos centristas se aceleró. A pesar de que denominemos a todas organizaciones centristas, Trotsky diferenciaba entre ellas, “en épocas de crisis el centrismo ocupa todos los lugares del arco iris”: había de derechas (el NAP noruego) o de izquierdas ( el POUM). Casi todos tuvieron una vida breve, no es casualidad, como estado de ánimo entre las masas el centrismo es coyuntural. Hubo organizaciones que se movieron del reformismo al marxismo pero también a la inversa.
En cualquier caso, a partir de ahora, los bolchevique-leninistas, nombre con el que se identifican los seguidores de la Liga Comunista Internacional (LCI), van a tener un ojo puesto en estas organizaciones; criticando con firmeza y método compañero sus limitaciones y tratando de ganar a los mejores elementos de estas.
En España veremos como la relación incorrecta de la Izquierda Comunista (ICE) con organizaciones de este tipo (BOC) y con las corrientes que surgieron en el PSOE, impidieron el desarrollo de la ICE como una fuerza de masas.
La ICE y las Alianzas Obreras
A pesar de las diferencias internacionales el trabajo no se vio limitado. De hecho, la ICE sufrirá la represión del gobierno republicano: en mayo de 1932 varios de sus militantes fueron detenidos en Madrid, Sevilla y Barcelona. Comunismo avisaba ya del peligro de una recomposición de la reacción, y su advertencia se vio corroborada con el golpe de Sanjurjo en agosto, ante el que la ICE exige la disolución de la Guardia Civil, la expulsión de las órdenes religiosas y el fusilamiento de los jefes monárquicos y Sanjurjo. Ya se empieza a hablar en España del peligro fascista. En noviembre de 1933 se celebran elecciones y vence la reacción, la ICE pide el voto en la primera vuelta al PCE y en la segunda a la candidatura obrera con más posibilidades, frente a la política sectaria en la segunda vuelta del PCE que pide el voto para sí mismo.
A partir de esta victoria electoral de la derecha, para la ICE el peligro del fascismo antes lejano es ahora inminente ya que: “Toda la burguesía es hoy fascista o por lo menos todas sus actividades conducen fatalmente, con la fuerza de una necesidad inexorable, al fascismo” (editorial Comunismo, octubre de 1933).
Esta concepción llevará correctamente a enfrentar como única alternativa al fascismo la revolución proletaria: “Actualmente el capitalismo sólo puede prolongar su vida a condición de suprimir todos los derechos conquistados por la masa productora durante la época progresiva de civilización burguesa (...) sólo el proletariado puede salvar a la humanidad de este peligro mortal. Para ello es necesario que se disponga con decisión y firmeza, no a mantener la democracia formal, empeño utópico y reaccionario a la vez. Utópico (...) porque hoy la burguesía sólo puede mantenerse mediante la más feroz dictadura. Reaccionario porque la democracia burguesa supone el mantenimiento de la burguesía como clase social dominante” (Comunismo, octubre de 1933).
Ante este peligro, tras la victoria de la derecha, la ICE lanzará una campaña por el Frente Único obrero que tendría su plasmación práctica en la creación de las Alianzas Obreras (AO). La primera de ellas el 9 de diciembre de 1933 en Catalunya. Durante todo 1934 la política de las organizaciones obreras giró en torno a las AO y el Frente Unico. Bien impulsándolas (BOC e ICE), bien con escepticismo y desprecio (CNT), bien con un claro rechazo (PCE).
A pesar de que la dirección del PSOE se negó a democratizar las AO, estas permitieron que la idea de Frente Único, unidad de las organizaciones obreras frente a la reacción, fuese del dominio común y gozase de grandes simpatías entre los trabajadores de las organizaciones no participantes. Sin que los delegados de estas fueran elegidos en las fábricas, los tajos, el campo, etc., sin una estructura estatal con órganos centralizados, sin un aparato militar ni una clara estrategia revolucionaria, las AO nunca llegaron a desarrollarse como genuinos órganos de poder obrero, como Soviets o Juntas (esenciales para el triunfo de una revolución).
La participación de la ICE en los acontecimientos que se desarrollan durante el mes de octubre de 1934 es difícil de determinar por el hecho de que los trotskistas canalizaron su actuación política a través de la AO. Se sabe que en Asturias militantes de la ICE ocuparon posiciones destacadas. Ignacio Iglesias en el Comité de Abastecimientos de Sama, Loredo Aparicio en el Comité Revolucionario de Oviedo, el responsable de la ICE en Trubia fue fusilado por la reacción. Sin embargo, cabe suponer que esta participación de la ICE en el movimiento asturiano de octubre fue más importante desde el punto de vista personal que organizativo. En Madrid, la ICE organizó un servicio de vigilancia en los cuarteles, a fin de controlar los movimientos de tropas e intentar impedir una acción sorpresa del ejército. Por otro lado intentó dar operatividad a las AO locales. El boicot socialista lo impidió.
En Catalunya, a pesar de no estar integrada por la fuerza mayoritaria y decisiva, la CNT, la AO sí funcionaba como un organismo de Frente Único (se había expulsado de la misma a aquellas organizaciones que llegaron a un acuerdo con partidos burgueses), la influencia de la ICE en la AO fue importante y desde el punto de vista político, interesante de analizar.
La AO catalana necesitaba para poder jugar un papel dirigente, vencer la no participación de CNT y romper de una forma clara el coqueteo con la burguesía nacionalista. Los obreros de CNT miraban con desconfianza a la AO porque uno de los partidos preponderantes en ésta, el BOC, lejos de un trabajo paciente de explicación en la central mayoritaria, practicaba una política sindical escisionista, viendo en cada crisis anarquista una ocasión para crear su propia central sindical. De hecho aunque el BOC argumentaba que sus seguidores habían sido expulsados de CNT en 1932, la ICE analizaba aquellas expulsiones como provocadas por el propio BOC: “obrar de otro modo no es más que orientarse hacia la escisión, que es lo que hasta ahora han llevado sus esfuerzos lo mismo los jefes del BOC que los del PCE” ( Molins i Fábrega, El Soviet, junio 1932).
