Conferencia ofrecida en los Salones del Palacio de Dávalos de Guadalajara. Sede de la Biblioteca Pública del Estado. 20/11/2018
“Ha visto usted, señor Conde –le dijo, la elegante revolución que hemos hecho?. Es un lindo andamiaje para revocar el edificio y darle una mano de pintura exterior. Era de color algo sucio,y ahora es de un color algo limpio,pero que se ensuciará en breves años… Luego se armará otro andamiaje…, llámelo usted República, llámelo Monarquía restaurada. Total:revoco,raspado de la vieja costra,nuevo emplaste con yeso de lo más fino,y encima pintura verde o rosa…”.
Benito Pérez Galdós. La de los tristes destinos
Levantamiento militar y estado socio económico de la provincia de Guadalajara
El pasado 18 de septiembre se cumplieron 150 años del comienzo de la revolución conocida como “La Gloriosa”, iniciada en la madrugada de ese día en la bahía de Cádiz a los gritos de ¡Abajo los Borbones ! y ¡ Viva España con honra !, encabezada por el brigadier Juan Bautista Topete y el general Juan Prim, preparada en los últimos años del reinado de Isabel II por la Unión Liberal, los partidos progresista y demócrata y las Juntas revolucionarias.
En el año 1866, la situación de la economía española se había tornado crítica por el entrelazamiento de dos crisis; una de índole propiamente capitalista, causada por la enorme burbuja especulativa que acompañó al desarrollo ferroviario que hizo quebrar a bastantes sociedades y bancos; y otra de subsistencias, por las malas cosechas de 1867 y 1868, que ocasionaba la escasez de alimentos dando pie a la subida del precio del pan, provocando el descontento entre las clases populares.
La respuesta represiva a las protestas, que dio el gobierno moderado de Isabel II, persiguiendo hasta la muerte en muchos casos, a liberales, republicanos (fusilamiento de los sargentos del cuartel de San Gil, en Madrid, en 1866), obreros y estudiantes ( matanza de la noche de San Daniel en 1865), y los movimientos de emancipación de las últimas colonias ( Cuba, Puerto Rico…), como años antes la empleara contra los campesinos ( ejecución de jornaleros en 1857 en El Arahal y en 1861 en Loja ) , lejos de resolver la situación contribuyó a agravarla.
Llegado el verano de 1868, la corte se había ganado el odio de la mayoría, a lo que había contribuido además la conducta privada de Isabel, sus arbitrariedades y la corrupción de la casa real; tan solo María Cristina de Borbón, madre de la reina, acaparó una fortuna de 300 millones de reales de su dedicación a la trata de esclavos o especulando con los ferrocarriles y la sal.
Entre sectores de la burguesía y el ejército, se llegó al convencimiento, ante la posibilidad de que este estado de cosas se desbordara, que era necesario buscar una salida intentando una recomposición de la situación que estableciera un marco mas seguro para sus intereses, para lo que no dudaron en sacrificar el trono de los Borbones,
En Guadalajara, el año 1868 vino arrastrando mas sombras que luces. Su población, estancada entre los censos de 1860 y 1877 -levemente por encima de los doscientos mil habitantes-, vivía entonces dedicada a la agricultura en su gran mayoría, apegada a las técnicas ancestrales de cultivo,- causa entre otras de su escaso rendimiento. En contraste con este atraso, a comienzos de diciembre de ese año, la Sociedad Ibérica de Riegos, compañía británica encargada de la construcción del Canal del Henares, organizó una demostración en la finca conocida por “El Cañal” (Guadalajara) con dos locomóviles de 12 c. v. . que efectuaron una labor de 25 centímetros de profundidad, 15 mas de lo que era habitual con el arado común, trabajando una superficie de 1720 varas cuadradas en apenas 20 minutos. Estas máquinas anunciaban la modernización de la agricultura, que aún tardaría varias generaciones en implantarse. Entonces los grandes propietarios de fincas surgidos de la desamortización de Mendizabal y de la que ahora se hallaba en curso, la llamada de Madoz, disponían de tal cantidad de mano de obra en el campo – pequeños propietarios y campesinos sin tierra, la otra cara de las desamortizaciones – que hacia que esta se contratara barata, por lo que no sentían la necesidad de ahorrar costes con la mecanización de las labores.
Los filones de plata en Hiendelaencina, cuya aprovechamiento se inició en 1844, comenzaban a dar señales de su agotamiento. El capital ingles que se había llevado la mayor parte de los beneficios no tardará en abandonar su explotación. Los 1211 mineros que se empleaban en el distrito en 1855, se redujeron a 420 en 1869.
Atrás habían quedado los años en los que la construcción del tendido ferroviario de la línea Madrid-Zaragoza-Alicante a su paso por Guadalajara, había proporcionado cuantiosos jornales a los proletarios del campo y campesinos pobres, con los que estos habían complementado sus frágiles economías. Por ahora el ferrocarril tiene una escasa densidad de tráfico de viajeros y mercancías, en una provincia cuya agricultura es de subsistencia y su industria no se proyecta mas allá del ámbito comarcal. Habrán de pasar décadas para que el ferrocarril contribuya al progreso comercial y sobre todo industrial de Guadalajara.
