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¿Qué es la filosofía?

 

En todos los momentos de la historia humana, los hombres elaboraron algo así como un cuadro del mundo y señalaron también el lugar que el hombre ocupaba en ese cuadro. Es decir, desarrollaron una filosofía. Las piezas que se usan para construir ese cuadro se obtienen observando la naturaleza y por medio de la gene­ralización de las experiencias diarias.

simbolo filosofiaAlgunos hombres piensan que no necesitan una filosofía, ni siquiera una con­cepción del mundo. Pese a todo, en la práctica todo el mundo tiene una filosofía, incluso cuando ésta no se expresa conscientemente. La gente que vive según el sen­tido común, en realidad piensa siguiendo la ideología dominante. Marx dijo una vez que las ideas dominantes en una sociedad son las de la clase dominante. Para mantener y justificar esta dominación, la clase dominante se sirve de todos los medios a su alcance para evitar que el trabajador sea consciente de su situación:

La escuela, la televisión, la Iglesia y la prensa son usados para propagar la ideolo­gía de esta clase dominante e impulsar al trabajador a la aceptación de este siste­ma como la forma más natural y permanente de sociedad.

Al carecer de una filosofía socialista consciente, los trabajadores se encuentran influidos inconscientemente por la filosofía capitalista. En todo momento dentro de una sociedad dividida en clases, la clase revolucionaria en ascenso tiene que luchar por una nueva concepción del mundo, atacando a la vieja filosofía que jus­tifica y defiende el viejo orden de cosas, si quiere ver convertida en realidad su intención de cambiar la sociedad.

Idealismo y materialismo

 

A lo largo de la historia de la Filosofía vemos cómo podemos situar a los filósofos en dos campos: en uno los idealistas y en el otro los materialistas.

La idea común del idealismo (es decir, continuidad en la persecución de unos ideales) y materialismo (desagradable egoísmo y preocupación por tener dinero), no tienen nada que ver con el idealismo filosófico y el materialismo filosófico.

Muchos grandes pensadores del pasado fueron idealistas, como por ejemplo Pla­tón y Hegel. Esta escuela de pensamiento concibe la naturaleza y la historia como un reflejo de las ideas o del espíritu. La teoría de que el hombre y todas las cosas materiales fueron creadas por un espíritu divino, es un concepto básico del idealismo.

platon aristotelesEsta concepción es expresada de muchas maneras, si bien se basa en que las ideas gobiernan el desarrollo del mundo material. La historia se explica como la historia del pensamiento;los actos de los hombres son vistos como resultado de pensamientos abstractos y no de las necesidades materiales del hombre. Hegel fue un poco más lejos, aún siendo un idealista convencido, e hizo de los pensamientos una Idea independiente que existía, para él; fuera del cerebro e independiente del mundo material. La materia era simplemente un reflejo de esta Idea. La religión es parte y parcela del idealismo filosófico.

En el otro lado, los filósofos materialistas han defendido que el mundo material es real y que la naturaleza o materia es lo primario. La mente o las ideas son un producto del cerebro. El cerebro y, por lo tanto las ideas, surgen en un cierto momento del desarrollo de la materia.

Las piedras angulares del Materialismo son:

a) El mundo material, conocido por los hombres a través de los sentidos y ex­plorado por la ciencia, es real. El desarrollo del mundo se debe a sus propias leyes naturales, sin ninguna relación con lo sobrenatural.

b) Sólo hay un mundo, el material. El pensamiento es un producto de la mate­ria (del cerebro) sin el que no puede haber ideas con existencia propia. Por tanto, las mentes o las ideas no pueden existir aisladas de la materia. “Para mí —decía Marx— la idea no es nada más que el mundo material reflejado en la mente hu­mana y transformado en forma de pensamiento”. Y en otro sitio “el ser social determina la conciencia”.

Los idealistas ven la conciencia, el pensamiento, como algo externo y opuesto a la materia, a la naturaleza. Esta oposición es algo totalmente falso y artificial. Hay una estrecha correlación entre las leyes del pensamiento y las leyes de la natu­raleza, porque las primeras siguen y reflejan las segundas. El pensamiento no pue­de arrancar sus categorías de si mismo, sino solamente del mundo exterior. Inclu­so los pensamientos que nos parecen más abstractos se derivan, de hecho, de la observación del mundo material.

Una ciencia en apariencia abstracta como son las matemáticas puras tiene, en última instancia, su origen en la realidad material y no en una invención del cere­bro. El niño en la escuela, secretamente, cuenta sus dedos materiales bajo un pu­pitre material antes de resolver un abstracto problema aritmético. Haciendo esto, está recreando los orígenes de las matemáticas. Nos basamos en el sistema deci­mal porque tenemos diez dedos. Los números romanos se basaban, en un princi­pio, en la representación de los dedos.

En palabras de Lenin “la materia actuando sobre nuestros órganos sensitivos produce sensaciones. Las sensaciones dependen del cerebro, de los nervios, de la retina..., es decir, son el supremo producto de la materia”.