En cuanto a las relaciones con la burguesía catalanista la AO supeditaba la actuación del movimiento obrero a la de la Generalitat: “El éxito o el fracaso depende de la Generalitat (...) el movimiento obrero se colocará al lado de Generalitat para, presionarle, y prometerle ayuda sin ponerse delante de ella” (Maurín, Hacia la Segunda Revolución). De nuevo la miopía nacionalista del BOC hipotecaba la acción del futuro.
La AO catalana aunque, frente a la pasividad de CNT, convocó una exitosa Huelga General en Barcelona el 5 de Octubre, no fue capaz de orientar y dirigir el movimiento quedando a la expectativa de la actitud de Companys (presidente de la Generalitat), que se limitó a declarar el Estat Catalá como una forma de salvar el honor de la Generalitat para capitular ante las tropas de Madrid sin pegar ni un sólo tiro. La justificación del BOC y también de la ICE del desenlace de estos acontecimientos se basa en el papel preponderante de CNT.
Bien es cierto que la miopía apolítica de la dirección de CNT la había mantenido al margen de la AO y que su actitud —salvo en Asturias— ante la insurrección era de escepticismo y distanciamiento. Sin embargo, ante la presión de los acontecimientos y reflejando las presiones de su base acaba aceptando la huelga general de Barcelona convocada por la AO el día 4. Su Comité Regional repartía una declaración donde hacía un llamamiento a la acción proletaria, sin esperar apoyo de la fuerza pública de la Generalitat que: "debieran avergonzar a quienes la admiten y reclaman". Como vemos las condiciones estaban dadas para superar el enfrentamiento CNT/AO, a condición de que esta dejase de situarse a la cola de la Generalitat, lo que hubiese obligado a los anarquistas a sumarse al frente único.
A pesar de que los dirigentes de la ICE, en teoría, comprendían el papel de las AO, lo cierto es que, en la práctica, Nin apenas se diferenció de la política del BOC en la Alianza Obrera catalana, respecto a su postura seguidista de la pequeña burguesía nacionalista.
La cuestión del entrismo. Hacia la formación del POUM
A los pocos días de la derrota de la Comuna se inicia el balance. La conclusión se hace evidente: Lo que ha faltado en todo el proceso ha sido la presencia y la acción de una auténtica vanguardia revolucionaria. Un partido verdaderamente bolchevique que fuera capaz de oponerse a las claudicaciones y vacilaciones de los dirigentes reformistas y conducir a la clase obrera a la victoria. En esto parecen coincidir el BOC, la ICE, y las Juventudes Socialistas (JJSS).
Las JJSS habían sufrido un importantísimo proceso de radicalización durante el cual el prestigio e influencia de la ICE progresaron aceleradamente. El órgano juvenil de Madrid, Renovación, escribió en muchas ocasiones que los “trotskistas” eran los mejores revolucionarios y teóricos de España, invitándolos a ingresar en la juventud y el PSOE para ayudar a “bolchevizarlos”.
Como hemos visto este proceso de giro a la izquierda en el socialismo oficial y surgimiento de agrupamientos centristas se estaban dando en buena parte de Europa. Para Trotsky no hay duda posible; en agosto de 1934 los trotskistas franceses, agrupados en torno a La Veritè, entran al partido Socialista SFIO, Sección Francesa de la Internacional Obrera, donde extienden su influencia en la Federación del Sena y en la Juventud, cambiando su nombre por “Grupo Bolchevique-Leninista SFIO”.
El terreno es más favorable en España. A pesar de sus progresos, la ICE es débil numéricamente y le faltan conexiones con las masas obreras atraídas por las grandes organizaciones. Trotsky insiste en que hay que construir dentro del PSOE y las JJSS una sólida fracción, para ganar a los miles de militantes socialistas que estan buscando una salida marxista y desde esta posición ejercer una influencia decisiva sobre los militantes del PCE, sorprendidos por el brusco giro de su partido hacia los “Frentes Populares” y sobre los de la CNT, desorientados por la impotencia de su pregonado apoliticismo. Es necesario dotar de una forma verdaderamente bolchevique esta radicalización espontánea.
La discusión sobre el giro hacia las organizaciones socialistas, se inicia en España en septiembre de 1934. En un pleno nacional el día 15, Fersen manifiesta su oposición total al “nuevo curso” y hace un llamamiento a organizar un grupo en la LCI que reuniese a todos los adversarios del giro. En palabras de Andrade: “estas proposiciones (en contra del giro) no fueron ni siquiera discutidas: el pleno nacional de nuestra organización las aprobó por unanimidad” (Carta a un camarada americano, junio 35). La editorial del último número de Comunismo, de septiembre del 35, ratificaba esto: “de ninguna manera, por un utilitarismo circunstancial, podemos fundirnos con un conglomerado muerto, llamado a romperse al primer contacto con la realidad”.
Ante la insistencia de Trotsky y el SI, en abril de 1935 el Comité Ejecutivo de la ICE se reunía y aprobaba una resolución donde defendía la continuación de las discusiones, iniciadas desde primeros de año, con el resto de partidos obreros de Catalunya hasta la fusión con los que se pusiesen de acuerdo en el programa (la propia declaración prevé que serán ICE, BOC y el pequeño Partido Catalán Proletario). Una vez realizada la fusión, entrada de la ICE en el PSOE en el resto de España, manteniendo la fracción organizada y haciendo llamamientos al PSOE para la fusión con el partido que surgiese de las discusiones en Catalunya.
Sin embargo el Comité Ejecutivo se encontró solo frente a la mayoría de la organización. Una lectura atenta de las notas y editoriales de Comunismo sobre el PSOE durante 1934, nos pueden ofrecer una explicación de este resultado. Si bien es cierto que de una forma correcta se insiste en las limitaciones de los sectores izquierdistas del PSOE se aprecia una tendencia a considerar este proceso de radicalización como meras maniobras del aparato, minusvalorando el efecto que estos procesos podían tener en la propia base socialista. Así, no es de extrañar, que la base de la ICE, maleducada por la dirección, en el momento de la discusión estuviese totalmente imbuida de sectarismo doctrinal que le hizo rechazar el trabajo en el PSOE. El propio Andrade, miembro del Comité Ejecutivo, identificaba meses después el giro francés como “un chanchullo con el movimiento socialista”.
