La historia moderna de China es la crónica de los incansables y continuos intentos de sus masas desposeídas por transformar la sociedad. Éstas soportaron sobre sus espaldas una cruel combinación de explotación feudal y burguesa, perpetrada por una criminal asociación entre su oligarquía nacional y los diferentes poderes imperialistas.
Las páginas más negras de la opresión colonial se escribieron con la sangre de millones de hombres, mujeres y niños chinos, pero de sus terroríficas condiciones de vida brotó una inagotable fuente de energía revolucionaria que les permitió levantarse una y otra vez para volver a intentar cambiar su realidad.