En junio de 1867 se inauguraron los primeros 17 kilómetros del Canal del Henares, iniciada su construcción en el mes de julio de 1863, lo que supuso la devolución a su anterior estado de indigencia a muchos de los cientos de braceros que habían trabajado en él.
A consecuencia de este estado económico la mayoría de los habitantes de la provincia tienen unas condiciones de vida miserables, -baste el dato recogido en el Proyecto de Reforma Municipal de Narciso Muñiz de Tejada, gobernador civil de Guadalajara en 1867, de la existencia de solo 65 médicos en toda la provincia de Guadalajara- , agravadas por la crisis de subsistencias, que aunque los últimos gobiernos de Isabel II intentan mitigar con el levantamiento de la prohibición de importación de grano extranjero, la realización de algunas carreteras comarcales en Guadalajara para dar empleo, o con actitudes caritativas como la de la condesa de la Vega del Pozo que condonó ese año a sus numerosos renteros de varios pueblos de la provincia el pago de la renta pues la pérdida de la cosecha fue tan completa “que no han cogido ni para sembrar siquiera”, la nueva Diputación provincial surgida de la revolución de 1868, constata en un manifiesto dirigido a la población en octubre de ese año,“… el estado aflictivo en que se encuentran los pueblos, especialmente la clase agricultura”.
No son mejores las perspectivas en la capital de la provincia, un siglo anterior modelo de prosperidad por la instalación de la Real Fábrica de Paños, y de cuya desaparición todavía adolece, aún estar establecida en ella, desde 1833 la Academia de Ingenieros del Ejército, como expone en un informe el doctor Román Atienza, alcalde moderado de Guadalajara en 1868, depuesto tras el triunfo de “La Gloriosa”:
“…puede dividirse la ciudad en dos: ciudad y arrabales. (…) las casas ( en los arrabales) son en general malas por su falta de capacidad y otras condiciones higiénicas ( especialmente en los barrios de S. Antonio, Alamin y Budierca) (…) . Sus habitantes son en general morigerados y de buenas costumbres: los de la ciudad son comerciantes , industriales y empleados; y los de los arrabales en su mayor parte labradores, jornaleros, y muchos pobres, victimas todavía de la suprimida fábrica de paños”.
Septiembre, 1868; entusiasmo popular, formación de la Junta de Gobierno y anticlericalismo. Elecciones
La noticia de la derrota de las tropas gubernamentales en el puente de Alcolea (Córdoba) llega a Guadalajara en la tarde del 29 de septiembre. Sus calles se llenan de alegría al son de :
“…las vibrantes notas del himno de Riego, coreadas por centenares de individuos que locos de entusiasmo, confundíanse en estrechos abrazos, arrojando muchos de ellos al aire sus gorras y sombreros, en tanto que la chiquillería del Alamín y de Budierca corría desenfrenada dando estridentes gritos de ¡ Viva la libertad y mueran los facciosos ! La plaza Mayor era un hervidero de gente…”
Tenderos, artesanos, empleados…, aclamaban a su llegada al Ayuntamiento a los miembros de la, en breve, constituida Junta Provisional de Gobierno de la provincia; Manuel del Vado Calvo, de Marchamalo, gran propietario, diputado por la provincia de Guadalajara en 1869 y senador en 1871 y 1872; Joaquín Sancho, alcalde de Guadalajara en 1854, diputado provincial, presidente del Colegio de abogados de Guadalajara, gobernador civil, poseedor de tierras en Cabanillas del Campo, Guadalajara y Taracena; Gregorio García Martínez, hermano del anterior, amo de números bienes rústicos y urbanos, alcalde de Guadalajara en 1861, 1868 y 1889; Ramón Corrido, médico; Simón García, catedrático de instituto y director del periódico arriacense La Concordia Liberal, que empezará a publicarse a primeros de octubre editado por el Comité Liberal Provincial: Cirilo López, médico de Guadalajara, preso varios meses por sus ideas liberales en 1866; Manuel González Hierro, doctor, futuro jefe de los Voluntarios de la Libertad; Jesús Ruiz de la Fuente, mediano contribuyente y, José Gambra Belinchon.
La Junta nombrará presidente a Manuel del Vado, vicepresidente a Joaquín Sancho, Ramón Corrido actuará de secretario, y el resto serán vocales. La presencia de algunos de los mayores propietarios de la provincia confiere a la Junta un marcado carácter burgués.
Los vecinos allí reunidos – como ya lo habían hecho en 1821 y 1854- esperan algo mas que un cambio de nombres al frente de la dirección de la provincia. Quieren creer que los nuevos gobernantes les proporcionaran trabajo, pan barato y que suprimirán las quintas y el impuesto de consumos.
