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(Extractos de cartas a Victor Serge)1

3 junio 1936

 

Querido Víctor Lvovitch:

 

( ... ) Si he comprendido bien tu carta de París, está Vd. descontento de nuestro comportamiento hacia Andrés Nin, comportamiento que Vd. encuentra «sectario». Vd. no conoce y no puede conocer la historia política y personal de estas relaciones.

Puede imaginar sin mucho esfuerzo cuanto me alegró en su día la venida de Nin al extranjero. Durante varios años, he mantenido correspondencia con él de una manera regular. Algunas de mis cartas eran verdaderos «tratados»: se trataba de la revolución viva en la que Nin podía y debla jugar un papel activo. Pienso que mis cartas a Nin durante dos o tres años podrían constituir un volumen de varios centenares de páginas: ello basta para mostrarle la importancia que concedía a Nin y a las relaciones amistosas con él. En sus respuestas Nin afirmaba muchísimo su acuerdo teórico, pero evitaba absolutamente los problemas prácticos. Me planteaba cuestiones abstractas sobre los soviets, la democracia, etc., pero no decía ni una palabra de las Huelgas Generales que conmovían Cataluña.

Por supuesto, nadie está obligado a ser un revolucionario. Pero Nin estaba a la cabeza de la organización bolchevique‑leninista en España, y por ello mismo, había tomado serias responsabilidades de las que en la práctica se escabullía, mientras me echaba por carta arena a los ojos. Crea, querido amigo, que en estas cuestiones, tengo cierto olfato. Si se me puede acusar de algo con respecto a Nin, es de haber alimentado demasiado tiempo ilusiones sobre él, y de haberle dado por ello la posibilidad de cultivar bajo la bandera del bolchevismo‑leninismo, una pasividad y una confusión de las que ya hay suficientes en el movimiento obrero español, quiero decir, en sus cumbres. Si hubiera habido en España, en lugar de Nin, un revolucionario obrero serio, cmo Lesoil o Vareecken,2 hubiera sido posible durante estos años de revolución llevar a cabo allí una obra grandiosa.

Empujado por la ambigüedad de su posición, Nin sostenía sistemáticamente, en cada país, a todos los que, por una razón o por otra, emprendían la lucha contra nosotros y acababan generalmente en puros y simples renegados. ¿Cómo se produjo la ruptura? Nin proclamó que estaba absolutamente en contra de la entrada táctica de nuestros camaradas en el partido socialista francés; luego, después de amplias vacilaciones, declaró que los franceses tenían razón y que había que actuar de la misma manera en España. Pero, en lugar de ello, se alió a la organización provisional de Maurin, que no tiene ninguna perspectiva pero que le permite llevar una existencia tranquila. Nuestro secretariado internacional le escribió una carta con críticas. Nin respondió rompiendo las relaciones y publicó algo sobre este asunto en un boletín especial.3

Si no temiera abusar de su tiempo, le enviaría el paquete de mi correspondencia con Nin: he guardado copias de todas mis cartas. Estoy seguro de que, como otros camaradas que han tomado conocimiento de esta correspondencia, Vd. me acusaría de haber dado pruebas de una excesiva paciencia, de un «espíritu de conciliación» y no de sectarismo

 

5 junio 1936

 
 

En mi última carta, hay olvidos. Comencemos por Nin. Si Vd. piensa que es capaz de volver con nosotros, ¿por qué no intenta hacerlo volver? No alimento personalmente ninguna esperanza de ver a Nin ser de nuevo un revolucionario, pero puedo equivocarme. Verifíquelo Vd. por si mismo si lo juzga necesario. No podría sino aprobar este comportamiento.4

 

Por supuesto, no habría que esperar de Nin promesas verbales (de las que es muy pródigo), sino actos bien precisos. En este momento, Nin es el aliado de los encarnizados enemigos de la IVª Internacional que ocultan su odio pequeño‑burgués al marxismo revolucionario tras frases vacías sobre divergencias «organizativas», como si gente seria pudiera romper con revolucionarios y aliarse a los oportunistas a causa de divergencias secundarias.5

 

Si Nin quiere volver con nosotros, tiene que desplegar abiertamente en España la bandera de la IVª Internacional. Los pretextos que invoca para negarse a ello son del mismo género que los que Blum. invoca a propósito de la lucha de clases, que, según él, aún siendo una cosa buenade forma general, no está adaptada a nuestra época. La política de Blum consiste en una colaboración de clases, mientras que, en el plano «teórico», reconoce la lucha de clases.. Nin reconoce de palabra la IVª Internacional, pero, de hecho, ayuda a Maurín, Walcher, Maxton y sus otros aliados a llevar contra la IVª Internacional una lucha encarnizada, completamente del mismo tipo que la que los pacifistas estilo Longuet y Ledebour6 llevaron contra los internacionalistas revolucionarios partidarios de la III.ª Internacional