La persona es parte de la naturaleza y desarrolla sus ideas en interacción con el resto del mundo. Los procesos mentales son en efecto reales, pero no son algo absoluto, al margen de la naturaleza. Se les debe estudiar en las circunstancias ma­teriales y sociales en las que surgen. “Los fantasmas formados en el cerebro hu­mano —afirmaba Marx— son necesariamente sublimaciones de su proceso mate­rial de vida”. Más tarde concluía: “Moral, Religión, Metafísica, todo el resto de la ideología y sus correspondientes formas de conciencia, no sostienen su aparien­cia de independencia. No tienen historia, ni desarrollo; pero los hombres, desarro­llando su producción material y sus relaciones materiales, alteran paralelamente su existencia real, su forma de pensar y el producto de ésta. La vida no es determi­nada por la conciencia, sino la conciencia por la vida”.

 

Los orígenes del materialismo

 

“El lugar de nacimiento de todo el materialismo moderno —escribía Engels— desde el siglo XVII en adelante, es Inglaterra”.

En esa época, la vieja aristocracia feudal y la monarquía empezaron a ser com­batidas por las clases medias recién aparecidas. El bastión del feudalismo era la Iglesia Católica de Roma, que proporcionaba una justificación divina para la monarquía y las instituciones feudales. Estas, por tanto, tenían que ser liquidadas an­tes de que el feudalismo pudiera ser abatido. La burguesía en ascenso se enfrentó con las viejas ideas y los conceptos divinos sobre los que el viejo orden se basaba. 

“Paralelamente con el ascenso de las clases medias, vino un gran renacimiento de la ciencia: La Astronomía, la Mecánica, la Física, la Anatomía, la Fisiología, fueron cultivadas de nuevo. Y la burguesía para el desarrollo de su producción industrial, requería una ciencia que investigase las propiedades físicas de los objetos naturales y los modos de acción de las fuerzas de la naturaleza. Hasta entonces la ciencia no había sido otra cosa que la servidora de la Iglesia, no se le había permitido ir más allá de los límites que la fe determinaba y, precisamente por esto, no había habido de ninguna manera una ciencia. (En el siglo XVII, Galileo demostró el carácter ver­dadero de la teoría de Copérnico de que la tierra y los otros planetas giraban alrede­dor del Sol. Los profesores de aquella época ridiculizaron esas ideas y usaron el po­der del Índice y de la Inquisición contra Galileo para forzarle a retractarse de su teo­ría). La ciencia se rebeló contra la Iglesia; la burguesía no podía hacer nada sin la ciencia y, por lo tanto, tenía que unírsele en la rebelión”. F. Engels.

Fue en esa época cuando Francis Bacon (1561-1626) desarrolló sus revoluciona­rias ideas sobre el materialismo. Según él, los sentidos eran infalibles y, a la vez, la fuente de todo conocimiento. Toda ciencia se basa en la experiencia —nos dice— consiste en someter el dato concreto a un método racional de investigación: In­ducción, análisis, comparación, observación y experimentación.

Quedó, de todas maneras, para Tomas Hobbes (1588-1679) el continuar y desa­rrollar el materialismo de Bacon, dentro de un sistema. Hobbes se dio cuenta de que las ideas y los conceptos eran sólo un reflejo del mundo material y que “es impo­sible separar el pensamiento de la materia sobre la que se piensa”. Más tarde, el pensador inglés John Locke (1632-1704) certificó con pruebas este materialismo.

rene descartesEsta escuela de filosofía materialista pasó de Inglaterra a Francia, para ser recogida y posteriormente desarrollada por René Descartes (1596-1650) y sus segui­dores. Estos materialistas franceses no se limitaron a criticar la religión, sino que extendieron su crítica a todas las instituciones e ideas. Se enfrentaron con estas cosas en el nombre de la Razón y “armaron” a la naciente burguesía en su batalla contra la monarquía. El nacimiento de la gran revolución burguesa de Francia de 1789-93 hizo de la filosofía materialista su credo. A diferencia de la revolución inglesa de mediados del siglo XVII, la Revolución Francesa destruyó completa­mente el viejo orden feudal.

Como Engels puso de relieve más tarde: 

Hoy sabemos que aquel Reino de la Razón no era nada más que el Reino de la Burguesía idealizado, que la justicia eterna encontró su realización en los tribunales de la burguesía, que la igualdad desembocó en la igualdad burguesa ante la ley, que como uno de los derechos del hombre más esenciales se proclamó la propiedad bur­guesa y que el Estado de la Razón, el contrato social roussoniano, tomó vida, y sólo pudo cobrarla, como república burguesa democrática. Los grandes pensadores del siglo XVIII, exactamente igual que todos sus predecesores, no pudieron rebasar los límites que les había puesto su propia época”.

F. Engels, Anti-Dühring. 

El defecto, a pesar de todo, de este materialismo desde Bacon en adelante, era su rígida y mecánica interpretación de la Naturaleza. No es accidental que la es­cuela materialista inglesa floreciese en el siglo XVIII, cuando los descubrimientos de Isaac Newton hicieron de la Mecánica la ciencia más avanzada e importante de su tiempo. En palabras de Engels, "la limitación específica de este materialismo radica en su falta de habilidad para comprender el universo como proceso como materia sufriendo un ininterrumpido desarrollo histórico".

La Revolución Francesa tuvo un efecto profundo en el mundo civilizado, al igual que luego lo tendría la Revolución Rusa de 1917. Efectivamente, revolucionó el pensamiento en todos los campos, político, filosófico, científico y artístico. El fer­mento de ideas que emergió de esta revolución democrático burguesa, aseguró avan­ces en las ciencias naturales, la geología, la botánica, la química, así como en la economía política.