Mientras la Junta debatía en el Ayuntamiento, un grupo de vecinos descolgó el retrato de Isabel II que se hallaba en la sala capitular, y tras descargar sobre el varias cuchilladas un tabernero de mote “Jaliche”, este lo tiró por el balcón principal de la casa consistorial a la plaza, para ser recogido por un ordenanza de la Diputación, salvando así al cuadro de su completa destrucción por los manifestantes
Tras la proclamación de la Junta Provincial el 30 de septiembre de 1868 no menos de doscientas personas se concentraron en la Plaza de Carmen, frente al convento de las franciscanas concepcionistas donde se hallaba Sor Patrocinio, “la monja de las llagas”, con el objeto de asaltarlo. La intrigas de esta monja en la corrompida corte de Isabel II, sobre la que ejercía gran influencia, fueron causa de esta expresión de repulsa del pueblo de Guadalajara hacia la reina y su consejera. Tras el intento de derribar a hachazos las puertas del convento, la crítica situación de las monjas se solventó por la intervención de un republicano, que tenía allí a dos hijas internadas. Transcurridos unos días, Sor Patrocinio hubo de huir por la noche, auxiliada por algunas personalidades de la ciudad.
Muy distinto era el sentir de otros vecinos de Guadalajara que escribieron al Ministerio de Gracia y Justicia, pidiendo la anulación de la aplicación del decreto de supresión de conventos de 18 de octubre de 1868 para el convento de monjas bernardas, (situado hasta el año 1940, en que fue derribado, en la orilla derecha del barranco del Alamín). El ayuntamiento informó favorablemente para que se cursara la petición de los vecinos “manifestando que aún cuando no ofrece a su parecer ostensiblemente utilidad pública ni conveniencia alguna en la conservación de dicha comunidad, tampoco encuentran perjuicio en su conservación…”.
El gobernador civil de la provincia acudió a Brihuega junto con otras autoridades, para ejecutar la orden de exclaustración de las 14 monjas del convento de bernardas de esta localidad y expulsar a las monjas jerónimas, que no tenían convento propio.
La Junta restablece la Milicia Nacional voluntaria, que ahora toma el nombre de Voluntarios de la Libertad, extingue el cuerpo de vigilancia pública. También suprimirá la Guardia rural, con anterioridad al decreto gubernamental del 11 de octubre. La disolución de esta fuerza, creada el 1 de enero de 1868 a petición de los propietarios agrícolas para acabar con los hurtos en el campo fue acogida “con señaladas muestras de entusiasmo(…) pues en todas partes era odiada por los proletarios campesinos”.
La Junta cambia el nombre de varias calles e Guadalajara, algunos de ellos aun perduran hoy: plaza de Santo Domingo y las plazuela de la Cruz Verde se denominaran de Marlasca y
Moreno respectivamente, en recuerdo y homenaje a los mártires liberales de 1823; la plazuela de San Ginés, General Rey; la de la Fábrica, General Serrano y la de San Esteban, General Prim. A la calle Mayor alta de la llamará calle de la Libertad, y la de San Bartolomé, General Izquierdo y la del Carmen, Topete.
Como hicieran las Juntas de Soria, Teruel, Huesca y algunas otras provincias, antes de que lo decidiera el gobierno provisional, la de Guadalajara también dispuso la vuelta a sus destinos de los profesores de las Escuelas Normales que quedaron cesantes al promulgarse la última ley sobre instrucción primaria,-que asignaban los estudios de maestro a los institutos de segunda enseñanza- y la reapertura de las referidas Escuelas, cerradas por Isabel II.
José Domingo de Udaeta Ferro, uno de los mayores terratenientes de la provincia, casado en segundas nupcias con Inés Romo, abuela materna de Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, es nombrado gobernador civil. José Martínez Baños es alcalde provisional de Guadalajara.
La nueva Diputación elegirá como presidente a Diego García Martínez, adquiriente de una gran cantidad de fincas en las desamortizaciones, uno de los diez mayores contribuyentes de la provincia durante muchos años.
El 7 de octubre, el general Juan Prim es aclamado cuando pasa en tren por Guadalajara en dirección a Madrid. El día 18 se celebra en la estación de ferrocarril un banquete presidido por Salustiano Olozaga, destacado liberal, gobernador civl de Madrid con Mendizabal en 1837 y presidente del Consejo de Ministros en 1843, de paso por Guadalajara a su vuelta del exilio; el brigadier Topete, el general Serrano y Cristino Martos. presidente del Congreso de los Diputados en la I República. De nuevo el recibimiento es apoteósico:
“A las nueve de la mañana detúvose este ( el tren ) en Guadalajara pasando por arcos de triunfo dedicados al vencedor de Alcolea, a Topete y a Olozaga. Las músicas, los voluntarios de la libertad, los alumnos de ingenieros con sus jefes y la Junta Central recibieron a los generales y a Olozaga delante de un pueblo inmenso que los vitoreaba sin cesar. “
El pueblo ha depositado grandes esperanzas en la revolución que pronto se verán defraudadas.
Un hecho menos festivo es el apedreamiento del domicilio particular del notario Camilo Garcia Estuñiga, pues corre el rumor que vende la fanega de trigo a 35 pesetas. Consecuencia de las malas cosechas de los años 1867 y 1868 los precios del trigo alcanzan un tope elevado, a consecuencia de la especulación que se hace con su escasez.