Unicamente un puñado de militantes de Madrid apostó por el giro. Entre ellos destacaban Esteban Bilbao y Fersen, quien desde la cárcel y tras sus discusiones con militantes y dirigentes socialistas, rectificó su postura inicial y envió una carta al Comité Ejecutivo planteando entrar al PSOE. Munis otro de los miembros madrileños posicionados con el trabajo hacia el PSOE describe su experiencia en Jalones de Derrota, Promesas de Victoria: “Siendo yo representante de la ICE en la AO de Madrid, miembros del Comité madrileño de las JJSS me propusieron ingresar en esta. Argüí que me placería, pero que no ingresando sino yo personalmente, sólo podía aceptar previo consentimiento de mi organización, y en caso de que se me permitiese seguir desempeñando mis funciones de militante de la misma. Los proponentes estuvieron conformes sin el menor regateo (...). Desgraciadamente la ICE se negó a autorizar mi ingreso, so pretexto de mayor utilidad, y hube de someterme a la disciplina”.
Finalmente algunos militantes de Madrid, rompiendo la disciplina, dieron el paso de entrada en la juventud. Era ya algo tarde y el grupo demasiado pequeño para ganar la influencia necesaria.
El campo para que las JJSS fueran ganadas al estalinismo se abría de una forma clara, pero no era la primera vez que la ICE menospreciaba la influencia que pudiera desarrollar éste. Andrade escribía en Comunismo en septiembre del 34: “El estalinismo está en plena descomposición y liquidación. Los partidos estalinistas disminuyen cada día y pierden toda autoridad sobre las masas obreras” y frente a la prevención que desde el SI se hacía: “Corremos el grave peligro de que podamos empujar esta corriente progresiva del PSOE a los brazos de los estalinistas” (1 julio 1935), el mismo Andrade opinaba: “Los reformistas del PSOE llegarán a vencer a la tendencia de izquierda y a reducirla al silencio, y entonces llegará la escisión. En ese momento, el reagrupamiento de los elementos sanos de JJSS se hará en torno al nuevo partido [se refiere al POUM]” (29 de junio de 1935, Carta a un camarada americano).
La historia habla por sí misma. Las JJSS y las Juventudes Comunistas (JJCC) se fusionaron en la JSU (Juventud Socialista Unificada) bajo el control ideológico del estalinismo. Como señala Munis: “No se necesitaba ser un genio previsor para comprender que la conquista de la Juventud Socialista era el primer paso para la conquista de las masas (...). La ICE no supo ser lo bastante dúctil para ir a su encuentro (...). Fue un error de vastas consecuencias”.
Como hemos visto, todo este debate coincidió en el tiempo con las discusiones entre las fuerzas obreras de Catalunya en torno a la necesidad de crear un partido unificado. Finalmente en las mismas se quedaron solos BOC e ICE, aprobando en Julio, sus respectivos Comités Centrales, las tesis del nuevo partido. El día 12 aparecía el nombre de Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en la cabecera de La Batalla —hasta entonces órgano del BOC—para finalmente realizarse la reunión constitutiva del partido, el 29 de septiembre de 1935.
Ante las protestas del SI y Trotsky, el Comité de la ICE responde tajante en una declaración el 21 de julio, donde explica que no tenía sentido mantenerse como fracción en el nuevo partido, puesto que este asumía plenamente su programa y termina: “Faltos de tiempo, no podemos enviaros la información que pedís. Por otro lado, dada vuestra incomprensión de base en los asuntos españoles no creemos que os fuesen útiles”.
A la lucha por un nuevo partido, por la diferenciación política preconizada por Trotsky, sus antiguos discípulos opusieron (como analizaremos después) una fusión de los viejos aparatos sobre la base del programa del BOC, despedazando el único programa revolucionario existente en España, el de la ICE. Así la superación del “aislamiento sectario” usado como justificación para la fusión por Nin y Andrade , permanecía evidente en todo el resto de la península, pero además a un precio muy alto.
Aunque la vinculación a la dirección internacional quedaba definitivamente rota, Trotsky intentó influir en el nuevo partido: “oficialmente nuestra sección desaparece (...). Esta momentánea desaparición debe ser entendida como una etapa en el camino de la construcción de un partido revolucionario, sección española de la IV Internacional”. “El nuevo partido está proclamando. De acuerdo. En lo que pueda depender de factores internacionales, deberemos hacer todo por ayudar a este partido a ganar en potencia y autoridad. Lo cual únicamente será posible en el camino del marxismo consecuente e intransigente. En este camino estoy dispuesto, así como todos los camaradas del SI, a la colaboración que se nos pida”. La posterior evolución del POUM no hará sino alejarlo más de Trotsky.
Los reagrupamientos ideológicos acontecidos en 1935 tendrán una importancia vital para el desarrollo de la revolución. Si en 1934, los partidarios de una nueva internacional tenían una influencia real y posibilidades para extenderse, hacia fines de 1935 no había (con la liquidación de la ICE) ningún grupo que sostuviera la necesidad de una clarificación ideológica y la denuncia de la colaboración de clases realizada bajo la bandera de la unidad en el Frente Popular.
Los cinco años de existencia de la ICE son una experiencia incomparable para cualquier revolucionario honesto que quiera aprender de la historia. Fue la única organización que comprendió y expuso claramente el carácter socialista de la revolución, la organización con el programa más consecuente desde un punto de vista de clase.
Sin embargo un programa justo no es suficiente. Es necesario que el partido como expresión viva del programa, actúe con la determinación, energía y flexibilidad táctica necesarias. Si nos hemos detenido tanto en las continuas polémicas entre Trotsky y Nin, es porque en esto último es donde la ICE falló. Una y otra vez Nin expresó, frente a la necesaria aunque incómoda lucha principista, una incorregible tendencia a la conciliación, a la sustitución del análisis marxista en las polémicas internacionales por consideraciones sentimentales y psicológicas. Trotsky avisó una y otra vez al grupo español sobre los peligros de entender el partido como algo meramente propagandístico, como algo sólo orientado a la crítica y no a la intervención práctica; se quejaba amargamente de la falta de informes sobre el trabajo práctico de la sección. Sin embargo, las respuestas de Nin solían ser justificaciones, como cuando se escudaba en cuestiones técnicas para explicar el cierre del semanario El Soviet, tras sólo siete números.