Fue en ese periodo cuando se hizo una crítica del punto de vista mecánico de estos materialistas. Un filósofo alemán, Enmanuel Kant (l724-1804), fue el prime­ro que rompió con la vieja mecánica, con su descubrimiento de que la Tierra y el sistema solar habían llegado a ser y que no habían existido eternamente. Lo mismo sucede con la geografía, la geología, las plantas y los animales.

Estas revolucionarias ideas de Kant fueron desarrolladas aún más por otro bri­llante pensador alemán, George Hegel (1770-1831). Hegel era un filósofo idealista, que pensaba que el mundo podía ser explicado como una manifestación o reflejo de una “mente universal” o “idea”.

hegelHegel observaba el mundo, no como un miembro activo de la sociedad y de la historia humana, sino como un filósofo, observando los hechos desde fuera. Se situó en una posición por encima del mundo, interpretando la historia del pen­samiento, el mundo como el mundo de las ideas, como un mundo ideal. Así, para Hegel, los problemas y las contradicciones no se plantean en términos reales, sino en términos de pensamiento, y por lo tanto sólo podían ser resueltos a través de la evolución del pensamiento mismo. En vez de que las contradicciones en la so­ciedad sean resueltas por la acción de los hombres, por la lucha de clases, la solu­ción para Hegel se encontraba en la cabeza del filósofo, en la idea absoluta.

De todas maneras, Hegel reconoció los errores y la cortedad del viejo punto de vista mecanicista. También reconoció la falta de adecuación de la lógica formal y sentó las bases para una concepción del mundo que podría explicar las contra­dicciones a través del cambio y el movimiento.

A pesar de que Hegel redescubrió y analizó las leyes del cambio y el movimien­to, su idealismo ponía todas las cosas en su cabeza. Esta era la lucha y la crítica que le hacían los jóvenes hegelianos dirigidos por Ludwig Feuerbach (1804-1872), que intentó corregir esta postura y colocar la filosofía con los pies en el suelo. Pero incluso Feuerbach —“la mitad de abajo de él era materialista, la mitad de arriba idealista” (Engels)— no fue capaz de limpiar totalmente el hegelianismo de su concepción idealista. Este trabajo quedó para Marx y Engels, quienes fue­ron capaces de quitar al método dialéctico el carácter místico que hasta entonces tenía.

La Dialéctica hegeliana fue unida al materialismo moderno para producir el en­tendimiento revolucionario que es el materialismo dialéctico.

¿Qué es la dialéctica?

 

Hemos visto que el materialismo moderno arranca de considerar que la materia es lo primario y que la mente o las ideas son producto del cerebro.

Pero, ¿qué es el pensamiento dialéctico o la Dialéctica?  

“La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento”.

Engels, Anti-Dühring. 

El método dialéctico tenía ya una larga existencia antes de que Marx y Engels lo desarrollasen científicamente como un medio de comprender el desarrollo de la sociedad humana. Los griegos antiguos produjeron algunos grandes pensado­res dialécticos, entre los que están Platón, Zenón de Elea y Aristóteles. Ya en el año 500 antes de nuestra era, Heraclito adelantaba la idea de que “todas las cosas son y no son, porque todo fluye, está cambiando constantemente, constantemente naciendo y muriendo. Es imposible sumergirse dos veces en uno e idéntico rió”.

Esta frase contiene ya la concepción fundamental de la Dialéctica, de que todo en la naturaleza está en un constante estado de cambio y que este cambio se pro­duce a través de una serie de contradicciones. 

“La gran idea cardinal de que el mundo no puede concebirse como un conjunto de objetos terminados y acabados, sino como un conjunto de procesos, en el que la co­sas que parecen estables, al igual que sus reflejos mentales en nuestras cabezas, los conceptos, pasan por una serie ininterrumpida de cambios, por un proceso de géne­sis y caducidad; esta gran idea cardinal se halla ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia habitual, que, expuesta así, en términos generales, apenas encuentra opo­sición. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra cosa es aplicarla a la realidad concreta, en todos los campos sometidos a la investigación. (...) Para la filosofía dialéctica no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del de­venir y perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofía”.

Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. 

 

La dialéctica y la metafísica

 

la escuela de atenasLos filósofos griegos anticiparon brillantemente el posterior desarrollo de la Dia­léctica así como el de otras ciencias. Pero no podían llevar ellos mismos esta anticipación a su conclusión lógica, debido al bajo desarrollo de los medios de pro­ducción y a la falta de una adecuada información acerca de los fenómenos del Universo.

Sus ideas dieron casi una correcta visión del conjunto, pero a menudo no eran más que geniales inspiraciones y no teorías elaboradas científicamente. Para llevar más lejos el pensamiento humano, era necesario abandonar este camino e intentar llegar a una comprensión general del Universo y concentrarse en las pequeñas, más mundanas tareas de coleccionar, elaborar y nivelar un conjunto de hechos indivi­duales, de verificar las teorías particulares mediante la experimentación, la definición...