El gobierno quiere la disolución de las Juntas, órganos de poder popular, y neutralizar su poder ofreciendo a sus miembros cargos en Gobierno y ayuntamientos, así como los Voluntarios de la Libertad, allí donde no sean controlables. A diferencia de otras Juntas de carácter mas revolucionario, reacias a disolverse, como las de Cádiz ó Málaga, en contra del mandato del gobierno, del que desconfían, la de Guadalajara no opone ninguna objeción y acuerda hacerlo por unanimidad de sus miembros. Al devenir en insurrección popular la negativa a ser desarmados los Voluntarios de la Libertad en Cádiz, el gobernador, la Diputación provincial, el Ayuntamiento de la capital, los Voluntarios de la Libertad “y todos los liberales, sin distinción de partidos”, manifestando su carácter moderado, ofrecen al gobierno provisional “su decidido apoyo para sostener los principios de la revolución y el orden público”.
El golpe de septiembre ha desatado una dinámica revolucionaria -contra el deseo de sus impulsores que la burguesía, con Prim a la cabeza, quiere conjurarla por todos los medios, intentando desviarla convocando elecciones y elaborando una nueva Constitución, para mantener distraído al pueblo con los debates de los diputados.
Del resultado de las elecciones municipales, celebradas los días 18,19,20 y 21 de diciembre de 1868, las primeras celebradas por sufragio universal masculino y en las que podían votar los mayores de 25 años, salió elegido alcalde Gregorio García Martínez.
El 15 de enero de 1869 se celebraron elecciones generales, bajo las mismas condiciones que las municipales. Son elegidos los componentes de una lista unitaria llamada Concordia Liberal que agrupaba a unionistas, demócratas y progresistas: Joaquín Sancho y Garrido, Manuel del Vado Calvo, además de José Guzmán Manrique, diputado ya en las elecciones e 1843 y 1854, el año en que había sido miembro de la Junta provincial surgida de la revolución de 1854; Manuel Ortiz de Pinedo, periodista, poeta y dramaturgo, afín al Partido Demócrata y Diego García Martínez. Los representantes de Guadalajara formaran parte de la mayoría pro-monárquica y de derechas , compuesta por 320 diputados.
Diego García, acorde con sus intereses de gran terrateniente, defendió ese año una enmienda para proteger los trigos del interior de la competencia de los traídos de Rusia y el norte de África, proponiendo gravarlos con un arancel de 7 reales por fanega.
La prensa de aquellos días habló de diversas irregularidades en el proceso electoral de la provincia. Sin duda, en todas partes, los candidatos del gobierno condicionaron la elección, como expone el historiador Ángel Bahamonde:
“En cuanto a los distritos rurales [que constituían la mayoría], más que el pucherazo en el sentido estricto del término, lo que funcionó, en un ambiente de escasa cultura política y de casi nula experiencia participativa, fueron los mecanismos de presión basados en las relaciones de dependencia y subordinación, característicos de las pequeñas localidades rurales pobremente desarrolladas, donde la protección del notable tenía como contrapartida la vinculación del voto».
Quintas, consumos, abolicionismo
Si bien los liberales habían establecido el derecho y el deber de todos por igual a la hora de defender al Estado, muy pronto ellos mismos lo trasgredieron pues ya la Ley de Quintas del Trienio liberal admitía que el servicio militar podía hacerse mediante un sustituto. En 1837 adoptaron la fórmula de la sustitución, por la cual un recluta podía hacer el servicio de otro, además del sistema de redenciones para los que pudiesen pagar la correspondiente cuota y de esta forma librase de ir al ejército, con lo que prácticamente solo entraban en filas los hijos de campesinos pobres, artesanos o jornaleros. El número de redimidos en la provincia de Guadalajara entre los años 1869 y 1872 fue de 239 y el de sustitutos entre 1868 y 1872, de 273. El dinero ingresado por redenciones de 1869 a 1872 ascendió a 1.178.000 reales.
La negativa al servicio militar provenía de su larga duración, durante el cual ni el soldado ni su familia percibían ningún ingreso al no poder trabajar aquel, así como de las condiciones degradantes de vida ( mala comida, pésimo alojamiento en los cuarteles,…).Esto provocó en muchas ocasiones la resistencia individual de muchos prófugos, a menudo apresados por la Guardia civil tras su búsqueda.
Esta oposición fue un clamor a lo largo del siglo XIX, que tuvo un reflejo amplio en el Congreso de los Diputados, siendo una muestra de ello la exposición contra las quintas de los ayuntamientos populares de las localidades de Almadrones, Argecilla, Gajanejos, Ledanca, Trijueque, Utande y Valfermoso de las Monjas. que presentó en sesión de 6 de abril de 1869 el diputado por Guadalajara , José Guzmán y Manrique, quien votó en contra del decreto de las Cortes de una quinta de 25.000 hombres dictado en marzo de 1869 para la guerra contra los insurrectos cubanos, en contraste con el voto favorable de Diego García, aunque progresistas y unionistas habían mantenido la promesa de eliminar las quintas durante la campaña electoral. Esto causó un tumulto general en todo el país, que no llegó mas lejos porque muchos ayuntamientos se dispusieron a crear empréstitos con los cuales librar a sus conciudadanos de la leva. Así lo hizo el concejo de Guadalajara que acordó redimir la suerte de los llamados a filas.
Las madres de los quintos librados del servicio expresaron su agradecimiento en un escrito enviado al consistorio, y hubo también una manifestación por el mismo motivo en la que no faltaron varios vivas a la República federal.