La cantidad acaba transformándose en calidad; los errores prácticos acumulados acaban siendo errores políticos. Y por encima de todo, la incompresión de los dirigentes de la ICE del papel de los partidos de masas, especialmente del PSOE y del proceso de toma de conciencia de los trabajadores. La radicalización de las JJSS es considerada como una maniobra oportunista de la dirección. El trabajo en el seno del movimiento socialista rechazado sectariamente: “no vamos a contaminarnos en esa charca reformista”. Por todos esos errores de grupúsculo pagaron un alto precio: liquidaron a la ICE, dando lugar a un partido centrista que profundizará esta política. El POUM, como señala Munis: “Su enorme potencialidad revolucionaria se perdió. Su herencia positiva, recogida y desenvuelta por algunos de sus miembros, condujo a la fundación de la Sección Bolchevique-Leninista, apenas estallada la guerra civil". Demasiado tarde para poder jugar un papel significativo.
El POUM y el Frente Popular
Nace un nuevo partido con las suspicacias de muchos militantes bloquistas hacia los miembros de la ICE. Estos recelos impiden una necesaria cohesión interna y provocan la deserción de varios dirigentes del BOC (Ferrer, Colomer, etc.) que terminarán en el PSUC.
El nuevo partido cuenta entre 5.000 y 7.000 miembros según las fuentes, concentrados mayoritariamente en Catalunya. Los miembros procedentes del BOC eran mayoría abrumadora en los órganos dirigentes. Nin será director de la revista teórica mensual La Nueva Era y el encargado de los asuntos sindicales.
Las tesis programáticas del POUM no caracterizan la revolución como socialista. En el terreno internacional se adhiere al Buró de Londres o Comité Internacional por la unidad socialista (IAG) (Trotsky criticará duramente este hecho), y en el terreno organizativo dice asumir el centralismo democrático, aunque prohibe expresamente la existencia de fracciones.
En torno a la convocatoria de elecciones para febrero de 1936 giraron la mayor parte de las discusiones tácticas de las organizaciones obreras españolas. El POUM critica el giro frentepopulista de la Internacional Comunista y explica cómo esto significa subordinar los intereses de la clase obrera a la burguesía y aboga porque sea la Alianza Obrera quien presente una candidatura de clase.
Sin embargo en el Pacto de Alianza electoral del Frente Popular del 15 de enero de 1936, aparece la firma de Juan Andrade por el POUM. Este brusco giro será justificado por el ambiente unitario entre la clase: “El movimiento por el Frente Popular era tan aplastante que nuestro partido se vio obligado a unirse” (Andreu Nin, 5 de abril de 1937), y por consideraciones de tipo técnico que imposibilitaron presentar candidatos propios.
Trotsky se encargará de señalar las contradicciones de esta postura, explicando que: “la técnica electoral no puede justificar la política de traición consistente en proponer un programa común con la burguesía” y afirmando que la firma del pacto convierte al POUM en la “cobertura de izquierda” de la coalición.
A pesar de los argumentos de la dirección del POUM la realidad nos indica que poco ganaron en el terreno meramente electoral. Un único diputado, Maurín, por Barcelona. Frente a los obstáculos del resto de partidos del FP, Nin y Gorkin, optan por retirar sus candidaturas en Teruel y Cádiz.
Tras la victoria electoral de la izquierda, el POUM retoma su libertad y plantea que ha firmado el pacto para frenar a la derecha y tiene libertad de crítica hacia el FP. Trotsky señala lúcidamente las consecuencias de estos giros y vaivenes: “El giro de La Batalla con respecto al FP no puede inspirarnos ninguna confianza. No se puede decir el lunes que la Sociedad de Naciones es una cuadrilla de bandidos y el martes invitar a los electores a votar el programa de la SDN, para explicar el miércoles que la víspera sólo se trataba de una maniobra electoral y que se va a retomar el verdadero programa. El obrero serio se preguntará: ¿Qué van a decir esas gentes el jueves o el viernes? (...) Porque a cada intento de criticar el FP —y Maurín y Nin hacen ahora desesperados intentos en este sentido—, los burgueses radicales, los socialdemócratas y los comunistas replicarán invariablemente: ‘Pero si vosotros mismos habéis participado en la constitución del FP y habéis firmado su programa’. Y si estos señores intentan salvarse con una evasiva viciada del tipo: ‘Sólo se trataba de una maniobra electoral’, sólo servirá para hacerles más ridículos”.
Las vacilaciones poumistas quedan de manifiesto en el material publicado en los meses posteriores a febrero exigiendo un verdadero gobierno de Frente Popular con la participación en él, de ministros procedentes de partidos obreros, “para completar la experiencia democrática de las masas” (La Batalla, 17 de julio de 1937). Una consigna absolutamente alejada del método marxista, puesto en práctica por los bolcheviques en 1917, de demostrar la necesidad de un Estado obrero y la imposibilidad de reformar el Estado burgués.
En el terreno sindical, el POUM convoca el 2 y 3 de mayo una Conferencia de Unidad Sindical que cuenta con la asistencia de 200 delegados en representación de 60.000 obreros, agrupados en 145 sindicatos. La conferencia aprueba la constitución de la Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS), en teoría no como una nueva central sindical, sino como una plataforma para la unificación de las existentes. El Secretario General será Nin. La base de la FOUS será los sindicatos que había dirigido el BOC y se puede afirmar que era la segunda fuerza sindical Catalana tras CNT, dirigiendo las huelgas más importantes en Catalunya antes de la guerra. En el resto del país el POUM apuesta por la afiliación a UGT para trabajar por la unidad sindical.
El estallido de la guerra. El doble poder. Los soviets
Con la sublevación militar, asistimos en los meses de agosto y septiembre, a los momentos más álgidos de la Revolución española. En Catalunya la Generalitat se convertía en un gobierno nominal pasando el poder político al Comité Central de Milicias; en Aragón lo detentaba el Consejo, creado por los anarquistas, y en Valencia un Comité de Huelga formado por CNT-UGT.