 

30 julio 1936

 

Examinemos una vez más la cuestión de Nin. Algunos ‑entre los que se encuentra Rosmer‑ consideran mi vigorosa crítica de su política como sectarismo. Si es así, todo el marxismo no es más que sectarismo, pues es la doctrina de la lucha de clases, y no de la colaboración de clases. Los actuales acontecimientos de España muestran particularmente hasta qué punto era criminal el acercamiento de Nin a Azaña:7 los trabajadores españoles van a pagar ahora con miles de vidas la cobardía reaccionaria del Frente Popular que continuó manteniendo con el dinero del pueblo un ejército mandado por los verdugos del proletariado.8 Aquí no se trata, mi querido Víctor Lvovitch, de ligeros matices, sino de la esencia misma del socialismo revolucionario. Si Nin hoy se rehace de nuevo y comprende cuánto se ha desacreditado ante los trabajadores, le acogeremos como a un camarada, pero no podemos permitir el amiguismo en política.

 

De las enmiendas que Vd. ha hecho a mis tesis sobre el ascenso revolucionario,9 he retenido la idea de que se desprenderían grupos importantes por, la izquierda de los partidos socialista y comunista (yo hacia alusión a ello, pero de forma sucinta). Desgraciadamente no he podido retener las demás, pues las creo erróneas. Notable historiador de la revolución rusa, Vd. se rehúsa, no se por qué, a aplicar sus lecciones esenciales a otros países. Todo lo que Vd. dice del Frente Popular es aplicable a la unión de los mencheviques y S.R. con los cadetes (los radicales rusos). Ahora bien, nosotros hemos llevado contra este Frente Popular una lucha implacable y sólo gracias a esta lucha hemos vencido.10

Sus propuestas prácticas sobre España son excelentes y responden completamente a nuestra línea.11 ¡Pero intente encontrar, fuera de nuestra “sectaria” organización, una decena de hombres capaces de aceptar sus propuestas, no de palabra, sino en los hechos! El hecho de que Vd. haga excelentes propuestas prácticas prueba a mis ojos que tenemos claramente un terreno común, y esperaré impacientemente a que haya confrontado sus ideas a priori con la experiencia política viva y a que saque las conclusiones necesarias. No dudo ni por un momento que esas conclusiones serán las mismas que las nuestras, formuladas colectivamente, en diferentes países, según la experiencia de grandes acontecimientos.

Reciba un cordial saludo
Vuestro L. Trotsky


 

Notas

 

1 Archives Victor Serge, Musée Social. Publicamos estos extractos con la amable autorización de Colette Chambelland y Jean Maitron, que preparan la edición de la correspondencia de Serge. La primera carta de este dossier, escrita por Trotsky en cuanto recibió la noticia de la salida de la U.R.S.S. de Victor Serge; está fechada el 24 de abril.

2 León Lesoil había nacido en Bélgica en 1902. Alistado voluntariamente, soldado en Rusia en 1916, se había vuelto comunista durante la revolución. Uno de los fundadores del P.C. belga, miembro de su Comité Central en 1921, dirigente de la fracción de Charleroi, había sido expulsado en 1927 y se había convertido en uno de los dirigentes de la oposición de izquierda belga. Dirigente ‑elegido‑ de la huelga de los mineros de Charleroi en 1932, este hombre de carácter independiente ‑había conservado relaciones amistosas con Rosmer durante estos años‑ se había pronunciado en 1932 por el entrismo en el partido obrero belga donde se había convertido, con Walter Dauge, en uno de los principales animadores de la tendencia «acción socialista revolucionaria», que en aquella época estaba a punto de ser expulsada. Georges Vereecken, nacido en 1896, chófer de taxi, era igualmente un veterano del comunismo belga, miembro del P.C. desde 1922, de su comité central desde 1925. Habla sido expulsado en 1927 y era desde entonces uno de los dirigentes de la oposición de izquierda, miembro del Secretariado Internacional. Trotsky le apreciaba mucho personalmente desde que su paso por Francia, durante su viaje a Copenhague, le había permitido conocerle. Pero se había declarado adversario resuelto del «entrismo» desde el verano de 1934, y, rehusando en 1935 la entrada de sus camaradas, había fundado el grupo «Spartacus». Las dos alas estaban acercándose e iban a fusionarse en octubre de 1936 en el nuevo «partido socialista revolucionario ». Trotsky, aún juzgando a Vereecken como «sectario», y porque tenía por él estima y amistad, contaba con convencerle y volverle a ganar a sus puntos de vista.