En junio de 1869 es aprobada la nueva Constitución, que si bien recoge algunos derechos y libertades – asociación y reunión, libertad de enseñanza, de culto, de imprenta, el papel de las Cortes como único poder legislativo…- , fruto de la presión popular, también reconoce la monarquía como forma de estado.
Los partidos progresistas y la Unión Liberal que achacan a los Borbones todos los males del país, buscaran ahora un nuevo rey “que una a todos los españoles”. Se trata de modificar la fachada pero sin alterar el edificio. El diputado alcarreño José Guzmán y Manrique, que evolucionó hacia las posiciones del Partido Republicano Federal votó en contra de la continuidad de la monarquía en España.
El Partido Republicano Federal surgió en el otoño de 1868 en Madrid, cuando un sector mayoritario del Partido Demócrata adoptó la lucha por la República federal como forma de estado. Su base social eran abogados, comerciantes, médicos, periodistas,…, y numerosos trabajadores. Su programa reivindicaba la abolición de las quintas y los consumos, el sufragio universal, libertades de expresión, prensa, asociación, reunión y culto; el juicio por jurado, la elección democrática de los cargos municipales. Los acontecimientos del Sexenio, en los que jugó un papel crucial, pusieron a prueba a este partido, en el que la mayoría del pueblo depositó sus aspiraciones a un cambio profundo, que no se atrevió a realizar.
En Guadalajara tuvo su comité provincial que coordinaba los comités de Guadalajara, Molina de Aragón, Brihuega, Fuentelencina, Hiendelaencina, Tendilla, Villanueva de Alcorón, Terzaga, Checa, Chequilla, Adobes, Tordesilos…, siendo su personalidad mas destacada en la provincia el médico filántropo Manuel González Hierro, amigo personal de Pi y Margall, jefe de los Voluntarios de la Libertad, ademas de presidente de la Junta Provincial Republicana durante el Sexenio, y diputado en 1873, fiel representante de la pequeña burguesía radicalizada que tendrá su protagonismo durante la I República.
Tras el inicio de la revolución, las condiciones de vida y trabajo de las clases populares sigue siendo lamentables. Baste como ejemplo que las nodrizas de las provincias de Soria, Avila, Guadalajara y Toledo que amamantan niños de la Inclusa de Madrid llevan doce meses sin cobrar en septiembre de 1869. También se les adeudan salarios a los trabajadores del Balneario de Trillo que dirigen una carta a la Diputación Provincial pidiendo que esta les pague, petición que fue desestimada por este organismo al entender que era el dueño del establecimiento de baños quien había de hacerlo.
El impuesto de consumos era especialmente rechazado por el pueblo pues gravaba los productos de primera necesidad: comida, bebida y leña o carbón. Con el grito de “Fuera la contribución de consumos”, unido al de “Viva la libertad” fue recibida la noticia del derrocamiento de Isabel II en la villa de Pastrana. Como en 1854, los liberales derogaron este impuesto, más que por un espíritu de justicia social, por cuanto pretendían reactivar la actividad económica, y optaron por abolir cargas fiscales como esta que constreñía el libre comercio y la circulación de riqueza. El ayuntamiento guadalajareño se manifestó también en pro de pedir al gobierno la supresión del tributo llamado de capitación, sobre la riqueza familiar – que había sustituido al de consumos – una vez vistas las diferentes exposiciones al Gobierno Provisional de la Nación de “varios ayuntamientos capitales de la provincia (…) y por considerar dicho impuesto no solo sumamente vejatoria a los contribuyentes sino impracticable en su ejecución”.
En todas partes había reticencia a pagar los impuestos. Con el pretexto de que el ayuntamiento de la capital no recaudaba el impuesto de capitación, por haber tomado una postura de “morosidad y resistencia pasiva”, el gobernador civil recrimina a los contribuyentes de los pueblos que lo hayan tomado como motivo para no abonar este tributo. El 1 de marzo de 1869 se lee en las Cortes una exposición de varios habitantes de la provincia de Guadalajara solicitando que “ se borre de los presupuestos la contribución de capitación, cualquiera que sea la forma en que se imponga”.
En mismo mes de 1870 el gobierno aprobó una nueva leva de 40.000 soldados para la guerra de Cuba. El pueblo de Guadalajara manifiesta su oposición celebrando una manifestación pacífica el 14 de ese mes y a finales del mismo salen varias compañías de la Academia de Ingenieros hacia Molina de Aragón, Sigüenza, Hiendelaencina, Pastrana y Cifuentes para sofocar previsibles amotinamientos provocados por los carlistas por el llamamiento a filas.
Aunque lejanas en la distancia, la suerte de las colonias, mejor dicho de los que en ellas sufren la condición de esclavos, no les es ajena a muchos habitantes de Guadalajara que envían al Congreso de los diputados solicitudes pidiendo la abolición de esta lacra desde Cantalojas, Cogolludo, Guadalajara (donde existe un comité abolicionista), Pastrana, Sigüenza,….
Las Cortes eligen como rey el 16 de noviembre de 1870 a Amadeo I de Saboya por 181 votos. El reinado del nuevo monarca es precedido de un mal augurio pues el general Prim, su principal valedor, es asesinado al mes siguiente. Amadeo pasó por Guadalajara el 20 de junio
y el 1 de octubre de 1871, esta cuando marchaba en tren hacia Barcelona, siendo cumplimentado por pueblo y autoridades en la estación de ferrocarril.