En el terreno teórico el POUM clama por la necesidad de dirigir la revolución hacia la planificación socialista de la economía, para lo cual era indispensable un gobierno obrero. En este momento se puede pensar en un nuevo acercamiento entre Nin (jefe del partido, tras la detención de Maurín en territorio franquista) y Trotsky.
La experiencia de seis meses de gobierno de Frente Popular condenaba ante muchos militantes la firma de enero. Nin y Trotsky parecen coincidir en el alcance de la situación. Nin: “El desencadenamiento de la rebelión del 19 de julio acelera el proceso revolucionario, provocando una revolución más profunda que la rusa”. Trotsky: “El proletariado español (...) por su peso específico (...) se encuentra desde el primer día de la revolución, no por debajo, sino por encima del proletariado ruso...”.
En agosto Trotsky remite una carta: “Hay que superar las pasadas divergencias” e insiste en la necesidad de una aproximación sincera y duradera y se ofrece a colaborar en La Batalla; en la misma defiende la urgencia de orientarse hacia la base cenetista.
Tras unos primeros contactos entre Nin y Rous, delegado del Secretariado internacional, todo se interrumpe. El grupo Bolchevique-Leninista recién constituido pide su ingreso en el POUM. Nin responde exigsiéndoles que condenen públicamente el movimiento por la IV Internacional y que renuncien a todo trabajo como fracción en el partido. Algunos historiadores han explicado esta nueva ruptura por las torpezas de Rous en las conversaciones, sin embargo como la evolución del POUM demuestra, puede pensarse que los desacuerdos tácticos eran muy profundos, más de lo que los primeros días de entusiasmo dejaban ver.
En septiembre se constituye en Madrid un gobierno de Frente Popular que incluye a republicanos, socialistas y comunistas presidido por Largo Caballero. El día 6 en un mitin en el Gran Price de Barcelona Nin afirma: “(...) en relación a la situación presente representa un paso atrás. La consigna de la clase trabajadora en los días que vienen es: ¡Fuera del gobierno los ministros burgueses y viva el gobierno de la clase trabajadora!” En el mismo mitin y tras una nueva pirueta teórica afirma: “Si la dictadura del proletariado es la autoridad ejercida única y exclusivamente por la clase trabajadora, la anulación de todo derecho político y de toda libertad para los representantes de las clases enemigas. Si la dictadura del proletariado es eso, compañeros, yo os afirmo que hoy en Cataluña existe la dictadura del proletariado”.
La realidad catalana era bien distinta. La insurrección de julio había hecho surgir todo tipo de Comités. Los Comités locales reemplazaron las municipalidades burguesas y aseguraron las funciones ejecutivas, judiciales, etc. del Estado. Estos Comités convivían con los restos del estado burgués, practicamente barridos por la ola revolucionaria, pero que seguían existiendo esperando mejores tiempos. Lo que teníamos era una situación de doble poder que solo se podía resolver con la victoria de uno u otro. Se trataba de un retroceso de la legalidad burguesa pero no de su abolición total.
La única política revolucionaria consecuente sería profundizar en este camino. Dotar de una dirección centralizada a esos comités, democratizarlos logrando una representación directa de las masas en vez de representación de las organizaciones. En definitiva agitar por la conversión de los comités en verdaderos soviets. El POUM debía haber hecho esto en las zonas que controlaba, no contentarse con pedírselo al gobierno. Tenía bajo su mando a más de 10.000 milicianos. El ejemplo de unos cuantos Comités en unas cuantas fábricas y regimientos arrastraría a las masas a esta forma de organización, el método más democrático de representación conocido por la humanidad. Era la única manera de arrancar la dirección política de la clase obrera de las manos de los estalinistas y anarquistas. Era la única que daba al POUM la posibilidad de convertirse en la vanguardia de la clase obrera. La forma soviética de organización se basa directamente en las fábricas, en la representación directa de cada fábrica a nivel local. Esto permite el contacto directo de los representantes con la fábrica, permitiendo al soviet renovarse a través de elecciones y de esta manera reducir al mínimo el desequilibrio entre el desarrollo político de los representantes y el de los representados. Sólo en órganos de este tipo puede la vanguardia revolucionaria pasar a ser mayoría.
El ejemplo de 1917 es significativo.
Sin embargo Nin, sustituía la dictadura del proletariado, como una forma estatal, apoyada en las amplias bases de la red de consejos obreros, campesinos y combatientes, por una concepción totalmente diferente: un acuerdo conjunto entre los altos dirigentes de las organizaciones obreras para tomar la responsabilidad de gobierno.
Para justificar esta actuación, Nin retomará del baúl de los recuerdos aquella vieja idea expresada a raíz de la creación de las Alianzas Obreras, por la cual, en España no podían surgir soviets como en Rusia, porque aquí había otras tradiciones: “Nuestro proletariado, sin embargo, tiene sus sindicatos, sus partidos, y sus organizaciones propias. Por esta razón los soviets no han aparecido entre nosotros” (abril de 1937).
A Nin se le olvidan la gigantesca tradición democrática y sindical de países como Alemania o Austria donde en 1919 se formaron soviets. Lo que en realidad se le olvida a Nin (aprendiendo de la experiencia rusa de 1917) es entender el necesario papel dirigente del partido en los soviets, donde éstos se diluyen progresivamente, quedándose en nada.
La entrada al gobierno de la Generalitat
Sobre estas confusas concepciones teóricas, el POUM dará un nuevo paso en falso. El 26 de septiembre se constituye un nuevo gobierno de la Generalitat, en el que participan Esquerra, Unió de Rabassaires, PSUC, CNT-FAI y POUM. Nin se convertía en consejero de Justicia sin ni siquiera consultar a su base.
La justificación teórica para esto se comenta por sí sola: “Nuestro partido ha entrado a la Generalitat porque no ha querido ir contra corriente en estas horas de extrema gravedad, y porque ha considerado que la revolución socialista puede ser impulsada a partir de la Generalitat” (Juventud Comunista, órgano juvenil de la JCI, 30 de septiembre 1936).
