Para la burguesía, que supera con creces al proletariado en cuanto a lo acabado y a lo intransigente de su conciencia de clase, es de vital importancia el imponer su moral a las masas explotadas. Precisamente por ello, las normas concretas del catecismo burgués se ocultan bajo abstracciones morales patrocinadas por la religión, la filosofía o esa cosa híbrida a la que se llama “sentido común”. El invocar preceptos abstractos no es un error filosófico imparcial, sino un elemento necesario en la mecánica del engaño de clase. El dejar al descubierto ese engaño es el primer deber de un revolucionario proletario.
León Trotsky