La I Internacional en Guadalajara
Fundada el 28 de septiembre de 1864 en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, su desarrollo en el Estado español vino de la mano del diputado italiano Giuepe Fanelli, enviado por Bakunin, a la vista de la situación revolucionaria, quien propagó también por encargo de este de forma subrepticia los principios de la anarquista “Alianza de la Democracia Socialista”.
El debate sobre la actitud que las organizaciones obreras habían de tomar en la lucha política, produjo en el Estado español la división entre marxistas y anarquistas, como sucedió en otros países.
La hegemonía del anarquismo en el movimiento obrero español obedece además del hecho de que fueran estas ideas las primeras en difundirse en su seno, a que encontró un terreno abonado para la aceptación de este ideario por el desengaño de los trabajadores ante el incumplimiento de las promesas de la revolución de septiembre y de los políticos del momento-incluidos los republicanos- que los predispuso al odio hacia el Estado y el recelo de la acción política.
Trabajadores cualificados (papeleros, chocolateros…) llegados a Guadalajara respondiendo a la demanda de las escasas industrias alcarreñas, difundieron entre los trabajadores autóctonos las ideas de Proudhon y Bakunin, y formaron las primeras organizaciones del proletariado revolucionario en nuestras tierras.
En Brihuega, el 2 de febrero de 1870 un grupo de obreros se reunió al objeto de constituirse en sociedad de resistencia, donde se leyó el Manifiesto de los internacionalistas de Madrid, además de otro del obrero chocolatero afincado en Brihuega, Antonio Arbeig, pidiendo la adhesión a la Internacional , petición repaldada por la Comisión Federal de la Federacion Regional Española (F R E) que les escribió animándoles.
Estos esfuerzos dieron como fruto temprano algunos suscriptores a La Solidaridad. Mas adelante, en Brihuega se recibía La Federación y otras publicaciones del mismo signo.
Antonio Arbeig y sus compañeros formaron en este pueblo una sociedad obrera que aparece en una relación de organizaciones del Consejo de la FRE, fechada el 15 de enero de 1870 . En el mes de julio se constituyó en Brihuega una Sociedad de Socorros Mutuos e Instrucción Pública.
En la Conferencia Universal celebrada en Londres por la Internacional en agosto de 1871, aparece Brihuega como una Federación en periodo de formación, y el 1 de diciembre de 1871 se crea finalmente la Federación Local de Brihuega que constó de una única sección de Oficios Varios, estimándose entre seis (en sus inicios) y una veintena, el número de sus miembros. En 1873 existían dieciséis cotizantes. El sindicato briocense difundió entre los trabajadores la necesidad de ingresar en la Federación. Los internacionalistas briocenses participaron en el Congreso de Zaragoza en abril de 1872, representados por Antonio Arbeig, y en el de Córdoba, en diciembre de ese mismo año, por el delegado Francisco Torres.
La Internacional en España sufrió la represión en 1873, tras los sucesos de la Comuna de Paris. Esto afectó al sindicato de Brihuega pues tuvieron que abandonar el pueblo sus principales impulsores, aunque todavía en junio de 1874 permanecía activo. Superando dificultades la organización briocense siguió enviando puntualmente sus cuotas, e incluso aportó fondos para mantener huelgas.
En la controversia entre los marxistas y bakuninistas de la sección española de la Internacional, los asociados de Brihuega se posicionaron claramente por las tesis anarquistas, frente a las marxistas defendidas por la Nueva Federación Madrileña, escindida de la F. R. E.
La prensa internacionalista anunciaba, en octubre de 1871 la próxima formación de la Federación de la AIT en Guadalajara pero lo cierto es que sólo se unió a la Internacional el pintor Bernardino Martín.
La prensa obrera siguió informando sobre la actividad de la Federación local de Guadalajara, sin estar constituida. Tal vez la creación de la Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara en 1871 diera pie a la noticia. Al comienzos de 1872, La Federación continuaba con su optimismo organizativo respecto a Guadalajara, aunque en enero de ese año solo hubo un adherente a la Internacional en la ciudad, el zapatero Antero Baños.
La Federación Local de Guadalajara quedó definitivamente establecida el 10 de febrero de 1872, pero en octubre del mismo año se consideraba disuelta, aunque algunos de sus miembros se mantuvieron activos en 1873, como Baños que aparece en La Emancipación como donante solidario para los trabajadores en huelga.
La adscripción al anarquismo de la sección de Guadalajara de la F R E, fue un tanto problemática, al estar influida también por los planteamientos del republicanismo federal, como es el caso de Tomás Gómez, presidente de la Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara.
Los miembros de la Sociedad de Trabajadores de Hiendelaencina ni siquiera contestaron al Consejo Federal de la FRE, cuando este, en enero de 1871, les alentó públicamente en las páginas de La Solidaridad, para que se unieran a la Internacional. Fue tal vez la preeminencia republicana en ese pueblo, en el que era alcalde el médico republicano Bibiano Contreras, lo que frustró los esfuerzos de los internacionalistas.