En otras palabras el POUM pone en manos del esqueleto del Estado burgués la tarea de la revolución.
Además el POUM vuelve a insistir en los mismos argumentos que justificaron su entrada en el Frente Popular: “Nos hubiésemos quedado aislados, este acto consagra la unidad con las clases medias”, etc, etc, etc.
El día 1 de octubre el Comité Central de Milicias se autodisuelve y se adhiere a la Generalitat y el día 9 un decreto de ésta disuelve todos los comités locales.
En realidad si el POUM (que a finales de 1936 contaba con unos 40.000 militantes) se hubiese pronunciado contra la colaboración con el Estado burgués y se hubiese apoyado en los Comités se podía haber convertido en el factor decisivo y no “desaparecer de la escena política” como planteaban sus dirigentes.
Esta postura hubiese conectado con la base cenetista, desorientada por su dirección. Sin embargo Nin y los dirigentes del POUM. se conformaron con ser los “consejeros de izquierdas” de la Generalitat y la CNT, mientras estos los trataban con desprecio. La orientación a la base de CNT, siempre recomendada por Trotsky, se quedaba en palabras. En septiembre de 1936 la FOUS se disolvía en la UGT, en lugar de integrarse en el sindicato que tenía la llave de la Revolución. Con una orientación clara, los miles de militantes de la FOUS, podían haber tenido una incidencia decisiva en CNT.
No nos detendremos aquí, en las medidas del gobierno, del que Nin era ministro. Baste decir que el retorno a la estructura y a la forma burguesa de poder posibilitará el freno a la revolución y la vuelta a la situación anterior al 19 de julio.
El gobierno de Tarradellas-Compa-nys legalizó en un primer momento buena parte de las conquistas de la revolución, para inmediatamente suprimir los instrumentos que la hicieran posible.
Cuando el trabajo sucio estaba hecho, expulsó del gobierno al POUM (diciembre de 1936) ante el silencio cómplice de la dirección de CNT, que tanto había mimado Nin.
El biógrafo de Companys, Ossorio y Gallardo, relata así la situación: “Companys, que ha reconocido el derecho de los obreros a gobernar e incluso les ha ofrecido abandonar su puesto, maneja las cosas con tal arte, que poco a poco reconstituye los organismos legítimos de poder, deshace la acción de los consejos y deja a los organismos obreros reducidos a su papel de auxiliares, de asesores, de ejecutores. A los cuatro o cinco meses estaba restablecida la normalidad”.
La respuesta del POUM a la contrarrevolución
Sin oponerse al progresivo desmantelamiento de los comités, el POUM es expulsado del gobierno de la Generalitat el 12 de diciembre de 1936, bajo la presión de la URSS y el silencio de la CNT.
La contrarrevolución estaba avanzando pero no estaba completada. Se inició con la progresiva liquidación de los comités y tenía que continuar atacando las milicias obreras y las patrullas y fuerzas armadas de partidos y sindicatos, los últimos reductos donde la clase obrera tenía el predominio absoluto. La permanencia de estas fuerzas ponían en duda el papel del gobierno de Madrid, de la Generalitat y su Conserjería de Orden Público, y su existencia eran un claro obstáculo para la reconstrucción total del orden burgués.
Con el argumento de la necesidad de un mando unificado, se va a pasar a reconstruir un ejército tradicional, donde se prohibe la política y se recupera a una casta de oficiales provenientes de la burguesía y el estalinismo.
Las milicias del POUM ven con reparos esta orientación, advierten de los peligros desmoralizadores entre la tropa y ponen sobre la mesa el verdadero carácter del debate ¿quién controlará el ejército: la burguesía o la clase obrera?
Sin embargo la respuesta práctica al nuevo modelo de ejército fue tímida, la consigna del POUM "comando unificado bajo control de las organizaciones obreras" no preveía el mecanismo para su concreción práctica. La consigna adecuada era la fusión de todas las milicias y los pocos regimientos que quedaban en una fuerza única, con elecciones democráticas de comités de soldados en cada unidad, centralizando en una elección general de soldados delegados a un Consejo Nacional. La eficacia de este método la podía haber demostrado el POUM llevándolo a cabo en los 10.000 milicianos que controlaba. Sin embargo la dirección del POUM prohibió elecciones de comités de soldados, entre otras razones por miedo a que se desarrollase la cada vez más significativa oposición por la izquierda a su actuación.
La contrarrevolución se expresa en otros terrenos. La censura afecta con virulencia al POUM, La Junta de Defensa de Madrid (controlada por estalinistas) suspende el semanario del POUM, se niega el derecho a publicar La Antorcha (órgano de la Juventud Comunista Ibérica, sección juvenil del POUM), los locales del POUM en Madrid son asaltados, etc… La policía se reorganiza en líneas burguesas, el 28 de febrero se prohibe a los carabineros pertenecer a partidos políticos o sindicatos. Esta medida la hace suya la Generalitat el día 1 de marzo, provocando una crisis de gobierno con la amenaza de salida del mismo de los miembros de CNT.
Frente a este avance contrarrevolucionario la política del POUM es vacilante. Por un lado no se sacan las conclusiones oportunas de su participación en el gobierno de la Generalitat. Ningún partido revolucionario está inmunizado de errores, pero lo importante es saber corregirlos, extrayendo todas las lecciones. Lejos de esto, el POUM pinta una imagen idílica de su participación en el gobierno de la Generalitat, señalando que la contrarrevolución comienza con su expulsión y trabajando con la perspectiva de volver al gobierno.
En realidad tal y como señala Trotsky: “Habría que decir: la participación del POUM en el gobierno catalán facilitó a la burguesía la posibilidad de reforzarse, de expulsarnos y de tomar abiertamente el camino de la reacción” (23 de abril 1937). Contrariamente a lo que cree Nin, no es la exclusión del POUM del gobierno catalán lo que marca el principio de la reacción, sino su entrada a ese gobierno. De hecho es en la actuación del POUM durante la crisis de la Generalitat de marzo donde se aprecia que no se había sacado conclusiones de la experiencia ministerial.