3 Estos documentos, principalmente la resolución del CE de la ICE., de abril de 1935 preconizando el entrismo en el PS. y las JS a excepción de Cataluña, la carta del SI., firmada por Martín, y la respuesta de Nin, han sido publicados en los boletines internos de la I.C.E.

4 En el curso del debate en el CC. del PSR, en noviembre de 1936, Vereecken debía afirmar: «LD ha puesto el dedo en la llaga y ha escrito que el POUM. había traicionado a la clase obrera. Evidentemente no hay nada que objetar a ello. Serge estaba en relación con LD, Nin y los anarcos. Mantenía correspondencia con el «Viejo». En una carta del «Viejo» a Víctor Serge, el «Viejo» dice en suma que se había expresado demasiado violentamente» (Boletín. interno del P.S.R. w l). Hemos buscado en vano en las cartas de Trotsky a Serge el pasaje que permitiría una tal interpretación. Éste es el que mejor se prestaba a ello: Serge puede pensar que, desde el momento en que Trotsky aprueba su idea de intentar con Nin una nueva orientación, es que admite«en suma» haber estado demasiado violento. Pero Georges Vercecken, interrogado por nosotros, mantiene que existe otra carta, aunque ella no figure en el dossier de los archivos. En apoyo de su afirmación, el hecho de que en este debate, Erwin Wolf, portavoz del S.I., deje pasar su afirmación sin discutirla. Por otra parte, en la sesión del Buró ampliado del movimiento para la IVª Internacional, en Amsterdam, en enero de 1937, Sneevliet, de vuelta de Barcelona, declara que Nin quería conocer «la carta de LD a Víctor Serge corrigiendo sus faltas». Allí tampoco es desmentido, mientras están presentes miembros del S.I. (Ver 2.0 vol. anexo III.)

5 Alusión al hecho de que el P0UM era miembro del Buró, de Londres, pero también a que Nin encontrase justo que los» partidarios de la IVª, en tanto que tales, formasen parte de este buró.

6 Jean Longuet en el partido socialista en Francia, Georg Ledebour, en el partido socialdemócrata alemán y luego en el partido independiente USPD, habían formado parte del ala «centrista», llamada también «pacifista», «longuetista» o «reconstructores». Uno y otro, adversarios de la derecha durante la guerra, habían combatido la escisión y rehusado el unirse a la Internacional comunista, oponiéndose a la adhesión de sus partidarios respectivos.

7 Alusión a la firma por el POUM. del programa electoral de las izquierdas.

8 El general Franco, que había dirigido la represión contra la insurrección obrera en 1934, simplemente habla sido desplazado por el gobierno de Frente Popular, informado, sin embargo, de su papel en el complot, y ejercía un mando en Canarias.

9 Estas tesis, adoptadas en julio en la llamada conferencia de Ginebra, iban a aparecer en el nº 1 de Quatriéme Internationale, bajo el título «El ascenso revolucionario». Hay que admitir, pues, que en el momento en que eran discutidas en el movimiento internacional Trotsky había dirigido un ejemplar a Victor Serge.

10 No poseemos la o las cartas de Serge, que no conservaba copias. Se puede suponer, por el contexto, que tenía sobre el Frente Popular una posición más matizada que Trotsky y que veía en él «aspectos positivos» como los B.‑L. que reclamaban un. «Frente Popular de combate».

11 No cabemos con certeza de qué propuestas prácticas se trata. Sin embargo, el 8 de agosto, Víctor Serge había dirigido a León Sedov, para el S.I., una carta en la que proponía iniciativas para una «reconciliación» y una «alianza» con los anarquistas, por una declaración muy clara sobre la significación de la democracia obrera en el marco de la dictadura del proletariado. Víctor Serge hace alusión a ello en sus Carnets (p. 44): «Tuve con Trotsky una correspondencia sobre los anarquistas españoles de los que León Sedov decía «destinados a apuñalar la revolución». Pensaba que Jugarían un papel capital en la guerra civil y aconsejé a Trotsky y a la IVª Internacional publicar una declaración de simpatía hacia ellos, en la que los marxistas revolucionarios se comprometieran a combatir por la libertad. L.D. me dio la razón, me prometió que se haría, pero no se hizo nada en este sentido». Escribiendo estas líneas, Víctor Serge ignoraba la carta escrita por Trotsky el 16 de agosto. (Ver 2º vol., cap. 4.)

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