Esta aproximación factual, experimental, empírica, permitió un enorme avance del pensamiento humano y la ciencia. Las investigaciones sobre los fenómenos de la naturaleza se podían llevar ahora científicamente, analizando cada problema particular y verificando cada conclusión. Pero en esta evolución, en este nuevo estadio de desarrollo, la vieja habilidad de tratar las cosas en su conexión, y no aisladamente, en su movimiento y no estáticamente, en su vida y no en su muerte, se perdió.

El estrecho, empírico, modo de pensar que consecuentemente surgió se llamó acercamiento metafísico y es el que todavía domina la moderna filosofía y la cien­cia capitalista. En política está reflejado en el famoso pragmatismo “si funciona, debe ser correcto” y en el constante llamamiento a los hechos, pero siempre aislados.

Pero los hechos no se seleccionan a si mismos. Deben ser elegidos por los hom­bres. El orden y la secuencia en que se les ordena, así como las conclusiones que se obtienen de ellos, depende de las nociones preconcebidas del individuo. Así, estos llamamientos a los hechos, a los que se supone de acuerdo con una impar­cialidad científica, suelen ser sólo una cortina de humo para ocultar los prejuicios de los que los utilizan.

La Dialéctica no se ocupa sólo de los hechos, sino de los hechos en su conexión, es decir, de procesos; no sólo de ideas aisladas, sino de leyes; no sólo de lo particu­lar, sino de lo general.

El pensamiento dialéctico guarda la misma relación con la Metafísica que la que guarda un fotograma de una película con la película en su conjunto. El uno no contradice al otro, sino que lo complementa. De todas maneras, la más certera y completa aproximación a la realidad está en la película.

Para la vida cotidiana y para cálculos sencillos, el pensamiento metafísico o sen­tido común es suficiente. Pero tiene sus limitaciones y más allá de éstas convierte la verdad en mentira. La principal pega de este tipo de pensamiento es su incapa­cidad para comprender el movimiento y el desarrollo y su repudio de toda contra­dicción. Sea como fuere, el movimiento y el cambio implican contradicciones. 

“Para el metafísico las cosas y sus imágenes en el pensamiento, los conceptos, son objetos dados de una vez para siempre, aislados, uno tras otro y sin necesidad de contemplar el otro, firmes, fijos y rígidos. El metafísico piensa según rudas contraposiciones sin mediación: su lenguaje es ‘sí, sí’, y ‘no, no’, que todo lo que pasa de eso de mal espíritu procede. Para él, toda cosa existe o no existe: una cosa no puede ser al mismo tiempo ella misma y algo diferente. Lo positivo y lo negativo se excluyen lo uno a lo otro de un modo absoluto; la causa y el efecto se encuentran del mismo modo en rígida contraposición. Este modo de pensar nos resulta a prime­ra vista muy plausible porque es el del llamado sano sentido común. Pero el sano sentido común, por apreciable compañero que sea en el doméstico dominio de sus cuatro paredes, experimenta asombrosas aventuras en cuanto que se arriesga por el ancho mundo de la investigación”.

Engels, Anti-Dühring. 

Para las cuestiones diarias, por ejemplo, es posible decir con un cierto grado de certeza si un individuo, planta o animal está vivo o muerto. Pero es mucho más complicado decir exactamente dónde está el límite a partir del cual se puede ha­blar de vida independiente del feto en el vientre materno, y de igual manera es imposible fijar el momento de la muerte porque la fisiología ha demostrado que la muerte no es un suceso instantáneo, sino un proceso bastante largo.

Como Heráclito advertía: “La misma cosa en nosotros vive y muere, duerme y está despierta, es joven y vieja; cada una cambia su lugar y deviene la otra. No­sotros entramos y no entramos en el mismo río: estamos y no estamos”.

Trotsky, en su En defensa del marxismo, caracterizaba la Dialéctica como “una ciencia de las formas de nuestro pensamiento en la medida en que no se reduce a los problemas diarios, sino que intenta llegar a una comprensión de los procesos más complicados y complejos”.

Comparaba la dialéctica y la lógica formal (la metafísica) con las matemáticas superiores y las básicas. Aristóteles fue el primero que desarrolló las leyes de la lógica formal, y su sistema lógico ha sido aceptado siempre desde entonces por los metafísicos como el único método posible de pensamiento científico: 

logica aristotelica“La lógica aristotélica del silogismo simple parte de la premisa de que A es igual a A. Este postulado se acepta como un axioma para una cantidad de acciones huma­nas prácticas y de generalizaciones elementales. Pero en realidad A no es igual a A. Esto es fácil de demostrar si observamos estas dos letras bajo una lente: son comple­tamente diferentes. Pero, se podrá objetar, no se trata del tamaño o de la forma de las letras, dado que ellas son solamente símbolos de cantidades iguales, por ejemplo de un kilo de azúcar. La objeción no es válida; en realidad un kilo de azúcar nunca es igual a un kilo de azúcar: una balanza delicada descubriría siempre la diferencia. Nuevamente se podría objetar: sin embargo un kilo de azúcar es igual a sí mismo. Tampoco esto es verdad: todos los cuerpos cambian constantemente de peso, color, etc. Nunca son iguales a sí mismos. Un sofista contestará que un kilo de azúcar es igual a sí mismo ‘en un momento dado’. Fuera del valor práctico extremadamente dudoso de este axioma, tampoco soporta una crítica teórica. ¿Cómo concebimos real­mente la palabra ‘momento’? Si se trata de un intervalo infinitesimal de tiempo, en­tonces un kilo de azúcar está sometido durante el transcurso de ese ‘momento’ a cam­bios inevitables. ¿O este ‘momento’ es una abstracción puramente matemática, es decir, cero tiempo? Pero todo existe en el tiempo y la existencia misma es un proceso ininterrumpido de transformación; el tiempo es en consecuencia un elemento fun­damental de la existencia. De este modo el axioma A es igual a A, significa que una cosa es igual a sí misma si no cambia, es decir, si no existe.