El 30 de marzo el Comité Central del POUM aprueba una moción declarando la necesidad de un gobierno “formado por representantes de todas las organizaciones políticas y sindicales, campesinos y combatientes que a su vez elegiría un gobierno permanente de obreros y campesinos”. Esto, que suena casi a “soviets” no puede ser planteado como una tarea de un gobierno del que forman parte los dirigentes estalinistas y burgueses como Companys. Planteándolo como una petición al gobierno de la Generalitat, el POUM no estaba denunciando el verdadero carácter de éste y lo único que hacía era sembrar ilusiones en la Esquerra y el PSUC, y en que el retorno del POUM a la Generalitat arreglaría las cosas. Como vemos la fórmula poumista no era más que volver al gobierno de septiembre-diciembre, del que fue expulsado. Trotsky señala las insuficiencias de esta fórmula: “Pero desgraciadamente es al gobierno burgués-reformista a quien el POUM propone convocar el congreso que deberá sustituir ‘pacíficamente’ al gobierno burgués. La consigna revolucionaria se ha transformado en una frase vacía” (23 de abril de 1937).
Nin, días antes ha escrito: “La CNT debe hacer su examen de conciencia, abandonar sus viejos prejuicios, cien veces superados por las circunstancias. ¿Se trata de luchar por el poder mediante la violencia? No. Hoy la clase obrera, con las posiciones que aún conserva puede atacar el poder sin recurrir a la violencia” (La Batalla, 22 marzo de 1937).
En cierta medida, esa era la situación que se había dado en España entre julio y septiembre. Pero a partir de aquí la reacción había pasado a la ofensiva, haciendo imposible la perspectiva del POUM. Trotsky criticó abiertamente este planteamiento: “Ya hoy el poder se encuentra en las manos de los altos militares y de la burocracia aliada con los estalinistas y los anarcorreformistas.(…) En esas condiciones, hablar de la conquista pacífica del poder, es engañarse a sí mismo y engañar a la clase obrera (…) La dulzona y falsa perspectiva de conquista pacífica del poder, da por tierra con todos los razonamientos radicales de Nin sobre la dictadura del proletariado” (23 de abril de 1937).
La política de la dirección del POUM generará importantes críticas en sectores del partido. La agrupación de Madrid (duramente castigada por la represión estalinista) mantendrá posturas cercanas a Trotsky. En Barcelona la izquierda se agrupa en torno a la “célula 72” y Josep Rebull, redacta en abril unas tesis donde critica el seguidismo y claudicación ante la dirección de CNT y la colaboración en la Generalitat, arrastrando a la mayoría de la militancia barcelonesa.
Nin presionado por la derecha del partido, la Federación valenciana y sobre todo antiguos dirigentes del BOC (ferozmente antitrotskistas) reacciona ante la izquierda con mecanismos burocráticos. Así, el partido, con una militancia desorientada por la política de su dirección, va a hacer frente a la prueba definitiva. El debate sobre la posibilidad de la toma pacífica del poder queda resuelto en la práctica con los acontecimientos de mayo.
Derrota de la revolución y aplastamiento del POUM
Los acontecimientos de marzo y abril estaban preparando una salida violenta. Durante la segunda quincena de abril fuerzas de Carabineros, Guardia Civil y de Asalto intentan desarmar y quitar el control de aduanas y otros servicios a las patrullas de CNT. El 27 de abril la Generalitat promulga un nuevo decreto donde da un plazo de 48 horas para que CNT y POUM entreguen todas las armas bajo su control.
El propio Nin reconoce los avances de la contrarrevolución : “La burguesía, atemorizada en los primeros meses de la revolución, levanta cabeza e intenta consolidar sus posiciones (…) Pero la relación de fuerzas aunque modificada en los últimos tiempos sigue siendo favorable al proletariado. Para que esta relación de fuerzas favorable sea decisiva es preciso emprender resueltamente el camino de la conquista del poder” (La Batalla, 1 de Mayo).
La oportunidad final para esta conquista del poder se presenta sólo dos días después. La contradicción entre las fuerzas revolucionarias y las contrarrevolucionarias tenía necesariamente que estallar. El intento de tomar la Telefónica (bastión cenetista desde el 19 de Julio) por guardias de asalto comandados por miembros del PSUC es el accidente que provoca el estallido.
La clase obrera responde espontáneamente a la provocación. En dos horas aparecen barricadas en todo Barcelona. La mañana siguiente los obreros armados dominan la mayor parte de la ciudad. La mayoría de testigos de aquellos acontecimientos coinciden en que con una dirección decidida por parte de CNT y POUM la toma de Barcelona y la constitución de un gobierno revolucionario eran totalmente posibles.
La noche del 3 de mayo el Comité Ejecutivo del POUM se reúne con el Comité Regional de CNT para proponerles la creación de un órgano común que dirigiese la lucha para conquistar el poder. La respuesta de CNT es fría y sigue formando parte del consejo de la Generalitat.
Era el momento para que el POUM se diferenciase. A pesar de la dirección de CNT, sus cuadros medios se encontraban en las barricadas. El POUM hubiese podido encontrar un verdadero eco entre ellos, proporcionándoles un programa de insurrección. Sin embargo la dirección del POUM vaciló una vez más, tuvo miedo de aparecer en solitario y se plegó ante el colaboracionismo de la dirección cenetista.
Sólo un grupo de antiguos militantes de FAI, el grupo “Los Amigos de Durruti” se pronuncia por una junta revolucionaria y la toma del poder y pegan pasquines por toda Barcelona. En este sentido se pronuncia la izquierda del POUM y el pequeño grupo Bolchevique-Leninista que edita La Voz Leninista. Este grupo se había reconstituido en noviembre de 1936. Su militancia era en su mayoría extranjeros seguidores de Trotsky. A pesar de su no admisión como grupo en el POUM, muchos militaban en este partido.
