El grueso de los libros más populares sobre la Segunda República se divide en dos grandes categorías. La primera orbita en torno a la reivindicación acrítica del período republicano y ha servido de guía para una izquierda gubernamental que, como es de sobra conocido, se ha resistido con uñas y dientes a reparar con justicia a las víctimas de la dictadura. Sus pactos con los herederos del franquismo alumbraron el régimen del 78, legitimaron la monarquía borbónica y garantizaron total impunidad a los responsables de aquella represión execrable.
La otra categoría no es más que una secuela de manipulación obscena que pretende blanquear a los golpistas del 18 de julio. Como versión modernizada de los folletines falangistas, leer este tipo de materiales produce el mismo efecto nauseabundo.
Pero existe otro enfoque diferente, minoritario pero mucho más fiel a la verdad, que coloca en el centro de aquel drama histórico a los trabajadores y campesinos que enfrentaron el fascismo mediante una poderosa revolución socialista.
Este libro pertenece a esta última categoría y trata de la acción directa de la clase obrera, capaz de contener el avance fascista con las armas en la mano y demostrar, en los hechos, que construir una sociedad igualitaria, sin capitalistas, terratenientes ni curas, es posible.