A primera vista, podría parecer que estas sutilezas son inútiles: En realidad tienen decisiva importancia. El axioma A es igual a A, es a un mismo tiempo punto de partida de todos nuestros conocimientos y punto de partida de todos los errores de nuestros conocimientos. Sólo dentro de ciertos límites se lo puede utilizar con uni­formidad. Si los cambios cualitativos que se producen en A carecen de importancia para la cuestión que tenemos entre manos, entonces podremos presumir que A es igual a A. Este es, por ejemplo, el modo con que vendedor y comprador consideran un kilo de azúcar. De la misma manera consideramos la temperatura del sol. Hasta hace poco considerábamos de la misma manera el valor adquisitivo del dólar. Pero cuando los cambios cuantitativos sobrepasan ciertos límites se convierten en cam­bios cualitativos. Un kilo de azúcar sometido a la acción del agua o del queroseno deja de ser un kilo de azúcar. Un dólar en manos de un presidente deja de ser un dólar. Determinar el momento preciso, el punto crítico, en que la cantidad se trans­forma en calidad, es una de las tareas más difíciles e importantes en todas las esferas del conocimiento, incluso de la sociología”.

Trotsky, En defensa del marxismo.

 

Hegel

 

El viejo método dialéctico de razonar, que había caído en desuso desde los tiem­pos medievales, fue revivido a principios del siglo XIX por el gran filósofo alemán Hegel. Hegel, una de las más enciclopédicas mentes de su tiempo, sometió las afir­maciones de la lógica formal a una detallada crítica, y demostró sus limitaciones y su manera estrecha y unilateral de ver las cosas. Hegel realizó el primer análisis completo de las leyes de la Dialéctica. 

“La idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado actualmente casi en su integri­dad en la conciencia social, pero no a través de la filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal como la formularon Marx y Engels, arrancando de Hegel, es mucho más vasta, más rica de contenido que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que parece repetir las etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta (la ‘negación de la negación’); un desarrollo que no dis­curre en línea recta, sino en espiral, por decirlo así; un desarrollo a saltos, a través de catástrofes y de revoluciones, que son otras tantas ‘interrupciones en el proceso gradual’, otras tantas transformaciones de la cantidad en calidad; impulsos internos del desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias que actúan sobre un determinado cuerpo o en los límites de un fenóme­no en concreto, o en el seno de una sociedad dada; interdependencia e íntima e inse­parable concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno (con la particulari­dad de que la historia pone constantemente de manifiesto aspectos nuevos), conca­tenación que ofrece un proceso único y mundial del movimiento, con sus leyes; tales son algunos rasgos de la dialéctica, doctrina del desarrollo mucho más compleja y rica que la teoría corriente”.

Lenin, Carlos Marx.

“Esta nueva filosofía alemana tuvo su culminación en el sistema hegeliano, en el que por vez primera —y esto es su gran mérito— se exponía conceptualmente todo el mundo natural, histórico y espiritual como un proceso, es decir, como algo en cons­tante movimiento, modificación, transformación y evolución, al mismo tiempo que se hacía el intento de descubrir en ese movimiento y esa evolución la conexión inter­na del todo. Desde este punto de vista, la historia de la humanidad dejó de parecer una intrincada confusión de violencias sin sentido, todas igualmente recusables por el tribunal de la razón filosófica ya madura, y cuyo más digno destino es ser olvida­das lo antes posible, para presentarse como el proceso evolutivo de la humanidad misma, convirtiéndose en la tarea del pensamiento el seguir la marcha gradual, pro­gresiva, de ese proceso por todos sus retorcidos caminos, y mostrar su interna legali­dad a través de todas las aparentes casualidades”.

Engels, Anti-Dühring.

Hegel planteó el problema brillantemente, pero le fue imposible resolverlo por sus prejuicios idealistas. A pesar de su visión mística, la filosofía de Hegel ya a­plicaba las más importantes leyes de la Dialéctica.   

A) Transición de la cantidad a la calidad y viceversa

“A pesar de toda posible lentitud, sea cual fuere la continuidad progresiva, la transi­ción de una forma de movimiento a otra es siempre un salto, un cambio decisivo”.

Engels, Anti-Dühring.

La idea de cambio y de evolución se acepta hoy generalmente, pero las formas por las que los cambios se producen en la naturaleza y en la sociedad sólo han sido explicadas por la Dialéctica marxista. La visión, bastante común, de la evolu­ción como desarrollo pacífico e ininterrumpido es a la vez parcial y falsa. En política, es la teoría gradualista del cambio social, la base teórica del reformismo.