El 6 de mayo, La Batalla publica una breve nota en la que se pide la reintegración de los obreros al trabajo, el cese de hostilidades y el abandono de las barricadas. Al día siguiente publica un manifiesto donde afirma: “Desbaratado el intento por la magnífica reacción de la clase obrera, se impone la retirada”. (La Batalla, 7 de mayo). Incluso el 12 de mayo, Nin ratifica: “Tenemos el orgullo de proclamar que la actitud de nuestro partido contribuyó eficazmente a poner fin a la lucha sangrienta (…) y a evitar que el movimiento obrero se viera aplastado por una feroz represión”. (Comité Central del POUM, 15 de mayo.)
No tardará en evidenciarse que lo que se presenta como el desbaratamiento de una provocación contrarrevolucionaria no sería sino la victoria definitiva de la contrarrevolución. La izquierda del POUM encabezada por Rebull señala las carencias de este análisis: “Los primeros resultados de esta insurrección obrera constituyen una derrota para la clase obrera, y una nueva victoria para la burguesía pseudodemocrática. Sin embargo, una actividad más efectiva, más práctica, de la dirección de nuestro partido, hubiera significado para los trabajadores, por lo menos una victoria parcial” para a continuación explicar cómo habiendo constituido un Comité Central de Defensa sobre representantes de las barricadas se hubiera podido avanzar en constituir un organismo central de defensa que se hubiese mantenido como embrión de doble poder (soviet) para tomar el poder o en su defecto “continuar con más autoridad que nunca la lucha contra el gobierno burgués”.
El mismo día que el Comité Central del POUM aprobaba su análisis, la dirección del PCE exigía al gobierno de Largo Caballero la prohibición del POUM. A partir de aquí la contrarrevolución se consolida. Una clase obrera sin dirección, que ha abandonado las barricadas mientras sus dirigentes le hablaban de que habían ganado el pulso a la reacción, se ve impotente para frenarla.
La represión contra el POUM, la izquierda cenetista, y los trotskistas se generaliza. No es aventurado afirmar que una buena parte de la dirección del POUM no comprende lo que esta pasando . La confusión a la hora de caracterizar las jornadas de mayo tiene consecuencias prácticas. El partido no se prepara para la represión y la ilegalidad, no crea un sólido aparato clandestino y cuando el gobierno declara ilegal el partido el 15 de junio, su comité ejecutivo es detenido al completo.
Esta desorientación se confirma con la reciente publicación de un documento, hasta ahora inédito en castellano, donde Andreu Nin profundiza en su afirmación de la imposibilidad de formar soviets en la España de los años 30, por la existencia de sindicatos poderosos y, yendo más allá, niega que en ningún momento se hubiese dado en nuestro país una situación de doble poder tras el 19 de Julio:
“No existía pues dualidad de poderes, sino dos organismos análogos por su constitución social y su espíritu”, se refiere el gobierno de la Generalitat y al comité central de Milicias antifascistas. (El problema de los órganos de poder en la Revolución española, escrito, en contestación a las críticas de Trotsky, para el congreso del POUM de junio que nunca llegó a celebrarse).
Aprender del pasado para preparar el futuro
A partir de mayo la contrarrevolución avanza sin freno. Nin es separado del resto del Comité Ejecutivo y trasladado a una cárcel secreta de la GPU (la policía estalinista en suelo español) de Alcalá de Henares. A pesar de sus errores, el carácter de revolucionario integral de Nin es algo indiscutible; baste si no la lectura de las siguientes párrafos del libro del dirigente del PCE Jesús Hernández, Yo fui ministro de Stalin:
“Orlov y su banda secuestraron a Nin con el fin de arrancarle una ‘confesión’ reconociendo que llenaba el oficio de espía al servicio de Franco. Sus verdugos, peritos en el arte de ‘ablandar’ a los presos políticos y de arrancarles declaraciones ‘espontáneas’, creyeron encontrar en la naturaleza enfermiza de Nin un auxiliar en su infame menester (…).
El suplicio de Nin empezó por el procedimiento ‘seco’. Un interrogatorio implacable durante diez, veinte, treinta horas, durante las cuales se relevaban los verdugos, haciendo siempre las mismas preguntas (…).
Pero Andrés Nin resistía de una manera increíble. No capitulaba. Resistía. Sus verdugos se impacientaban. Decidieron abandonar el método ‘seco’ y adoptar la prueba de la ‘firmeza’: La piel arrancada, los miembros destrozados, el sufrimiento físico llevado al límite de la resistencia humana. Nin soportó la tortura y el dolor, los tormentos más refinados. Al cabo de unos días, su rostro no era sino una masa informe. Orlov, frenético, enloquecido por el miedo al escándalo, que podría significar su propia liquidación, babeaba de rabia ante aquel hombre enfermizo que agonizaba sin ‘confesar’, sin comprometerse ni querer comprometer a sus compañeros de partido, que con una sola palabra suya hubieran sido llevados al paredón de ejecución”.
El abominable asesinato de Nin va acompañado de decenas contra lo mejor del proletariado español: trotskistas, cenetistas, poumistas. El Comité Ejecutivo del POUM es juzgado en octubre de 1938 y condenado a penas de cárcel entre 11 y 30 años. Dirigentes trotskistas como Moulín o Wolf son asesinados, otros como Munis encarcelados. El estalinismo trasladó a España esa farsa conocida como “Los procesos de Moscú” por la cual se liquidó a toda la vieja guardia bolchevique.
El objetivo de este artículo no ha sido otro que analizar por qué los mejores teóricos del proletariado español, agrupados en la Izquierda Comunista primero y el POUM después no supieron estar a la altura de los acontecimientos históricos que vivieron, y entender que en el camino de la lucha por el poder no existen atajos y sustitutos a la organización consciente de la clase obrera y al papel dirigente que el partido revolucionario debe jugar.
Como señala el historiador francés Pierre Broue: “Cuando un revolucionario de excepcionales méritos, como Andreu Nin, comete tales errores, la historia los testimonia para que las generaciones siguientes los paguen, durante decenios, con su carne y su sangre”.
Este es el mensaje de los clarividentes escritos de Trotsky sobre España: la revolución española verifica la inconsistencia de la política centrista. De lo que se trata es de aprender de los errores del POUM para construir sobre bases sólidas las fuerzas de la Revolución Mundial. Esta conclusión es tan válida hoy como hace 60 años.