Muchos vecinos de Aragosa, localidad cercana a Sigüenza, en las proximidades del río Dulce, así como los de La Cabrera, trabajaban en una fábrica de papel, que por la calidad de sus trabajos recibía encargos de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
Dos trabajadores de esta industria , Andrés Gómez y Fernández Laguna, se dirigieron al Consejo Federal de la FRE en diciembre de 1873 pidiendo documentación para constituir la Federación Local.
La sección de la Internacional en Aragosa se formó en enero de 1874, y aunque sus promotores abandonaron el pueblo para marchar a Alcoy el día 20 de ese mes, medio año más tarde los papeleros de Aragosa mantenían en pie su asociación, como era manifiesto en el IV Congreso de la sección española de la AIT.
El 6 de octubre de 1874, el Juzgado de Primera Instancia de Siguenza apercibió a los papeleros Feliciano Prades Martínez, de Aragosa y a Antonio Doménech Pérez, de Alcoy a personarse en él por la causa criminal que se les instruyó “por daño en una máquina de papel”, lo que puede interpretarse como una manifestación del movimiento conocido como ludismo, primera forma de lucha obrera, consistente en la rotura de máquinas por los trabajadores, por entender que destruían el empleo, que comenzó en Inglaterra en 1811 y en España en Alcoy, en 1821.
Sobre la I República en Guadalajara
Amadeo de Saboya, sobrepasado por la situación del país -guerra carlista; guerra “larga” de Cuba, desde 1868 hasta 1878; conflictividad social, intrigas palaciegas,..- dimite. El 10 de febrero de 1873 al conocerse la abdicación del rey, la calle en Madrid y otras ciudades pide la República, que se proclama al día siguiente.
En Guadalajara, el 13 de febrero el alcalde Manuel Mayoral y Medina recibe del gobernador civil de la provincia con fecha del día anterior, la comunicación de la renuncia de Amadeo y la proclamación de la República. Manuel Mayoral convoca una sesión extraordinaria del Ayuntamiento, en la que se aprueba el acatamiento y aceptación de la República por el municipio de Guadalajara. Después, una manifestación pacífica de unos doscientos republicanos presidida por el profesor de la Escuela Normal de Guadalajara, Gregorio Herrainz y el comité local es recibida en el Salón de sesiones en el que entran con la bandera desplegada, solicitando se les permitiera izar la bandera republicana en las Casas Consistoriales.
El acta de aquella sesión municipal concluye diciendo que tras un intercambio de saludos y discursos “ …el ciudadano Manuel González (Hierro), presidente del Comité Provincial Republicano de Guadalajara, pudo colocar dicha bandera en las galerías de este Consistorio con un nutrido y caluroso viva la República…”.
El Ayuntamiento de Guadalajara proclamó de la República Federal en un acto celebrado el 29 de junio con la concurrencia de autoridades militares y civiles, fuerzas del ejército, Guardia civil, Voluntarios de la República y numerosos público al que Gregorio Herrainz, el joven profesor al que no le es ajena la suerte de los obreros del campo, pues es el autor de una obra titulada; “Modo de propagar la instrucción primaria en las poblaciones agrícolas y en las clases jornaleras”, dirigió un discurso.
En la primavera de 1872 había estallado la tercera guerra carlista, que en Guadalajara no tendrá la intensidad que en otros territorios, si bien desde 1868 los partidarios de Carlos VII -alentados desde muchos púlpitos- venían alterando el orden en numerosos pueblos. En las partidas carlistas que operan en la provincia es considerable el número de campesinos. En febrero de 1873 se publica el Manifiesto Carlista de Guadalajara, cuyo contenido prueba una vez más que este movimiento va más allá de una disputa dinástica o la lucha por el mantenimiento de los fueros tradicionales de vascos, navarros y catalanes. Expresa también los intereses de muchos campesinos pobres, para quien las desamortizaciones de bienes de las Iglesia y de los ayuntamientos han empeorado de sus vidas. El Manifiesto critica a los “nuevos ricos”, a los caciques que han sustituido a los antiguos señores, llamándoles “impúdicos tiranuelos de lugar,(…) señores salidos de la ley de desamortización, antes que, como los sapos, se hinchan en la inmunda laguna de la expropiación de los bienes del pueblo y de la Iglesia” (…) Esos son los mismos que os prestan el dinero al treinta por ciento, abusando de vuestra necesidad, esos son los mismos que en las elecciones han hecho miles de infamias fusil en ristre, esos son los mismos que, poniéndose siempre a disposición de conservadores y radicales, de moderados o unionistas, os insultaron siempre, os lamieron los pies para que les ayudarais a servir a sus amos, lo cual os valió el quedaros sin montes, sin dehesas, sin hornos y hasta sin fraguas. Hiciéronse ricos comprando con cuatro cuartos y mil picardias todos los predios que constituían vuestra riqueza común, y lo hicieron gritando unas veces orden y otras anarquía, y así crecieron y medraron”.