Hegel desarrolló la idea de una línea nodal en la que en un punto definido, los aumentos o disminuciones puramente cuantitativos, dan lugar a un salto cualita­tivo: Por ejemplo en el caso del agua calentándose, donde el punto de ebullición y de congelación son los puntos donde bajo una presión normal el salto a un nue­vo estado tiene lugar y donde, por tanto, la cantidad se transforma en calidad.

Así, en el ejemplo citado, las transformaciones del agua (líquido) a vapor (gas) o  hielo (sólido) no ocurre con una evaporación o congelación gradual, sino de re­pente, a una determinada temperatura (0º, 100º ). El efecto acumulativo de los numerosos cambios de la velocidad de las moléculas produce eventualmente un cambio de estado (cantidad en calidad).

Se pueden poner miles de ejemplos, de todas las ramas de la ciencia, de la so­ciología e incluso de la vida cotidiana (por ejemplo, el punto en el que al añadir más sal cambia la sopa de algo exquisito en algo incomestible).

La línea nodal hegeliana de medir el cambio y la ley de transición de cantidad en calidad y viceversa, son de esencial importancia no sólo para la ciencia (donde como en otras leyes dialécticas, son usadas inconscientemente por los científicos que no son conscientemente dialécticos), sino sobre todo en un análisis dc la his­toria, de la sociedad y del movimiento de la clase obrera.

B) Unidad y lucha de contrarios

El sentido común metafísico pretende por un lado eliminar la contradicción en el pensamiento y la revolución en la evolución y, por otro, probar que todas las ideas y fuerzas opuestas son mutuamente excluyentes. Pero encontramos, bajo un examen más concienzudo, que “los dos polos de una contraposición, como positi­vo y negativo, son tan inseparables el uno del otro como contrapuestos el uno al otro, y que a pesar de toda su contraposición se interpenetran el uno al otro; también descubrimos que causa y efecto son representaciones que no tienen validez Como tales, sino en la aplicación a cada caso particular, y que se funden en cuanto contemplamos el caso particular en su conexión general con el todo del mundo, y se disuelven en la concepción de la alteración universal, en la cual las causas y los efectos cambian constantemente de lugar, y lo que ahora o aquí es efecto, allí o entonces es causa, y viceversa”. (Engels, Anti-Dühring.).

“La dialéctica es la ciencia de las concatenaciones, en contraste con la metafísica que trata los fenómenos separados. La dialéctica pretende descubrir las incontables transiciones, causas y efectos que actúan juntos en el universo. La primera tarea de un análisis dialéctico es, por tanto, resaltar la necesaria conexión objetiva de todos los aspectos, fuerzas, tendencias..., de la esfera dada de un fenómeno”.

Lenin, Apuntes Filosóficos.

Marx engelsLa dialéctica se acerca a un fenómeno dado desde el punto de vista de su desa­rrollo, su propio movimiento y vida: cómo surge y cómo muere; considerando tam­bién las contradictorias tendencias y aspectos internos de este fenómeno.

El movimiento es el modo de existencia de todo el universo material. La energía y la materia son inseparables. Aún más, el movimiento no nace de la nada, sino como manifestación de tensiones internas que son inseparables no sólo de la vida, sino también de todas las formas de la materia. El desarrollo y el cambio tienen lugar a través de contradicciones internas. Así, el análisis dialéctico empieza des­cubriendo mediante una investigación empírica las contradicciones que dan lugar al desarrollo y al cambio.

Desde un punto de vista dialéctico todos los polos opuestos son parciales e in­cluso inadecuados, incluyendo la contradicción entre verdad y error. El marxismo no acepta la existencia de ninguna verdad eterna. Todas las verdades y errores son relativos. Lo que es verdad en un momento y en unas circunstancias, se vuelve fal­so en otro: verdad y error pasan de ser uno a ser el otro.

En este sentido, el progreso del conocimiento y la ciencia no se produce con la mera negación de teorías incorrectas. Todas las teorías son relativas, abarcando un lado de la sociedad. Al principio se les atribuye la validez y posibilidad de aplicación universal. Es verdad. Pero, al cabo de cierto tiempo, se encuentran defi­ciencias en la teoría: No es aplicable a todas las circunstancias, se encuentran ex­cepciones a la regla general. Estas excepciones tienen que ser explicadas y, de nue­vo, en otro momento, se desarrollan nuevas teorías que puedan abarcar también las excepciones. Pero las nuevas teorías no sólo niegan las viejas, sino que las in­corporan a ellas mismas bajo una nueva forma.

Sólo podemos excluir las contradicciones si miramos objetos faltos de vida, quie­tos o individualmente uno encima del otro, es decir, metafísicamente. Pero tan pron­to como consideramos las cosas en su movimiento y cambio, en su vida, su inter­dependencia mutua y su interacción, nos encontramos con una serie de contradicciones.

El movimiento mismo es una contradicción. El cambio físico de un objeto de lugar sólo tiene sentido si admitimos que ese cuerpo está en un lugar y al mismo tiempo en otro lugar.

Con la vida pasa lo mismo. Es una contradicción entre “ser en cada momento uno mismo y otro diferente” (Engels, Anti-Dühring).

El ser vivo absorbe constantemente sustancias que le rodean, las asimila, y a la vez otras partes del cuerpo se desintegran y son expulsadas del mismo. En el mundo de la naturaleza orgánica ocurren también estas constantes transformacio­nes. Por ejemplo: una piedra se va desintegrando bajo la presión de los elementos; como consecuencia de esto, podemos decir que todas las cosas son constantemen­te ellas mismas y otras distintas en el mismo momento.

