El 19 de julio de 1979 los jóvenes, trabajadores y campesinos de Nicaragua derrocaban la odiada dictadura de la familia Somoza, que había mantenido sojuzgado al país durante 43 años. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un grupo guerrillero que cuatro años antes apenas contaba con 500 combatientes, llegaba al poder impulsado por el movimiento insurreccional de las masas. Nicaragua, un pequeño país de solamente tres millones de habitantes, se convertía en ejemplo y punto de referencia para millones de oprimidos en todo el mundo.
La historia de cómo el pueblo nicaragüense logró derribar al régimen somocista y resistir durante casi once años el sabotaje económico y la sangrienta intervención militar organizadas por el imperialismo y la burguesía representa una de las epopeyas más conmovedoras en la larga lucha de los oprimidos del mundo por su liberación. La capacidad de lucha y sacrificio mostrados por las masas en Nicaragua sigue siendo hoy una inspiración para cualquier revolucionario, y hace que, treinta años después de aquella gesta, resulte inevitable hacerse unas cuantas preguntas.