Sin un rey que sentar en el trono, la clase dominante no tuvo otra alternativa que aceptar la República, confiando que un cambio temporal de forma de estado alejaría al pueblo de otras pretensiones más revolucionarias, y mientras tanto poder ganar tiempo para reorganizar su poder. Para las clases populares la República era el régimen en que encontrarían un cauce sus aspiraciones, que aumentara sus salarios pues en Guadalajara los había para los peones agrícolas de tres reales diarios, y se ofertaban trabajos como el de cartero y escribano con asignaciones de 400 y 300 pesetas anuales respectivamente, o que los maestros cobraran sus atrasos pues en octubre de 1873 en más de 120 pueblos de la provincia se les adeudaban dos anualidades. El pueblo quiere también que se le alivie del pago de tributos. En 1873 estallaron motines anti fiscales en Tamajón y Escamilla, entre otras localidades.
Pero los nuevos gobernantes republicanos iban a anteponer el mantenimiento del orden establecido a las reivindicaciones populares.
El 23 de julio de 1873 se publica en el Boletín Oficial una citación del juez de primera instancia de Guadalajara para que los segadores venidos de Arganda que han estado en el pueblo de Quer, en casa de Gervasio Monje, se presentaran en esa judicatura para declarar en la causa que se seguía en averiguación de quienes fueron los que declararon la huelga del 2 de julio demandando aumento de salario. Para forzarles a deponer su actitud el gobernador interino Regino Bádenes no dudo en emplear a los Voluntarios de la República,-brazo armado del nuevo régimen- de los que formaban parte algunos de los internacionalistas de Guadalajara (Antero Baños, Tomas Gómez), a quienes sin duda habían convencido de que la “defensa” del orden republicano prevalecía sobre las reivindicaciones proletarias.
El mismo día 2 de julio, el gobernador enviaba este despacho al gobierno: «Acabo de llegar de Quér. La huelga ha terminado felizmente, excepto unos 50 hombres que he logrado salgan para otros pueblos en busca de mayor jornal. Los restantes han vuelto al trabajo. Las fuerzas de voluntarios que me han acompañado, animados del mejor deseo se ofrecen en todo á V. E. y a las Cortes Constituyentes”.
El nuevo régimen republicano, que contaba con la oposición de la Iglesia, la alta burguesía, la aristocracia y el ejército solo hubiera encontrado una salida en el apoyo de las clases populares para lo cual debió aplicar reformas sociales. Pero nada de esto se llevó a cabo por las causas que explica el historiador Manuel Tuñón de Lara:
“Los gobiernos republicanos de 1873, los teorizantes llegados al poder sin visión muy precisa de la realidad social y temerosos de llevar una revolución hasta sus últimas consecuencias, dejaron incólumes todo el poder material y todos los resortes de acción en manos de las clases conservadoras, del “antiguo régimen” que, desposeídas del mando político, temían verse pronto desposeídas de su privilegiada situación económica. En realidad, no hacia sino proseguirse el proceso iniciado al abrirse el ciclo iniciado en 1868. La burguesía española que tenía interés en desembarazarse de la tutela y privilegios de la aristocracia, no pasaba de tímidos ensayos por miedo al “cuarto estado”.”
Finalmente en enero de 1874 un golpe militar del general Pavía disolvió las Cortes que sustituidas por un gobierno militar del general Serrano que suspendió las libertades y derechos cívicos y la Constitución. A finalizar ese año la monarquía fue restaurada de la mano del político conservador Cánovas del Castillo, tras el golpe militar del general Martínez Campos, en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II.
Epílogo
Y todo volvió a ser como antes. El edificio después de todo se había mantenido en pie: monarquía, Iglesia, ejército, aristocracia… siguieron manejando los destinos el país. Después del pavor que le ha causó el movimiento revolucionario de obreros y campesinos, la burguesía se hizo aún más proclive al entendimiento con la aristocracia con la que ya había comenzado a fusionarse en el reinado de Isabel II. Ignacio de Figueroa y Mendieta, heredero de una gran fortuna conseguida por su padre con el negocio del plomo, casó con Ana de Torres y Romo, vizcondesa de Irueste y princesa de las Torres, sucesora de una vieja familia de Guadalajara en decadencia económica, y ambos fueron padres de Álvaro de Figueroa y Torres, que ejercerá su caciquato en la provincia de Guadalajara durante mas de cuarenta años. Las industrias de importancia que se instalen en la provincia ( cementos, resina, automóviles y aeroplanos) serán islas de progreso en medio del atraso secular. Los mayores negocios seguirán en mano foráneas: el Canal del Henares y los cementos de Matillas en las del capital inglés; las minas de Hiendealencina, cambiarán a dueños franceses y el hierro de Setiles se exportará durante bastantes años a Inglaterra. Para aquellos que su manutención dependa de un salario, este seguirá siendo muy escaso. La unión de los trabajadores en sindicatos de clase dará un salto cualitativo y cuantitativo, sobre todo cuando este sindicalismo se implante entre los trabajadores del campo tras el inicio de la próxima revolución que comenzará el 14 de abril de 1931.
Fuentes documentales:
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Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara.
Nueva Alcarria
Wad-Al-Hayara.
La Crónica de los Hospitales.
La Correspondencia de España.
La Discusión.
La Época.
La Esperanza.
La España.
La Federación.
La Gaceta Industrial.
La Iberia.
La Idea.
La Igualdad.
El Imparcial.
El Magisterio Español.
El Pabellón Nacional.
El Pensamiento Español.
La Solidaridad.
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