Por esto, el deseo de eliminar las contradicciones es el deseo de eliminar la realidad.

C) Negación de la negación

“¿Qué es pues la negación de la negación? Es una ley muy general, y por ello mismo de efectos muy amplios e importantes, de desarrollo de la naturaleza, la historia y el pensamiento; una ley que, como hemos visto, se manifiesta en el mundo animal y vegetal, en la geología, en las matemáticas, en la historia, en la filosofía”.

Engels, Anti-Dühring.

Esta ley, cuyo funcionamiento en la naturaleza fue observado con mucha ante­rioridad a su redacción, fue elaborada por primera vez y muy claramente por He­gel, quien dio un gran número de ejemplos concretos, que se reiteran en Anti-Dühring.

La ley de la negación de la negación se ocupa de la naturaleza del desarrollo a través de una serie de contradicciones que aparentemente anulan, niegan una forma de existencia, un hecho o una teoría anterior, para posteriormente a su vez, ser también negadas. El movimiento, el cambio, el desarrollo... se mueven de esta manera, a través de una serie ininterrumpida de negaciones.

De todas formas, la negación en un sentido dialéctico no significa simplemente decir que no, porque en el estadio anterior es a la vez vencida y preservada. Nega­ción, en este sentido, es a la vez un acto positivo y negativo.

Hegel da un ejemplo muy simple en su libro Fenomenológica de la mente: “El capullo [de una flor] desaparece cuando los pétalos florecen y podríamos decir que la forma original es negada por la posterior; en el mismo sentido, cuando surge la fruta, la flor (pétalos, estambres...) puede ser explicada como una falsa for­ma de la existencia de la planta para que la fruta aparezca como su propia natura­leza en lugar de la flor. Estas etapas no son meramente autodiferenciadas, sino que se complementan las unas a las otras, siendo incompatibles las unas con las otras. Pero la actividad incesante inherente a su propia naturaleza hace que haya momentos de unidad orgánica en los que no simplemente se contradicen unas a otras, sino que son tan necesarias como las otras; y esta necesaria igualdad de to­dos los momentos, constituye por sí sola y, por tanto, la vida del proceso global”.

En este proceso de autoanulación sin fin —la desaparición de ciertas formas

y la aparición de otras— un modelo que surge frecuentemente parece ser una sim­ple repetición de formas, sucesos y teorías ya dejados atrás. Así, en una frase he­cha, cuando dicen “la historia se repite a sí misma”, los reaccionarios historiado­res burgueses intentan probar que la historia misma no es nada más qué una repe­tición del pasado sin ningún sentido; es decir, que la historia es un círculo sin fin.

La Dialéctica, por el contrario, separa dentro de esto que parecen repeticiones un desarrollo actual de lo inferior a lo superior, una evolución en la cual una for­ma se puede repetir a si misma, pero a un nivel superior, enriquecida por los desa­rrollos anteriores.

Esto se puede ver aún más claro en el proceso de desarrollo de las ideas huma­nas. Hegel ya enseñaba como la filosofía se desarrollaba a través de contradiccio­nes: una escuela del pensamiento negando la otra, pero absorbiendo simultánea­mente las viejas teorías dentro de su propio sistema de pensamiento.

Lo mismo pasa con el desarrollo de la ciencia. Los alquimistas de la Edad Me­dia intentaban encontrar la piedra filosofal que podría cambiar, decían, los meta­les normales en oro. Debido al bajo nivel de las fuerzas productivas, y a la falta de una verdadera técnica, estos tempranos intentos de transmutación de los ele­mentos eran en realidad una fantasía utópica. Pero, en el proceso de estos vanos intentos, los alquimistas descubrieron gran número de hechos válidos acerca del aparato químico y experimental que más tarde sirvió de base a la química moderna.

Con el ascenso del capitalismo, la industria y la técnica, la química llegó a ser una ciencia que rechazó estos intentos locos de transmutación de los elementos, que de esta manera fueron negados y rechazados. Sin embargo, todo lo que de válido y científico tenían los descubrimientos de la vieja alquimia se guardaron en la nueva, que mantenía que los elementos eran inmutables y no podían ser trans­formados el uno por el otro.

El siglo XX ha contemplado la revolución de la ciencia y de la técnica con el descubrimiento de la física nuclear, por medio de la cual, hoy en día, un elemento puede ser transformado en otro. De hecho, teóricamente, sería posible transfor­mar el cobre en oro en la actualidad, pero el proceso sería tan caro que no sé po­dría justificar económicamente.... Así, este particular proceso parece haber dado una vuelta completa:

A.- Transmutación de elementos.

B.- No transmutación de elementos.

C.- Transmutación de elementos.

Pero la refutación es sólo aparente. En realidad, la ciencia moderna, que en un sentido ha vuelto a la idea de los antiguos alquimistas, incluye dentro de sí misma todos los enormes descubrimientos de los siglos XVIII y XIX en todo lo referente a la ciencia. Así, una generación se apoya en las espaldas de otra. Ideas que apa­rentemente han sido desacreditadas o negadas hacen su reaparición, pero a un ni­vel superior, enriquecidas por las nuevas experiencias y descubrimientos.

La dialéctica se basa en el determinismo. Aparentes accidentes nacen sólo como resultado de una más profunda necesidad.

atentado sarajevoHistoriadores superficiales han escrito que la I Guerra Mundial fue causada por el asesinato del príncipe Francisco José I en Sarajevo. Para un mar­xista este suceso fue un accidente histórico, en el sentido de que este suceso casual sirvió de pretexto o catalizador para el conflicto mundial, que ya se había hecho inevitable por las contradicciones económicas, políticas y militares del imperialis­mo. Si el asesino hubiese errado o si el príncipe nunca hubiera nacido, la guerra habría tenido lugar también sobre la base de cualquier otro pretexto diplomático. La necesidad se hubiera expresado a través de un accidente diferente.

Todo lo que existe, existe por necesidad. Pero, de la misma forma, todo lo que existe está condenado a perecer, a ser transformado en otra cosa. Así, lo que es necesario en un momento y lugar se hace innecesario en otro. Todas las cosas con­tienen su opuesto, que está destinado a sustituirle y negarle. Esto es válido tanto para las cosas vivientes individuales, como para las sociedades.

Todo tipo de sociedad humana existe porque es necesaria en el momento dado en que se impone: 

“Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relacio­nes de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propo­ne siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las co­sas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan, o por lo menos se están gestando las condiciones materiales para su realización”.

Marx, Prefacio de la Contribución a la Crítica de la Economía Política.

La esclavitud, en su momento, representó un enorme paso adelante con respec­to a la barbarie. Era un estadio necesario en el desarrollo de las fuerzas producti­vas, de la cultura y de la sociedad humana. Como Hegel planteaba: “No es tanto desde la esclavitud, como a través de la misma, como el hombre se hizo libre”.

De la misma forma, el capitalismo era, en un principio, necesario y un estadio progresivo en la sociedad humana. Pero, al igual que la esclavitud, el comunismo primitivo y el feudalismo, el capitalismo hace tiempo que ha dejado de represen­tar un sistema social progresista y necesario. Se ha basado en las profundas con­tradicciones que llevaba en sí y está condenado a ser vencido por las nacientes fuerzas del socialismo, representadas por el proletariado moderno. La propiedad pri­vada de los medios de producción y el Estado nacional, los puntos básicos de la sociedad capitalista que en su momento significaron un gran paso adelante, en la actualidad sólo sirven para impedir el desarrollo de las fuerzas productivas amenazan todos los avances hechos durante siglos por el desarrollo de la sociedad humana.

El capitalismo, hoy, es un sistema totalmente degenerado y decrépito que debe ser superado y reemplazado por su opuesto, el socialismo, si la cultura humana quiere sobrevivir.

El marxismo es determinista, pero no fatalista, porque la superación de las contradicciones en la sociedad sólo puede ser alcanzada por los hombres y mujeres que luchen conscientemente por la transformación de la sociedad. Esta lucha de clases no está predeterminada. Que tenga éxito, depende de muchos factores y una clase progresista y en ascenso, como es el proletariado, tiene muchas ventajas sobre las viejas y decrépitas fuerzas de la reacción.

Pero, en última instancia, el resultado debe depender de cuál de los dos bandos, tiene la más firme determinación, la mejor organización y la más especializada y resuelta dirección. La filosofía marxista es, por tanto, una guía para la acción.

“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, Tesis sobre Feuerbach).

La victoria del socialismo marcará un estadio nuevo y cualitativamente diferen­te de la historia humana. Para ser más exactos, marcará el fin de la prehistoria de la raza humana y el inicio de la verdadera historia.

Por otro lado, el socialismo representa una vuelta a la más antigua forma de sociedad humana —el comunismo tribal— pero a un nivel muy superior, basado en los enormes avances de miles de años, que es lo que ha durado la sociedad divi­dida en clases. La economía de la superabundancia hará posible la planificación socialista de la industria, de la ciencia y de la técnica desarrolladas por el capita­lismo en todo el mundo. Esto, a su vez, hará de una vez y para siempre que la distinción entre el trabajo manual y el intelectual, entre la ciudad y el campo, ca­rezcan de sentido y que la lucha de clases bárbara y sin sentido acabe, permitiendo al fin a la raza humana dedicar sus fuerzas a la conquista de la naturaleza; es de­cir, y usando la famosa frase de Engels:

La humanidad saltará del reino de la necesidad al reino de la libertad.

 

Bibliografía sobre el materialismo dialéctico

 

Carlos Marx,

Tesis sobre Feuerbach (1845).

 

C. Marx y F. Engels,

Feuerbach, oposición entre las concepciones materialista e idealista (capítulo I de La ideología alemana.

Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (publicaco en Anales Franco-alemanes en febrero de1844).

 

Federico Engels,

Introducción a la Dialéctica de la Naturaleza.

Anti-Dühring (1877).

Prólogo para Anti-Dühring. Sobre la dialéctica (1878).

La Dialéctica de la Naturaleza.

Del socialismo utópico al socialismo científico.

El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (1876).

Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886).

 

V. I. Lenin,

Carlos Marx y Federico Engels.

Materialismo y empiriocriticismo (1908).

 

León Trotsky,

En defensa del marxismo (1940).

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